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El salto al estrellato, sin red ni bachillerato

El acompañamiento al cante y el baile es el bachillerato de los guitarristas flamencos. Y el gran error de muchos jóvenes guitarristas es que quieren directamente hacer carrera como concertistas y saltarse ese bachillerato obligado para formarse como tocaor.


Lo dijo hace tiempo el Gran Jefe: “Lo malo de los guitarristas jóvenes de hoy es que todos quieren tocar como Paco de Lucía”. Y cuánta razón tenía. He conocido muchos aspirantes a concertistas de guitarra flamenca que no saben tocar para bailar y menos aún acompañar el cante. Para empezar, si no te gusta el cante mejor déjalo, no te dediques a la guitarra flamenca. Lo repito mucho, lo sé, pero no me canso de decirlo. Ya lo decía Pilar López, Pastora Imperio, se lo he escuchado a Tomatito, a Pepe Habichuela: se baila el cante y se toca el cante. El cante es la fuente y el caudal del flamenco. Conocer el cante para un guitarrista es saber los tonos que hay que dar al cantaor en cada momento, en todos los estilos y variantes, y eso solo se logra con mucha afición al cante, escuchando a los maestros y, por supuesto, acompañando durante años a los cantaores, y no siempre al mismo sino, en la medida de lo posible, a cuantos más mejor. Solo así se adquieren los conocimientos precisos.

 

Saber acompañar por soleá es conocer todas las variantes (cada una tiene su especial rueda de acordes, aunque muchas coincidan) y saberlo hacer por arriba y por medio. El guitarrista debe estar preparado para acompañar todo tipo de cante y todo tipo de cantaores con sus especiales tesituras, hombres y mujeres. No puede obligar a un cantaor que le gusta la soleá por medio a que la haga por arriba. La disposición de las voces en la guitarra es muy diferente en ambos tonos y las preferencias de cada intérprete son múltiples. El guitarrista tiene la obligación de facilitar el camino al cantaor, que bastante tiene con lo que tiene para estar preocupado con lo que hace quien le acompaña. Es comprensible que los guitarristas, y más hoy en día, se aburran por no poder mostrar su destreza con el instrumento mientras están acompañando el cante o el baile, pero lo que no puede hacer es molestar sino todo lo contrario, ayudar.

 

En los años con Gades aprendí lo que sé de acompañar el baile. En Japón, mi compañera en la compañía, Lalo Tejada, me llevaba a sus clases para acompañar y allí aprendí mucho de lo que hoy sé. Tocando es la mejor manera de aprender el oficio y, como he dicho antes, que te guste mucho el cante, y el baile. El mundo del acompañamiento al baile flamenco tiene unos códigos que no son nada sencillos, múltiples elementos formales que hay que conocer y respetar, que si la llamada, que si el desplante, que si la faldera, la salida o el silencio, que si la escobilla o muchos otros elementos formales que deben ser aprendidos para lograr satisfacer las muchas exigencias de los profesionales del baile flamenco.

 

 

«Se baila el cante y se toca el cante. El cante es la fuente y el caudal del flamenco. Para un guitarrista, conocer el cante es saber los tonos que hay que dar al cantaor en cada momento, en todos los estilos y variantes, y eso solo se logra con mucha afición al cante, escuchando a los maestros»

 

 

El acompañamiento al cante y el baile es el bachillerato de los guitarristas flamencos. Y el gran error de muchos jóvenes guitarristas de hoy en día es que quieren directamente hacer carrera como concertistas y saltarse ese bachillerato obligado para formarse como tocaor, y es tocar para cantar y bailar, conocer todos los entresijos, y son muchos y muy variados para alcanzar la maestría en estas facetas imprescindibles del flamenco. No puede ser que toques Antonia o Puerta del Príncipe y no sepas acompañar el cante y baile en bulerías por soleá o por alegrías. Es inaudito tocar piezas de concierto que son de por sí difíciles de recrear y después desconozcas cómo se acompañan esos palos. Hay algo que no funciona cuando esto ocurre y lo peor es que cada vez son más quienes quieren hacer carrera como concertistas y compositores desconociendo los principios más básicos del acompañamiento.

 

Componer música flamenca para guitarra hoy en día es de por sí difícil, hacer algo original y que tenga calidad resulta cada vez más complicado. Pues nada, florecen por doquier compositores, algunos sin la más mínima preparación y talento para crear música, de cualquier género y menos de flamenco, pero creen aportar algo y lo que ofrecen es un discurso de onanismo mental que acaba siendo pesado. Pero nada, ellos se lanzan al estrellato sin red, supongo que aguardando a que la flauta suene por casualidad. Que una composición propia le guste mucho a tus padres y a tu novio no quiere decir que tenga calidad alguna. Una vez le preguntaron a Morente que de quién había que fiarse menos a la hora de recibir elogios y sin dudarlo dijo: de la familia. Y es verdad, “las cucarachas llaman a sus hijos serafines” y eso es ley de vida, pero en estas cosas del arte lo peor es hacer caso a quien bien te quiere a la hora de valorar tu obra.

 

Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. No puede ser que no sepas acompañar una taranta y te definas como guitarrista flamenco. No puede ser que no sepas tocar el silencio de las alegrías y digas que tocas guitarra flamenca. Es algo parecido a lo que ocurre en el mundillo de los “clásicos”. Hace poco hablé de esto aquí mismo: una cosa es leer música y otra tocarla. Una cosa es repentizar y leer a primera vista lo que te pongan por delante, pero ¡ay, si te quitan la partitura! Estás perdido. Sin partitura no sabes tocar ni el Paquito Chocolatero. Yo he leído Bach, Beethoven, Mozart y hasta al mismísimo Johannes Brahms, pero lo que sí te garantizo, amable lector, es que jamás toqué esa música sublime. La leí, eso sí, pero de ahí nunca pasé. Lo repito con frecuencia: una cosa es leer Beethoven y otra muy distinta tocar Beethoven.

 

Se quejan, y con razón, muchos profesionales del flamenco de esta nueva hornada de “genios” de la guitarra que tocan de escándalo pero que no dicen nada de lo rebuscado que componen, cuando una de las máximas del arte, de cualquier arte, es la naturalidad, siendo el resultado, las más de las veces, bastante artificial, todo sea dicho y sin ánimo de ofender y mucho menos de querer cortar las alas a nadie. Cada uno que haga lo que tenga a bien, pero… “el que guisa no es freidor”.

 

 

→  Ver aquí las entregas anteriores de la sección A Cuerda Pelá de Faustino Núñez en Expoflamenco

 

 


Musicólogo de Vigo (Galicia). Investigador y profesor. Amante de la música. Enamorado del flamenco. Y apasionado de La Viña gaditana.

1 COMMENT
  • Luis 22 noviembre, 2023

    Muy buen artículo, de acuerdo en que no todo es tocar por tocar, la base cante y baile, es primordial, pero hay un terreno a explorar, sin pretensiones profesionales. de profundizar en la guitarra, y componer como no, mejor o peor, claro, partiendo del compás , experiencia y condiciones de cada uno, pues hay quien toca mucho cante y baile, pero no compone. Me gustó el artículo. Saludos

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