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Honores a Juan Peña El Lebrijano

Me parece una estupenda idea la creación de una fundación con su nombre que analice, conserve y difunda su legado. Una impresionante obra discográfica y una manera muy personal de entender y concebir el cante.


Tuve la suerte de aficionarme al cante en una época de grandes figuras y algunos revolucionarios, la década de los setenta. Antonio Mairena era la figura más importante, que no el mejor cantaor, aunque esto es siempre algo muy subjetivo. Como diría el cantaor cordobés Juan de Juanes, el mejor es el que a uno le gusta.

​De esa época recuerdo con especial cariño y emoción a Juan Peña Fernández El Lebrijano, el hijo de María Fernández Granados La Perrata. Tenía entonces Juan 30 años y la fuerza de un caballo. Pero no era solo pura fuerza, sino esencia y compás, además de buena escuela. Claramente mairenista –Antonio Mairena fue en sus comienzos una de sus principales referencias–, lo que más me gustaba de él era su sabor al paisaje, lo que para Mairena era la pureza. Juan era de Lebrija y sabía, olía y sonaba a Lebrija. Y a Utrera, la tierra de su madre, que era hermana del gran Perrate, para mí el mejor cantaor de ese pueblo.

Juan el Lebrijano (Lebrija, 1941 – Sevilla, 2016), guitarrista en sus comienzos, siempre tuvo un punto de rebeldía, como todos los revolucionarios. Él lo fue, como lo fueron también Morente y Camarón. No sé si lo han pensado o no alguna vez, pero cada uno de estos tres fenómenos bebió en fuentes distintas, las más cercanas, y también en una fuente común, la de los grandes clásicos del cante: Pastora y Tomás Pavón, Mairena, Caracol… La fuente más cercana de Juan fue Lebrija. “Lebrija es mi base”, me dijo la última vez que hable con él, poco antes de su muerte. Y se murió sin renunciar a esa base, aunque probara otras cosas y bebiera en otras fuentes, flamencas o no.

Me parece una estupenda idea la creación de una fundación con su nombre que analice, conserve y difunda su legado, porque dejó un gran legado, su impresionante obra discográfica y una manera muy personal de entender y concebir el cante. Para recaudar fondos se va a celebrar un gran festival en un nuevo espacio de Sevilla, el Cartuja Center, que tendrá lugar el próximo día 8 de marzo con un cartel estupendo en el que destacan José el de la Tomasa, Pepe de Lucía, El Pele, Diego Carrasco y José Valencia, entre otros.

La mejor manera de mantener vivo a un artista es cuidar su obra, que es lo que deja cuando se va. El Lebrijano no solo cantó lo clásico con una frescura increíble, sino que aportó ideas nuevas y abrió caminos inexplorados por los que hoy andan muchos jóvenes intérpretes. Señaló el camino, como antes que él lo hicieron Silverio, Chacón, Manuel Torres, Pastora la de los Peines, Marchena o Caracol. Y aquí no cabe lo de salvando las distancias, porque Juan fue tan grande que no desentona en ese grupo de genios revolucionarios.

Ojalá esta fundación que llevará su nombre llegue a buen puerto y que el maestro sea objeto de estudio para bien de su obra y del cante jondo en general.

 

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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