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Perico ‘El Pañero’ y Jerito Carrasco en Mazaco

¿Te acuerdas de El Pañero padre, que Dios lo tenga en su gloria? Pues Perico, su hijo, lo recuerda, y recuerda a Pastora, a Tomás y a Mairena de una manera increíble. Cómo masca el cante, abuelo. Lo lleva a su sitio, a compás, con métrica, pero doliendo. ¡Y qué letras más gitanas!


– Abuelo, voy ya solo a escuchar cante donde haya sabor tanto para cantar como para escuchar. No soporto a fantasmas, ni a enterados, ni a cantaores de aluminio. Quiero oro o bronce, y, a veces, de plata. Que hay cantaores de plata que brillan más que los de oro.

– ¿Por qué me dices eso, Manolillo?

– Porque he ido hoy a la Peña Mazaco, de Coria, que es mi peña, como mi casa, y traigo el cante y el toque gitanos metidos en la piel de los huesos. ¿Te acuerdas de El Pañero padre, que Dios lo tenga en su gloria? Pues Perico, su hijo, lo recuerda, y recuerda a Pastora, a Tomás y a Mairena de una manera increíble. Cómo masca el cante, abuelo. Lo lleva a su sitio, a compás, con métrica, pero doliendo. ¡Y qué letras más gitanas!

– ¿Ese es el que lleva la tetera, en vez una copita de manzanilla?

– Ese. Un gitano espigado tirando a largo, que parece sacado de los grabados de  Gustavo Doré. Ya no hay quien cante con esa enjundia y esos pellizcos, abuelo. Y lo que chanela de cante. Es un gitano estudiado. Habla como Castelar. No el cantaor de Alcalá, sino el político de Cádiz. Con elegancia, sin faltas de ortografía.

– Su padre era muy bueno, cantaba con una cuadratura natural poco oída. Y bailaba que te morías. Él tiene esa escuela, y su hermano José también. Los Pañero son de Algeciras, pero con sangre trianera, de los Lérida, los antiguos Léiras del Callejón de San Miguel, que abrieron fragua en San Román, en la calle Sol. El Paíti, el padre de Pastora y Tomás, trabajó con los Lérida de machacador.

– Lo que chanelas, abuelo.

 

 

«Seguiriyas de esas lastimeras, sin adornos, que cada día se venden más caras. Y acabó por bulerías, de pie, con un arte inigualable. Nadie baila ya como Perico el Pañero, sin joroba, tieso como un pitaco, elegante y jondo»

 

 

– ¿Quién ha acompañado a Perico?

-Manuel Carrasco, Jerito, el hijo del Niño Jero, de Periquín. Qué manera de mascar el toque, abuelo. Y las caras que le puso a Perico; es que lo vive. Los gitanos tienen esa emoción, ¿verdad? Y claro, transmiten una barbaridad. Los castellanos cantan y tocan bien, pero arañan poco el velo del alma, salvo excepciones. Jerito te hace una caricia en cada nota y en cada acorde. No pulsa las cuerdas, las pellizca. No da guitarrazos, le hace el amor a la guitarra con toda la frescura y la desvergüenza del mundo.

– O sea, que te ha gustado.

– He disfrutado como un enano, abuelo. Empezó por soleá. No te voy a detallar los estilos, que eso es una pedantería, pero se iba de Alcalá a Triana como el que va en el tranvía. Con unas letras, abuelo, que ya no se llevan. No se va a poner rico, pero si quieres escuchar cante jondo de verdad, con alma, sin aditivos, es único. Tiene la voz justa para llegar al alma, y ya está. No quiero ya tenores aflamencados con la lección aprendida. Perico canta porque lo ha vivido y mamado en su casa, la de José el Pañero. Su cante es un concepto, una manera de entender el duende gitano. No te vende la moto, abuelo.

– Qué emocionado estás, Manolillo. Claro, después de la Bienal, del Niño de Elche, es normal que tuvieras hambre de cante.

– Luego cantó granaínas chaconianas, una malagueña emulando al Pinto, ligándola, unos tangos en el aire de Pastora que invitaban a bailar y unos fandangos de esos que no son para lucirse, sino para emocionar. Y en la segunda parte, bulerías para escuchar, con estilos jerezanos y sevillanos de la Alameda, marcando el compás, los tiempos, como Pastora, Tomás, Rosalía –la buena– o El Sordera; seguiriyas de esas lastimeras, sin adornos, que cada día se venden más caras. Y acabó por bulerías, de pie, con un arte inigualable. Nadie baila ya como Perico el Pañero, sin joroba, tieso como un pitaco, elegante y jondo.

– Pues vaya si te ha llegado.

– Lo necesitaba, abuelo. Luego cantó para nosotros, en reunión, con Antonio Aguilera y Pedro Barco. Ya de balde, sin interés alguno. Es un tío sano, sencillo.

 

 

Perico El Pañero y Jerito Carrasco, en la Peña Mazaco, Coria del Río, Sevilla. Foto: Manuel Bohórquez

Perico El Pañero y Jerito Carrasco, en la Peña Mazaco, Coria del Río, Sevilla. Foto: Manuel Bohórquez

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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