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¿Por qué se endiosan los cantaores?

Marchena, Caracol y Mairena eran tres ególatras empedernidos, casi enfermizos. Ahí están sus entrevistas tanto en prensa como en radio.


Una cosa que siempre me ha llamado la atención es por qué se endiosan los cantaores. ¿Se endiosan ellos o lo hacemos los críticos y los aficionados, sus seguidores? No todos han acabado creyéndose Dios, pero ha habido algunos casos que son dignos de ser analizados en Cuarto milenio. No hay entrevistas de Silverio Franconetti, declaraciones suyas en la prensa, pero se sabe que fue de los primeros en endiosarse, quizás porque fue la primera gran estrella del cante flamenco. Eso de ir por los pueblos y las ciudades de Andalucía retando a otros cantaores, como se dice que hacía, era un signo de endiosamiento, de pedantería, de egolatría. Solía decir también que era el mejor, y “después de mí, Curro Durse”.

¿Se imaginan que Paco de Lucía hubiera dicho alguna vez que era el mejor, y que después de él lo era Manolo Sanlúcar? Imposible, porque Paco no fue nada soberbio. Tampoco Enrique Morente dijo jamás algo que pudiera denotar engreimiento. Ni Camarón de la Isla, uno de los genios más sencillos que han existido. En cambio, MarchenaCaracol y Mairena eran tres ególatras empedernidos, casi enfermizos. Ahí están sus entrevistas tanto en prensa como en radio. A nadie se le ha ocurrido, que me conste, analizar esas entrevistas para realizar un perfil de cada uno e intentar averiguar la verdadera personalidad de estos tres fenómenos del cante.

Recuerdo ahora, porque se acaba de marchar, cuando Manuel Agujetas declaró que los únicos cantaores de verdad que quedaban eran él y Chocolate. Lo decía convencido, con sinceridad, porque lo pensaba de verdad. Pepe Marchena fue quizás el que más se endiosó de todos, llegando a decir que había vestido al cante de etiqueta y que le había dado una categoría que nunca tuvo, dándoles una bofetada sin manos a Chacón o a Pastora Pavón, que ya cantaban en los teatros de España antes de que Marchena respirara. Es más, el Maestro de Maestros llegó a decir que antes de que él llegara, el cante era algo de “baja estofa”. Lo de Maestro de Maestros no se lo puso él mismo, sino el célebre periodista Bobi Deglané, aunque a Marchena le gustó la etiqueta y la utilizaba con frecuencia. Antonio Mairena acabó creyéndose incluso más importante que Dios, un elegido por los dioses para salvar al cante gitano-andaluz de la conspiración gaché. Eso dijo el maestro gitano cuando le dieron la Llave de Oro del Cante en Córdoba, algo que él consideró como un mandato de los grandes maestros gitanos ya ausentes.

Pastora Pavón, en cambio, aun sabiéndose la más grande, que lo fue, nunca hizo alarde de endiosamiento. Una vez le preguntaron que qué había aportado y dijo que la cerveza con azúcar, porque cuando era muy jovencita alguien le dio una cerveza y, al comprobar que amargaba, le echó azúcar antes de bebérsela. Sin embargo, en otra ocasión aseguró que no se pasaba a la canción por no acabar con la carrera de las grandes cupletistas de la época. Su hermano Tomás, uno de los genios de la historia del cante, era de una sencillez increíble, aunque, según me contó un día su cuñada Eloísa Albéniz, la esposa de su hermano Arturo, llegó a decirle a Manuel Torres en una fiesta: “Tú serás Dios, pero yo doy siempre los veinte reales del duro”. Se lo diría, seguramente, por la conocida irregularidad del genio jerezano, quien unas veces lograba que se partieran la camisa con su manera de cantar y otras cantaba para tirarlo a los cochinos.

De los que yo he tenido la suerte de conocer bien, los dos genios más humildes han sido Enrique Morente y Camarón. Jamás les escuché alabarse ellos mismos, decir que eran grandes, aun siéndolos. A lo mejor es que ambos supieron alguna vez lo que dijo Napoleón a este respecto. Que los sabios buscan la sabiduría y los necios creen haberla encontrado. Esto no lo digo por un famoso cantaor de ahora, quien asegura haber creado el flamenco del siglo XXI. Aunque creo que debe andar ya por el siglo XXII.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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