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El abuelo y las escuelas flamencas

Abuelo, ¿estás a favor de las clases de cante? Sí, pero solo si las clases las dan personas que sepan cantar, que conozcan la historia del cante y que sepan dar una clase, que no todos valen para eso. Abuelo, no tires la piedra y escondas la mano, que luego las pedradas me las llevo yo.


– Abuelo, no te quería molestar pero te necesito. Estos días hay un interesante debate sobre los flamencos en los conservatorios, los maestros que enseñan y otras yerbas. ¿Qué me puedes decir de este asunto? ¿Cuál es tu opinión?
– Mira, Manolillo. Cuando aún no existía el flamenco o no se conocía con este nombre, en la segunda y tercera década del XIX, ya había academias o escuelas de baile en Sevilla, de maestros boleros como Félix Moreno, Miguel de la Barrera o Manuel de la Barrera. Y desde entonces no han desaparecido, siempre ha habido academias y las hay en la actualidad por todo el mundo.

– ¿Y hace falta titulación para dar clases de cante, por ejemplo?
– En un conservatorio se exige título, y me parece bien. Un buen cantaor puede dar clases de cante, cómo no. Pero una cosa es saber cantar y otra conocer los métodos de la docencia musical. ¿Me entiendes?

– ¿Crees posible que se pueda enseñar a alguien que no esté dotado para el cante?
– Rotundamente, no. Se le puede sacar el dinero, que es lo que hacen muchos y muchas, pero ese es otro tema.

– Abuelo, no tires la piedra y escondas la mano, que luego las pedradas me las llevo yo.
– Vamos a ver, inocente, que eres un pavo. Esto de los cursos de flamenco es un negocio y hay maestros que enseñan bien y caraduras que van a llevárselo. ¿Lo quieres más claro?

– ¿Tienes alguna anécdota sobre esto de enseñar a cantar a alguien por soleá o tangos?
– Sí, tengo una muy buena. Estaba yo un día sentado en un bar de Sevilla con Antonio el Sevillano y el Niño de Fregenal. En el Bar Plata, en la Macarena, donde por cierto trabajó Pepe Pinto de camarero cuando era un chiquillo. Se les acercó un muchacho de unos veinte años y les preguntó que si alguno le quería dar clases de cante, que las pagaría bien porque su padre tenía muchos millones. Antonio y Manolo se miraron y con la guasa que tenían los dos, le siguieron la corriente. “Vamos a ver, muchacho, canta un fandango para que veamos cómo estás”. El hombre cantó un fandango de El Sevillano, precisamente, rematadamente mal, y le dijo Antonio: “Mira, muchacho, como tu padre tiene muchos millones, pídele que te ponga un estanco”. El chaval se fue algo desanimado y le recriminé a Antonio su conducta. “¿Qué quieres? ¿Que le diga que vale para que se haga cantaor y vaya por ahí aburriendo a las ovejas”, dijo.

– ¡Qué malaje El Sevillano, abuelo!
– No, le dijo la verdad, le fue sincero, y seguramente le hizo un favor.

– ¿Tan malo era?
– Peor, Manolillo. Desafinado, con la voz fea, chillón…

– O sea, abuelo, que no estás muy a favor de las escuelas de cante.
– Sí, si las clases las dan personas que sepan cantar, que conozcan la historia del cante y que sepan dar una clase, que no todos valen para eso.

– De acuerdo, abuelo.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

3 COMMENTS
  • Paco de Cái 28 septiembre, 2019

    Yo todo lo que sea flamenco me gusta pero algo tengo de tu abuelo, Manuel, porque yo quiero ver flamenco que haya arte y que no sea lo que algunas veces se ve. Ahora en Jerez con lo de baile veremos que es lo que se ve, porque si me sale un bailaor que desde el primer momento sólo veo da pataitas y saltitos y una paradita y vuelve hacer lo mismo que hizo, en eso no veo arte, lo que veo es a uno preparándose para la olimpiada.

  • Paco Benitez Flamenco 30 septiembre, 2019

    Pues si llevas mucha razón el abuelo,, y es que hoy en día, el que no quiere ser artista del flamenco quiere ser pianista, o violinista,, el caso es tener ese don (llamemos-le así) para congraciarse con un publico , Señores no nos equivoquemos el cante nunca se ha enseñado,, siempre que yo sepa y tenga uso de razón (que ya son muchos) el cante por muy leve que sea,hay que echarle garra y darle de comer a diario con buenos tonos de voz delante de un espejo y saber ante todo pronunciar las letras que luego viene el quejío y luego el duende,, que aparece donde menos lo tenemos aunque sea en un bolsillo ,,pero te hace sentir y incluso lagrimear de escalofrió,, En resumen digan los entendidos y no entendidos que el cante hay que fraguarlo amarlo, mimarlo,y como no mamarlo, darle una dosis de buenos compases y dejemosno, de pamplinas y de mierda de academia..Los cantes son de nativitati y de las entrañas mamadas. Este no es un viejo pero sabe distinguir y comparar.. Paco Benitez

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