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Un castillo para dos ecos gitanos de jondura

Enrique El Extremeño presentó en el Castillo de Utrera su nuevo espectáculo, 'Extremo jondo'. «El cante es sabiduría y técnica, pero también fuerza, pundonor y amor propio».


Apenas voy ya a los festivales, porque me aburro y prefiero el tedio del sofá y la tele, o trabajar en mis otras cosas, que no solo de flamenco vive el hombre. Ayer me apeteció irme al Castillo de Utrera para asistir al estreno de Extremo jondo, del cantaor Enrique el Extremeño. Pisar Utrera, aunque sea para llevar una pizza, es ya un placer extremo. Pero ir a escuchar a dos de los cantaores más puros del momento, llamados de plata por ser maestros del cante atrás, pero que son de oro viejo, el Extremeño y Juan José Amador, es un placer casi descontrolado. He crecido escuchando a estos dos grandes maestros del cante.

Parece que fue ayer cuando, viviendo ya en Sevilla, en Su Eminencia, compré un disco sencillo de Amador, cuando tendría 16 años. Dame veneno, ¿se acuerdan? Él y José Manzano salieron al mismo tiempo. A mediados de los setenta, el flamenco atravesaba un gran momento y de vez en cuando salía una voz distinta. Algo más tarde descubrí al Extremeño en un programa de televisión y me quedé con su portentosa voz en el sentido. Anoche fue muy emocionante verlos de nuevo juntos en un escenario, a dos históricos contemporáneos que son referencias del buen cante, sin clasificaciones: el que canta bien lo hace lo mismo detrás de una bailaora que sin bailaora.

 

«El de ‘Extremo jondo’ es flamenco sin fisuras, palos clásicos pasados por el tamiz de lo actual. La serrana de Juan José Amador fue una pelea tremenda, y el Extremeño nos regaló un curioso preámbulo de tonás, trillas y romances, con un cuadro de acompañantes de una fuerza descomunal»

 

 

Ayer no fui a Utrera como crítico, sino como amigo y admirador de estos dos artistas. Son ya veteranos y como lo han dado todo siempre, sus voces acusan el desgaste, lo que les obliga a pegarle bocados al cante. Fue una pelea de principio a fin y cada tercio era una emoción distinta. El espectáculo, por parte de Enrique, estaba basado en sus seis discos y cosas nuevas. Comenzó algo nervioso, pero en cuanto vio que tenía aliados entre el público, entre ellos cantaores como Itoli de los Palacios, el Distinguido y su hijo, Miguel Ortega y Antonio Campos, entre otros, lo dio todo sobre el escenario.

El cante es sabiduría y técnica, pero también fuerza, pundonor y amor propio. Lo de anoche fue flamenco sin fisuras, palos clásicos pasados por el tamiz de lo actual. La serrana de Juan José Amador fue una pelea tremenda, y el Extremeño nos regaló un curioso preámbulo de tonás, trillas y romances, con un cuadro de acompañantes de una fuerza descomunal, destacando la guitarra de Antonio Santiago, Ñoño, hijo de Enrique, que me sorprendió gratamente, el compás de Los Mellis y el baile racial, de nervio, de Inés Rubio. Sin olvidarnos de Juan Mateo, el teclista Moyi Carmona y el percusionista Juan de Mode.

Fuerza, emoción, corazón, compás y jondura. No fuimos buscando otra cosa. Por eso no salimos defraudados y el público tampoco, que despidió en pie a todos los artistas. Buena recompensa al trabajo.

 

 

Enrique el Extremeño y Los Mellis. ‘Extremo jondo’. Castillo de Utrera, Sevilla. 19 agosto 2021. Foto: perezventana

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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