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Niños prodigios, ¿vidas frustradas?

Es bueno que haya niños en el flamenco, pero formándose bien, con buenos maestros y en buenas escuelas. Lo de empezar en los escenarios es ya otra cuestión.


Al hilo de uno de los premios otorgados a una niña de 9 años en el pasado Concurso Internacional del Cante de las Minas se ha producido un debate sobre hasta qué punto es bueno para el certamen de La Unión el hecho de que premien a una chiquilla que aún no tiene la formación adecuada y que carece de los conocimientos precisos para ganar todo un premio nacional. Un premio que si no llega a recaer en una niña de esa edad hubiera pasado inadvertido para los medios de comunicación. Mi opinión es que o bien Reyes Carrasco, la niña en cuestión, le metió un gol al jurado, o que la premiaron a conciencia buscando el efecto mediático que estaban seguros que tendría, como así ha sido: esta jovencita ha tenido más eco en los medios que la propia ganadora de la Lámpara Minera, la almeriense María José Pérez. Hasta los grandes medios nacionales se tragaron el cebo creyendo que habían descubierto a la nueva Niña de los Peines, si es que en estos medios tienen idea de quién fue doña Pastora Pavón Cruz, que así se llamaba el genio sevillano del cante. Lo dudo.

En el flamenco siempre ha habido niños artistas. Los hay en la actualidad y los va a haber siempre, por su propia idiosincrasia. Siempre ha sido, desde sus mismos orígenes, un arte del pueblo llano y sencillo, de gente de condición humilde, y cuando a una familia pobre le salía un niño con cualidades, lo que llamamos un niño prodigio, enseguida empezaban a subirlo a los escenarios para salir de la pobreza. Eso pasó con la citada Niña de los Peines, con el Niño de Marchena o con la genial bailaora Carmen Amaya. En muchos casos, estos niños prodigios se quedaban sin voz en la pubertad y no pasaban de ahí. Y en otros se consagraban y acabaron haciendo historia, como ocurrió con Manolo Caracol, descubierto por Lorca y Falla en el Concurso de Cante Jondo de Granada del año 1922. Aunque en realidad quien lo descubrió fue Chacón, que fue el que lo llevó a Granada.

Pero son otros tiempos y hoy no se ve nada bien que un niño sea placeado por los pueblos o las televisiones, se considere o no explotación infantil. Reyes Carrasco, la ganadora del comentado premio en La Unión, es hija de una cantaora y de un guitarrista aficionados. Por tanto, ha vivido el flamenco en su propia casa y sintió pronto la llamada del cante. Más que cantar bien, canta con gracia lo que ha aprendido, lo interpreta con cierta habilidad teatral y eso es lo que le valió para llevar al huerto al jurado del concurso levantino. ¿Podemos estar ante una futura cantaora de calidad? Es difícil saberlo, solo el tiempo lo dirá. Ojalá sea así, porque sería importante para este arte, que precisa de una renovación lógica como todo género artístico. La niña tiene una afición desmedida para su edad, es feliz cantando y eso es hermoso. Lo que sería trágico es que la hiciesen creer que es ya una estrella del cante, se llene de ilusión y en el cambio de voz tenga problemas y acabe dejando el cante, lo que supondría para ella una enorme frustración. Y ya sabemos a qué conducen las frustraciones.

Resumiendo, estoy de acuerdo en que es bueno que haya niños en el flamenco, pero formándose bien, con buenos maestros y en buenas escuelas. Lo de empezar en los escenarios es ya otra cuestión.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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