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Se lo tendrán que currar más

El cante es un don, aunque tenga su parte de oficio. Es una gracia con la que se nace: una voz, un sonido, un metal… Si no hay emoción, transmisión y repeluco, no es flamenco. Y tampoco es flamenco si lo que cantas por soleá no se ajusta a unos cánones.


Existe la creencia, y nos lo reprochan bastante los artistas, de que los críticos de flamenco queremos imponer por la fuerza cómo se debe cantar, y no es así. No es al menos en lo que respecta a mí. Lo he dicho muchas veces y no me importa decirlo una vez más: exijo respeto por lo ya hecho, sobre todo si es bueno, y luego que cada cantaora o cantaor se exprese como lo sienta. Me molesta bastante que cuando empiezan a cantar se ajusten bastante a los cánones para ganarse a los aficionados y encontrar un sitio en las peñas y en los festivales de verano de los pueblos, y luego se pasan a las canciones aflamencadas para ganar dinero, cantan boleros o baladas y se olvidan de lo clásico, cuando no lo destrozan, como hizo Rocío Márquez con el Niño de Marchena, en El Niño.

No voy a dejar de opinar sobre lo que hace la artista onubense, porque sería como renunciar a ejercer mi derecho a opinar de lo que me dé la gana. Personalmente estoy ya cansado de apoyar a buenos intérpretes del cante que al final acaban queriendo ganar más dinero o ser cantantes. Pero no contentos con eso, se dedican después a despotricar de la crítica llamándonos talibanes, retrógrados o machistas. Así que de aquí en adelante, en vista de cómo está el panorama, los que quieran elogios y apoyos se los van a tener que currar un poco más, porque estoy cansado de ayudar a jóvenes que en cuanto pueden le dan la patada al cante serio para hacer discos infumables que acaban siendo olvidados por los aficionados en cuatro días.

El cante es un don, aunque tenga su parte de oficio. Quiero decir que es una gracia con la que se nace: una voz, un sonido, un metal… Luego aprendes la técnica y adquieres conocimientos. Pero si no tienes algo dentro, algo innato, es difícil que llegues a ser un buen cantaor o una buena cantaora. Y si lo consigues, siempre se notará el academicismo. Si no hay emoción, transmisión y repeluco, no es flamenco. Y tampoco es flamenco si lo que cantas por soleá no se ajusta a unos cánones. No creo que sea tan difícil de entender. Que Estrella Morente es muy buena artista, y que canta bien, es innegable. Pero quitando el primer disco, producido por su propio padre, ¿qué más ha hecho? Entonces, ¿tenemos que seguir diciendo lo buena que es, haga lo que haga, aunque se pase a la copla?

Me he llevado una enorme decepción con Rocío Márquez, una artista que logró enamorarme cuando ganó la Lámpara Minera de La Unión, en 2008. Yo estaba en el jurado y tuve que esforzarme para convencer a algunos de los miembros de que era la merecedora del premio. Lo hice porque cantó de maravilla y porque le vi una proyección. No me equivoqué, ¿no? Hoy me pesa haberla apoyado porque al final se ha marchado a un mundo musical que me interesa muy poco, aunque a ella le dé dinero y premios. Como cantaora es bastante mediocre, y como cantante, sinceramente, las hay mejores, aunque esto es siempre una cuestión de gustos. Por tanto, es una artista que dejó de interesarme desde el punto de vista flamenco. Pero si he sido duro con ella no ha sido por cómo canta ahora, sino por lo que dice cada vez que le hacen una entrevista. Es decir, todos los días. No he conocido jamás a un artista flamenco que haya dicho más tonterías que ella, sinceramente.

La última ha sido decir que ella es una cantaora con criterio porque ha estudiado, porque ha ido a la Universidad, que es una manera de ofender a tantas y tantas cantaoras que no pudieron estudiar ni matricularse en ninguna universidad, desde la Niña de los Peines a la utrerana Mari Peña o La Macanita. Por tanto, Rocío Márquez no me interesa ya para nada y dejaré de escribir sobre ella hasta que no haga algún día un disco con pellizco.

 

Foto: Cartel de un ciclo de canción española en la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Almuñécar.

 

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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