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Se nos fue Gabriel Moreno

Cantaor largo, destacó en los estilos de su tierra, Linares, pero era un colosal intérprete de los tangos y se defendió siempre muy bien en solares seguiriyas, tonás y fandangos


Ayer murió en Madrid el gran cantaor Gabriel Moreno Carrillo, Gabriel Moreno en los carteles. No por esperada es menos dolorosa esta noticia. Lo digo porque llegué a tratarlo en Sevilla y era uno de esos cantaores que nunca te dejaban indiferente. Y ha muerto totalmente olvidado, como tantos otros. Gabriel no fue un hombre con suerte y no es porque no cantara bien, que fue una figura importante y con sello propio, sino porque la suerte no quiso estar nunca de su parte. Era hijo de La Carlotica y nació en Linares en abril de 1941. Tenía 77 años y estaba ya retirado desde hacía años por sus continuas depresiones y un desencanto general. La última vez que almorzamos juntos fue en Sevilla en compañía de Juan Valderrama, Naranjito de Triana y Juan Antonio Valderrama. De eso hace muchos años y se sentía ya apartado de los escenarios antes de decidirlo. “Esto se va”, decía con amargura este genial cantaor que presumía de haber tenido como referencias principales a Pastora y Tomás, Marchena y Valderrama. Ahí queda eso. Lo veías por la calle y sabías que era artista flamenco a dos kilómetros, porque era un hombre elegante, siempre vestido de manera impecable, cantara ese día o no. Enseguida lo ibas a ver en un bar con un chándal o en bermudas. Y hablaba de sus maestros como si lo hiciera de Dios, sin criticar nada de ellos, sino todo lo contario: los elogiaba constantemente. Como cantaor se colocaba él mismo en la Casa de los Pavón. O sea, de Pastora y Tomás, sobre todo de Pastora. A ella le cantaba aquella letra por bulerías que decía:

Como cantó Pastora

nadie ha cantao, nadie ha cantao,

gitanos y flamencos la hemos llorao. 

Como su familia se trasladó a Málaga, se le tuvo por malagueño y allí comenzó a cantar como profesional siendo un niño todavía. Emigró pronto de Málaga para irse a Norteamérica, y luego llegó su etapa de cantaor de cuadro en los mejores tablaos de la capital de España, donde trabajó mucho con el guitarrista madrileño Serranito y con la bailaora navarra Lucero Tena, la reina de las castañuelas. El tablao era su escenario favorito, aunque cantó mucho en teatros de todo el mundo, siendo de los primeros que lo hizo en Moscú.

Cantaor largo, destacó en los estilos de su tierra, Linares, pero era un colosal intérprete de los tangos y se defendió siempre muy bien en solares seguiriyas, tonás y fandangos, con un estilo suyo muy difícil de interpretar, de ahí que no vaya en el repertorio de los cantaores actuales. Un cantaor de los pies a la cabeza y, sobre todo, un artista que sabía estar en un escenario. Una gran pérdida, sin duda, porque no quedan ya apenas cantaores de su generación. Y mucho menos de esa escuela tan buena que tanto se echa de menos.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

2 COMMENTS
  • MARI WATANABE 20 marzo, 2019

    Muy interesante y muy de verdad.
    me gustaría poner la traduccion de la resumen del articlo,en japones para un articlo de la revista de japon. un saludo.

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