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Antonio el Pipa, con el baile de cara

El bailaor jerezano cosechó el aplauso del público sevillano con su 'Así que pasen veinte años', en el ciclo Flamenco viene del Sur, Teatro Central.


Por Luis M. Pérez. 8/3/2018. (Foto: Flamenco viene del Sur)

Nos dieron tregua las aguas para vadear el curso del río Marzo, ese mes que este año cambia en Sevilla sus flores por fango, su azahar por encogido gesto bajo la manta. Qué frio, niño. Si solo hay que echar un vistazo a la multitud de caras rancias, leyendo las programaciones de los ciclos, de lluvia en lluvia, y de lluvia en desencanto.

La oferta del martes en Flamenco viene del Sur era suculenta. No hace falta más que oír su nombre para calzarse los zapatos teatreros y acudir al Central con la cara lavada y los poros abiertos. Es Antonio el Pipa (Jerez de la Frontera, 1971) el que baila esta noche. Antonio Ríos Fernández, del barrio de Santiago, el nieto de Tía Juana, el sobrino de Juana y de Antonio, los del Pipa. Nos trae toda su sabiduría, la de su saga y la suya propia. No es un espectáculo nuevo, ya se estrenó el año pasado en el Festival de Jerez y en la Bienal de Málaga, en un formato mayor y con el lujo de las actuaciones de Concha Vargas, Juana la del Pipa y María del Mar Moreno. Sevilla, hazte valer, mi alma.

Se trata del espectáculo Así que pasen veinte años. No, no es una adaptación de la novela homónima de Juan Marsé, ni tampoco un homenaje a la premonitoria obra teatral de García Lorca Así que pasen cinco años, completada el 19 de agosto de 1931, exactamente cinco años antes de la trágica muerte del poeta granadino. Antonio el Pipa quiere agradecer a la vida los veinte años de trayectoria artística de su compañía. Para ello hará un recorrido por sus principales espectáculos, sin más rollos conceptuales que le quiebren la sesera al paciente aficionado, que lo único que quiere es verle levantar los brazos y entregarle su alma flamenca durante hora y media. Ni más ni menos, que es mucho.

Tiene Antonio el Pipa una forma particularísima de expresar su arte. Más que con los pies, pues nunca ha sido un portento del tren inferior, este gitano te baila con la cara. Tiene un físico envidiable y una figura ideal para pintar estampas costumbristas. Salió de tabaco y azabache, como si fuera a torear una goyesca en Ronda, y se comió al respetable a dentelladas, la gracia y la fiereza pintadas en su boca, las pupilas rebosantes de baile para mirar. Alegrías de su espectáculo Gallardía, palabra ideal para definir su porte flamenco. Justo antes, tres solventes cantaoras se encargan de dejar claro que el cante tiene un papel importante en la velada, con La Trilla, del espectáculo Vivencias.

Aparece Macarena Ramírez, grandísima bailaora de Chiclana de la Frontera, un lujo para cualquier compañía. Su figura aniñada hecha un ovillo todo blanco, sobre una silla solitaria. Antonio le ordena bailar, la fuerza, literalmente, a bailar tras recibir su desdén. Es una canción por guajiras, incluida en Puerta Adentro. Impecable dominio del abanico, es tal su gracilidad y su magnetismo que no hay forma de dejar de seguir sus evoluciones por las tablas. Y, aunque vienen anunciados en el programa de mano, no hay lugar para los martinetes ni para las seguiriyas, no vaya a ser que al respetable le vaya a dar un cólico de pureza, con los tiempos que corren.

Lo que no faltaron fueron unas cartageneras clásicas, la de los Pícaros tartaneros, engarzadas con unos tarantos a compás de tangos para el baile de Antonio, quien, ya metido en faena, siguió creando estampas pintureras al compás del tres por cuatro. Fue quizá la parte más floja de la noche.

Si la materia prima es buena, ponle buenos ingredientes y ya tienes el guiso hecho. Si a ello le añades la dedicación, el esfuerzo y la entrega de grandes profesionales, el plato está para comérselo. Fue la noche de Ofelia Márquez, bailaora gaditana afincada en Rota, que se estrenó como pareja de baile de Antonio el Pipa. Feliz ejemplo de baile por derecho, estaremos muy atentos a su evolución. Su baile por bulerías romanceadas, entre Lebrija y Utrera, y su final de fiesta exprimieron lo mejor de Antonio, que se sintió más gitano que nunca, sacando partido a ese par de brazos tan flamencos y que son parte de su sello de identidad. Y ese baile de cara, al que antes nos referíamos, esa mueca provocadora entre pícara y lasciva, ese gustarse derivado de sentirse a gusto. Abusando de los desplantes, eso sí, y de los paseíllos a destiempo. Pero eso no es nada nuevo en él.

No queremos dejar de lado a los tres guitarristas, Juan José Alba y Javier Ibáñez, responsables de la música, y Dani Ramírez. Aunque a priori resultó difícil entender el porqué de las tres guitarras al unísono, la verdad es que trasmitieron un sonido limpio e inteligible, producto quizás también de Alan Gil, responsable de sonido. Las luces de Elena Postigo, al fin un espectáculo fuera del blanco y negro, y las ilustraciones y animaciones sobre el fondo del escenario, a cargo de Domingo Martínez contribuyeron a esa sensación final de éxito.

 

Ficha artística:
Espectáculo: Así que pasen veinte años. Compañía Antonio el Pipa.
Ciclo: Flamenco viene del Sur
Lugar y fecha: Teatro Central, Sevilla. 6/3/2018
Al baile: Antonio el Pipa, Macarena Ramírez, Ofelia Márquez, Laura Bejines, Margarita Ruiz de Castro y Pilar Ramírez.
Al cante: Sandra Zarzana, Fanía Zarzana y Toñi Nogaredo.
A la guitarra: Juan José Alba, Javier Ibáñez y Dani Ramírez.

 


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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