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Banca y flamenco, un binomio que funciona en Sevilla

Los jóvenes de la Fundación Cristina Heeren, becados por la Fundación Cajasol, mostraron su aprovechamiento académico sobre las tablas de la Sala Chicarreros, Sevilla.


Sevilla, siete de la tarde, y mira la fecha a la que estamos. No vayas a hablar de calor. Mira esa Sala Chicarreros, la de los Jueves Flamencos de Cajasol. Media entrada larga. Son jóvenes, muy jóvenes. Acaban de terminar su curso de nueve meses en la Fundación Cristina Heeren, la norteamericana que lleva décadas apostando por la enseñanza del flamenco. Es la mejor escuela del mundo, pregunta por ahí. Siete fueron los elegidos para recibir una beca para su matrícula. Se las concedió la Fundación Cajasol, «la entidad privada que más ha hecho por el flamenco, sin duda», según reconoció la propia Cristina Heeren delante de su presidente, Antonio Pulido.

Pulido y Heeren sellaron en público la renovación de su convenio. Más becas para el curso que viene, y que sean por muchos años. El acuerdo de colaboración quiere «respaldar la formación de nuevos talentos del cante, el baile y la guitarra». El programa de becas se denomina Jóvenes en Arte Flamenco Cajasol, y esta que viene será su segunda edición.

Y ahora, vamos a comprobar el aprovechamiento de los siete becarios: los bailaores portugueses Joao Lara y Joao Carlos Espiga. La cantaora jienense Alba Martos y el cantaor malagueño Jesús Vela. Y los guitarristas Juan AnguitaFrancisco Javier Gómez y Juan Manuel Oviedo, este último de Argentina. No están solos. Sobre el escenario están acompañados por profesores y alumnos de cursos superiores. Las bailaoras Irati Oraá, Estefanía Cortés y Alejandra Pachón. La cantaora Marián Fernández. Y el gran guitarrista de origen armenio Vahan Davtyan. El compás estuvo a las órdenes del joven Juan Tomás de la Molía, que demostró ser un excelente bailaor con solo una pataíta de veinte segundos.

Ámonos, niña, échale papas. Son sus compañeros, que los jalean desde el patio de butacas. Bonito gesto que, por cierto, se aprecia afortunadamente entre los jóvenes artistas del flamenco. Muchas y muchos van a las peñas y a los teatros a ver y escuchar a sus compañeros de profesión. Eso entre los mayores no se ve tanto. No digo todos, que algunos sí. Pero tú me entiendes, prima.

Se abre la lata de los tangos, cuatro guitarras en escena, a mano derecha. En el centro dos cantaoras, y dos jóvenes delgaditos que tocan las palmas. Tú aún no lo sabes, pero el más alto y enjuto es un cantaor malagueño que va a sorprenderte. Lo mismo que el otro, que ejerce hoy de palmero, aunque es un buen bailaor. Yo sí lo sé. Me lo acaba de decir una muchacha que está sentaíta a mi vera. Me va soplando los nombres, si no, ni cómo, ni cuándo iba yo a saberlo. No hay programa de mano, no se puede estar en todo. Son cuatro, y dos seis, y dos ocho. Vendrán más. Tres bailaoras y dos bailaores. Son trece, quillo. Quita, quita, a mí me encanta ese número.

Es el momento grande para dos de los becarios. Los acordes de la vidalita nacen de los ágiles dedos de Juan Anguita, cuya sonanta huele a limpio, a camisa blanca recién planchada. Sale poderosa la voz de Alba Martos, que se atrevió a jugar con las notas desde arriba para llegar con seguridad a los medios. Pero es en los graves donde Alba tiene un jardín precioso, que arrancó los primeros oles de la tarde.

Llama a la puerta con su guitarra Vahan Davtyan, Vahan para los amigos. Soy la farruca de Manuel Torres, pasa, pasa. Vengo con Marián Fernández, que con un tran tran tran tran trantreiro es capaz de conquistarte el corazón. Solidez y seguridad en el atrás, aportada por ambos veteranos para dar tranquilidad al baile del becario. Se llama Joao Lara, y es de Portugal. No te confundas con el otro bailaor, que también se llama Joao. No me lo digas, también es portugués. Sí, y se apellida también Lara, pero para distinguirlos, lo llamamos por su otro apellido, Espiga. Bueno, pues Joao Lara bailó la farruca con distinción, verticalidad y elegancia. Tiene buenos pies para clavar puntillas. Yo sé que te gusta un detalle. Que salió vestido de bailaor, de los de antes, con su chaquetilla grana, tan flamenca.

Una grata sorpresa se llevó mi prima con el malagueño Jesús Vela, al que se le vio algo nervioso en los primeros tercios de la soleá de Joaquín el de la Paula. Pero fue levantarse los pajarillos de la Roezna, y, visto y no visto, el flaco levantó esa voz al cielo de Chicarreros, y se cumplió la letra. Que él alegró sus sentimientos. Y también los nuestros. Pero fue en el duelo de fandangos con su compañera Alba Martos donde Jesús levantó al respetable de sus asientos. Una promesa segura.

Por alegrías y cantiñas bailó el joven Joao Carlos Espiga, que mostró unas maneras sobrias en los brazos y una composición varonil de estampas. A él se le unieron las tres bailaoras, Irati OraáEstefanía Cortés yAlejandra Pachón en una coreografía montada por el maestro Javier Barón. Ves cómo ha merecido la pena. Y al final, nada de calor. Bueno, calor en el escenario, pero aquí abajo, fresquito, fresquito.

 

FICHA ARTÍSTICA:

Espectáculo: Jóvenes en Arte Flamenco Cajasol. Alumnos de la Fundación Cristina Heeren

Lugar y fecha: Sala Chicarreros (Teatro Cajasol), Sevilla. 24/6/2019

Al cante: Jesús Vela, Alba Martos y Marián Fernández

Al baile: Joao Lara, Joao Carlos Espiga, Irati OraáEstefanía Cortés y Alejandra Pachón

Guitarras: Juan Anguita, Francisco Javier Gómez, Juan Manuel Oviedo y Vahan Davtyan

Palmas: Juan Tomás de la Molía

 


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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