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David Lagos, el compromiso de un buscador

En su nuevo espectáculo, ‘Cantes del silencio’, el cantaor jerezano David Lagos aúna en su persona al cantaor estudioso y al artista abierto a experimentos sonoros ajenos al canon tradicional. Sería un grave error si los flamencos creyeran que el dilema se reduce al manoseado vanguardia sí o vanguardia no, heterodoxia o pureza.


En tiempos de identidades exaltadas como los que vivimos, con tanto aprovechado envolviéndose en banderas y gritando consignas sin otro objeto que hacer caja, tal vez sea la memoria una de las mejores formas de ser andaluz desde la integridad y la dignidad. Y el flamenco, que es en sí mismo memoria secular cantada, está llamado a jugar un papel frente a las verdades sepultadas, los silencios interesados.

 

Tal parece el propósito de esta nueva propuesta de David Lagos, que tuvo que desembarcar en el Cartuja Center por problemas sobrevenidos en su emplazamiento inicial, el teatro Lope de Vega. El paso de la bombonera de la sevillana avenida María Luisa al enorme auditorio de la Cartuja debió afectar sin duda al equipo artístico y técnico, más aún tratándose de un estreno absoluto, pero lograron sacar adelante la empresa.

 

Cantes del silencio, tal es el paradójico título, aborda episodios como la ejecución a garrote de siete jornaleros jerezanos en 1884 o la atroz desbandá de la carretera de Málaga de 1937. Como ya se pudo comprobar en montajes anteriores como Hodierno o ¡Fandango!, en Lagos confluyen el cantaor aficionado, estudioso, y el artista abierto a experimentar sonoridades ajenas al canon tradicional, con todo lo que de complejidad y riesgo conlleve ese ejercicio. La trilla inicial, por ejemplo, viene acompañada por un saxofón que marca el compás y un toque de percusión ligeramente cacofónicos, que insinúan los terrenos por los que va a moverse el repertorio.

 

La pieza titulada El Sur tiene su Guernica hace sacar al cantaor su costado más morentiano, que se le contagia hasta el modo de gesticular. La soleá subraya el carácter dramático de la propuesta, que sigue con el baile casi silente de una Isabel Bayón a la que siempre da gusto ver. Un tono que va a contrastar a renglón seguido con la rumba de La Repompa de Málaga a cargo de Melchora Ortega.

 

 

«Ya sé que con esos formatos no se puede aspirar hoy a entrar en los grandes circuitos ni en hacerse un hueco en la Bienal, que el mercado exige una cuota de modernidad y hasta de grandilocuencia. Pero yo no tengo la culpa de que, como quería don Manuel –el nuestro–, una fiesta se haga con tres personas: una baila, otra canta y el otro toca»

 

 

Confieso que no entendí los pasos entre la gravedad de una parte del repertorio y el desenfado de la otra, como si se buscara equilibrar los pasajes más duros con un poco de frivolidad y hasta de parodia, como cuando Miguel Téllez se cantiñea El día que nací yo con pañuelo en la cabeza y labios pintados: de las barbaridades radiofónicas de Queipo a Imperio Argentina. Seguramente tiene una explicación, pero este cronista se quedó completamente in albis ante los citados momentos.

 

Más aún me sorprende el enorme peso que recae sobre Alejandro Rojas-Marcos al piano (y muy bien al clavicordio, por seguiriya) y los ubicuos Proyecto Lorca. Porque, por más normalizado que esté, no parece tan fácil conciliar un cante popular y de raíz como el flamenco con una música culta, académica, contemporánea: aunque el producto final sea de lo más cuidado, el empaste no siempre funciona, a ratos eclipsa el cante, o hace ininteligibles unas letras que, en un trabajo como este, parecen especialmente importantes; se enfría el pellizco y sobre todo se aísla a un lado del escenario al elenco propiamente flamenco, formado por el cajón de Perico Navarro y la bajañí de –nada menos– Alfredo Lagos.

 

De hecho –llámenme antiguo o algo peor–, la parte de Cantes del silencio que más me gustó con diferencia fueron las cantiñas de los hermanos Lagos con Isabel Bayón al baile. Ya sé que con esos formatos no se puede aspirar hoy a entrar en los grandes circuitos ni en hacerse un hueco en la Bienal, que el mercado exige una cuota de modernidad y hasta de grandilocuencia; pero yo no tengo la culpa de que, como quería don Manuel –el nuestro–, una fiesta se haga con tres personas: una baila, otra canta y el otro toca.                 

 

Sería un grave error si los flamencos creyeran que el dilema se reduce al manoseado vanguardia sí o vanguardia no, heterodoxia o pureza. De lo que se trata, al menos en este caso, es de lograr que la música, más o menos flamenca, dé alas a la voz, ensanche el horizonte cantaor, y esto es algo que en Cantes del silencio sucede solo en ocasiones. Y con todo, David Lagos es uno de esos buscadores a los que no se puede perder de vista, porque en cualquier momento encuentra.      

 

 

Ficha artística

Cantes del silencio – David Lagos
XXII Bienal de Sevilla
Cartuja Center, 11 de septiembre de 2022
David Lagos, cante
Alfredo Lagos, guitarra
Alejandro Rojas-Marcos, piano y clavicordio
Proyecto Lorca: Juan M. Jiménez, saxofones
Antonio Moreno, percusiones
Melchora Ortega, artista invitada al cante
Isabel Bayón, colaboración al baile
Miguel Téllez, palmas

 

 

David Lagos. ‘Cantes del silencio’. XXII Bienal de Sevilla. Cartuja Center. 11 septiembre 2022. Foto: Archivo Fotográfico Bienal de Flamenco / Claudia Ruiz Caro

 

Isabel Bayón. ‘Cantes del silencio’, de David Lagos. XXII Bienal de Sevilla. Cartuja Center. 11 septiembre 2022. Foto: Archivo Fotográfico Bienal de Flamenco / Claudia Ruiz Caro

 

David Lagos. ‘Cantes del silencio’. XXII Bienal de Sevilla. Cartuja Center. 11 septiembre 2022. Foto: Archivo Fotográfico Bienal de Flamenco / Claudia Ruiz Caro

 

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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