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Gabriel de la Tomasa, en Tierra Santa

La localidad sevillana de Arahal apostó por el cantaor Gabriel de la Tomasa para homenajear a Arturo Pavón, el hermano mayor de La Niña de los Peines.


Ya era hora de que le dieran un homenaje a Arturo. El hermano mayor de Pastora Pavón, La Niña de los Peines, la mejor cantaora de la historia. Arturo Pavón Cruz. Que no se llamaba Arturo, sino José. Es la primera vez que se acuerdan de él en su tierra natal. Él sí que nació en Arahal. Pastora no. Ya lo hemos hablado muchas veces. Pastora y Tomás nacieron en Sevilla, y tú, erre que erre. Qué maravilla, el libro y la discografía completa de Tomás Pavón. Viene a presentarla su autor, Carlos Martín Ballester, en compañía de José Manuel Gamboa. Charla sabrosa y animada, la verdad.

Arahal es una bella ciudad de la comarca de La Campiña sevillana. Es ciudad porque así la tituló un rey de España, pero es un pueblo. El pueblo que todos quisimos tener en la infancia. Un pueblo de casas blancas, aceitunas prietas y flamenco. Tierra Santa, dice Gabriel de la Tomasa, por dar origen a la estirpe bendita de los Pavones. Él es de otra saga, igualmente importante para el cante jondo: la de los Torre, con ese o sin ese, la de Manuel Torres y su hermano Pepe. Desde Joaquín Lacherna, en Jerez de la Frontera, a La Tomasa y Pies de Plomo en la Alameda de Hércules. Allí se juntaron los Torres y los Pavones con muchos otros, para crear el flamenco de hoy en día.

 

«Gabriel tiene la voz coloreada de matices por los dos lados. Los graves y los medios están conectados a la zona del pellizco con mala leche. Y sabe tirar para arriba cuando hay que subir un puerto de montaña»

 

De Arahal es David Rodríguez Romero. Allí nació en julio de 2000, y allí vive adosado a una guitarra de Ginés Marín. Se ha construido un palacio de pino abeto y palosanto para recordarnos a todos cómo debe ser el acompañamiento al cante. David de Arahal es un tímido parapetado detrás de una sonrisa. Lleva su guitarra acunada como a un niño de pecho. Y los vaivenes de su derecha parecen palmaditas en la espalda de la criatura. Míralo, no me digas que no te recuerda a Moraíto Chico cuando chico.

Quién te ha dicho a ti que Gabriel es madrileño. Gabriel Georgio González nació el Día del Pilar de 1980 en la Macarena. El hijo del maestro José de la Tomasa hizo las maletas un día y escribió una carta a su futuro en la capital de España. Se llevó a Madrid la masa de su sangre y aprendió de memoria las barajas del Corral de la Morería y de Villa Rosa, entre otros. Desde hace tres años pertenece al elenco del Ballet Nacional de España, y trata de compaginar esa actividad con los recitales de cante jondo. Tiene la voz coloreada de matices por los dos lados. Los graves y los medios están conectados a la zona del pellizco con mala leche. Y sabe tirar para arriba cuando hay que subir un puerto de montaña, mostrando unas facultades envidiables. A ti te gusta más el segundo lado, a mí el primero.

Cinco cantes parió, unos con más dolor que otros. No pudo comenzar mejor el alumbramiento, pues rompió aguas con el Corrido o romance de la monja contra su gusto. Partiendo de la estructura y la letra transmitida por José de los Reyes El Negro del Puerto, aportó matices y quejíos inéditos en un cante que, de por sí, es monótono por definición. Y se acordó de El Chozas de Jerez, ya sabes, el que nació en Lebrija, para derramar jondura por toda la Casa del Aire con el Romance de Zaide. El compás de amalgama vino a golpe de bulerías, de bulerías al golpe, de la mano del Conde Niño dándole agua a su caballo, a la orillita del mar. A ti se te empañaron los ojos, que yo te vi, cuando cerró el cante por alboreá:

 

Ese pañolito blanco
que amanece sin señal,
antes que amanezca el día
de rosas lo voy a colmar.

Bonita es la novia,
bonito es el novio,
bonita la cama del matrimonio.

 

A partir de ahí la cosa se quedó en una puerta entreabierta. Gabriel apuesta fuerte en las cantiñas, con letras de su cosecha y de su padre José. De casta le viene la vena creativa, no solo a golpe de lápiz y papel, sino también sobre el escenario. Míralo, parece estar creando sobre la marcha. Pero es lo que tiene cuando arriesgas. Que no siempre consigues la perfección. Desde luego, el que no arriesga no pierde, pero tampoco gana. Gabriel es valiente, y no va a quedarse nunca en la zona confortable. Lo mismo le pasó en las soleares alfareras de Triana, a las que imprimió un sello y una matrícula familiar sobre la base de Ramón el Ollero, Manolo Oliver, El Sordillo… Crea y crea, y mantiene la atención, porque no sabes por dónde va a tirar.

Pero estás en Arahal, Gabriel. Aquí los rancios aficionados quieren soleares de la Cava, seguiriyas gitanas, tonás, deblas, martinetes. Muchas soleares de Alcalá, y bulerías por soleá. Estuviste soberbio por malagueñas, en las que nos hiciste temblar desde la salida. Qué maravilla los trémolos de David. La de la Peñaranda, y la otra con letras propias, cuál era, de la Trini. Suena el toque abandolao de David. Cayetano Muriel abre paso para el cierre por fandangos de Frasquito Yerbabuena. Siempre con tu personalidad, ole tú. Pero acabar en Tierra Santa por fandangos, con el debido respeto a Huelva, a Enrique Morente y a Pepe Rebollo, dejó al público arahalense con esa cara que se les pone cuando miran a su compadre y piensan: ¿y la seguiriya?

 

Ficha artística

Evento: Carlos Martín Ballester. Presentación del libro Tomás Pavón
Actuación: Gabriel de la Tomasa y David de Arahal
Ciclo: Homenaje a Arturo Pavón. Peña Cultural Flamenca Niña de los Peines, Arahal
Lugar: Salón de actos de la Casa del Aire, Arahal, Sevilla
Al cante: Gabriel de la Tomasa
Al toque: David de Arahal

 

Fotos: cienxcienflamenco

 

 


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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