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Lela Soto, soníos negros en un jardín de la realeza

La cantaora jerezana trajo el embrujo gitano a las ‘Noches de los Jardines del Real Alcázar’ en Sevilla.


Es el Palacio Real en uso más antiguo de Europa. La residencia de los Reyes de España cuando vienen a Sevilla. No me digas. Más de diez siglos nos contemplan desde esas murallas. Patrimonio de la Humanidad, no vayas a echar fotos. Estos jardines fueron encargados por Carlos V, con el propósito de que fueran dignos de un Emperador. Esa es la Puerta del Privilegio. A un lado, el Jardín de los Poetas, del siglo XX, llamado así porque ahí se reunían los de la Generación del 27. Sí, Lorca también. En esta otra parte, donde está situado el escenario, la Galería del Grutesco. Me ha dicho el guardia de seguridad que es famosa entre los friquis por haber salido en Juego de Tronos. Cómo te quedas. Fascinante.

A quién venimos a escuchar hoy. A Lela Soto (Madrid, 1992). Nieta del gran Sordera de Jerez. Hija del cantaor Vicente Soto y de la bailaora Luisa Heredia. Este año se ha alzado con el premio Pellizco Flamenco en el Festival de Jerez. Entonces tendrá pellizco cantando. No lo sabes tú bien. Y cómo andamos de guitarras. Viene acompañada por Antoñito Malena, hijo del cantaor Antonio Malena y sobrino del gran Curro Malena. Sí que está tocando bien este chaval.

Buenas noches, dice la niña. Lleva el pelo tirante y la garganta suelta. El cuerpo es de champán, abrazado a un solo volante que trepa en vertical desde sus pies. Su piel, morena. En seguida se siente un viento de poniente que te despeina la memoria olfativa. Son aires de Cádiz saliendo de entre las cuerdas de Antonio Malena. Van por mayores. Cantiñas de la Perla y de Rosa la Papera. El pregón verdulero del mirabrás. Y detrás de la serie, viene una romera con tus cabellos y los míos, que se han enreao. Bien, pero sin brillar.

 

«Lleva el pelo tirante y la garganta suelta. El cuerpo es de champán, abrazado a un solo volante que trepa en vertical desde sus pies. Su piel, morena»

 

A Lela le molestan esos focos de interrogatorio. Hace pantalla en busca de una cara amiga en ese público sepulcral. Qué silencio. Ustedes no tosen, ni na. Vamos por malagueñas, muy afinadas y en su justo tiempo. Don Antonio Chacón, que te quiero con locura, lleva el semblante serio. Preciosos los trémolos, que se abren paso hacia el jardín como aroma de dama de noche. Y cuando las cuerdas vocales de Lela levantan en vilo a don Enrique el Mellizo… Zas, puedes notar los primeros puñalitos rasgándote el alma de los domingos, con lo bien que te quedaba esa camisa nueva.

Después de unas bamberas de la primavera blanca, sin más emoción ni historias que las que se pueden contar desde un columpio, la más joven de los Sordera pidió banderillas de castigo por ver si podía sacarle dos pases a ese público tan respetuoso. Y esa garganta morena se volvió negra por momentos, y el capote de Paula abrochó los tientos a su cintura:

 

A rosas, claveles y alhelíes
se te pone la cara,
flamenco mío, cuando te ríes.

 

Luego enlazó los tientos a una serie de tangos de variado pelaje. Destacar uno en el que hacía honor a la herencia artística de su padre y a la rama de los Sordera. Y fue entonces cuando el público se entregó, verdad, prima, cuando La Repompa de Málaga se levantó de su silla y les cantó sin micro, desde el proscenio.

Habíamos sobrepasado el ecuador del recital. Es un gusto saber cuándo comienza una cosa, y cuándo acaba. La puntualidad del Alcázar de Sevilla tiene fama de británica. Estamos en un recital de una hora, o sea, de sesenta minutos. La jerezana, oriunda de Madrid, rompe las reglas del programa de mano. No terminará su actuación por fiesta, sino por fandangos. Otro tema que agradecer en estos tiempos. No será porque no ha traído palmeros, primo. Será por eso.

 

«Y engarzadas a ese rosario, dos cicatrices reabiertas a fuerza de quejíos y sollozos. Y solo se quedó Juanichi, con el alma desgastada, revolcao en sangre, en mitad de un paraje de ensueño, rodeado de fuentes, lagos y cenadores mudéjares»

 

Porque echamos de menos, al igual que Lela y Antonio, esa fuerza del compás jerezano cuando se arrancaron «a hacer el cante de mi casa, de la saga de los Sordera, un cante que nos identifica». Las bulerías por soleá, soleá por bulerías, bulerías pa escuchá. El cante y el toque más característico de Jerez de la Frontera, un palo en el que Manuel Soto Monje El Sordera de Jerez brilló con luz propia. Por la voz quejumbrosa y doliente de la joven cantaora, fueron desfilando los estilos de María la Moreno, de Antonio la Peña. Y de su pariente, el Sordo la Luz.

Y, antes de los fandangos, muy aplaudidos, Lela Soto y Antonio Malena Hijo se echaron un velo negro sobre la cabeza. Es el luto de la seguiriya, el cante más triste sobre la faz de la tierra. No está su digestión al alcance de todos los públicos. Los dos alaridos de ella, y la variante de él sobre la falseta de Javier Molina, para mí se quedan. Y engarzadas a ese rosario, dos cicatrices reabiertas a fuerza de quejíos y sollozos. Y solo se quedó, con el alma desgastada, Juanichi el Manijero, llamando a su compañerito Cuco, en su casita puerta, revolcao en sangre. Eso sí, en mitad de un paraje de ensueño, rodeado de fuentes, lagos y cenadores mudéjares.

Fotos: Actidea

 

FICHA ARTÍSTICA:

Espectáculo: Rutas Jondas
Ciclo: Noches en los Jardines del Real Alcázar 2019
Lugar y fecha: Real Alcázar de Sevilla. 8/8/2019
Al cante: Lela Soto Sordera
Al toque: Antonio Malena Hijo

 

 


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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