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María Vargas, la reina gitana del cante

Inolvidable recital flamenco de la veterana cantaora en el Festival de Jerez 2020.


Qué ganitas tenía de volver a Jerez, a su Festival. Pensaba yo que este año me quedaba sin venir, y mira tú por dónde. Vengo a ver a María Vargas. La Reina gitana del cante, tal como fue coronada en Jerez de la Frontera en 1968. Como nos recuerda Andrés Raya, «a modo de corona pusieron sobre su cabeza la peineta que en su día usara la célebre bailaora jerezana Juana La Macarrona».

María Vargas Fernández nació en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, en 1947. En 1959, con solo doce años, ganó el tercer premio por tientos y bulerías, en el segundo Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. El primer premio lo compartieron Fernanda y Bernarda de Utrera. Y el segundo, también compartido, fue para Pepa de Utrera y La Perla de Cádiz. Solo para que te hagas una idea de a quién tenemos delante.

El escenario elegido es el Palacio de Villavicencio, no se me ocurre un enclave más digno para una reina. Apenas un centenar de privilegiados podrán ser testigos del ceremonial. Son las seis de la tarde y una ovación te arranca de golpe de los brazos de Morfeo. María pasa regia por tu lado, como una novia morena que se demora en llegar al altar. A tu izquierda, la admiración se libera en un leve murmullo: qué mantón más bonito. Sube a las tablas con Miguel Salado, que hace las veces de padrino. Una silla de espaldas para apoyar el primer martinete:

 

Trin trin triiiiin,
Ay, de un morito a un buen cristianito,
eso nunca se verá,
así moritos se vuelvan
toíta la cristiandad.

 

Otro más, y la toná de cierre. La nobleza se arrodilla, y María toma su cetro por los cantes más sanluqueños, las romeras. Está nerviosa, y lo reconoce. Porque es una responsabilidad cantar en Jerez, yo no soy de Jerez, aunque vivo aquí, y sé que en esta tierra me quieren mucho. Menos mal que tiene a su vera un carro cargado de alpacas de soniquete. Miguel el Palmero e Israel López juegan al frontón del compás cuando Miguel Salado rasga el velo del templo con su mano derecha. Son bulerías por soleá, la marcha real del cante de Jerez. Mira qué forma de templarse, es propia de otro siglo. María comienza a maldecir a su primo, para que le falte, por sus condiciones malas, la salud y la libertad. Y el de la guitarra nos atiza un par de falsetas de esas que te echan el cuerpo palante, con mala leche.

 

 

No, no son las campanas de la vecina Catedral. Es la llamada por seguiriyas de Miguel Salado, que cambia por completo el rictus de la cantaora. María tiene la garganta negra de los que han sufrido. Con la de inicio de Manuel Torre nos deja lacerados de gravedad. Con la segunda, del Viejo de la Isla, tienen que llamar ar doctó:

 

Hospitalito de Cai
a mano derecha,
allí tenía el pare de mi alma
su camita hecha.

 

Se lo decía Juan Talega cuando era chica: no dejes de cantar nunca esa seguiriya corta, que es un cante de tu familia. A la tierra de Armenia yo me quiero ir. Y yo contigo, a cualquier parte. Si me vuelves a hacer el cante de Curro Dulce, con todos sus avíos y sus ayes, no me apartaré nunca de tu lado.

Y a mitad de camino, fue hora de aliviar los corazones. Tientos de Cádiz, recuerdos a La Perla de Cádiz, prima hermana de su padre. Falsetas de almíbar para coronar a Manolo Vargas y presentar los tangos de Pastora Pavón. Una visita a Los Canasteros, el tablao donde debutó de la mano de Manolo Caracol, para componer un ramo de dolientes fandangos. Y las bulerías del Nitri, las más antiguas que se conocen. No te has fijado en las manos de María. Toca las palmas igual que su tía La Perla, me parece estar viendo alguno de sus vídeos. Qué arte más grande. Volverás a Jerez. Seguro.

Fotos: Javier Fergo (Festival de Jerez)

 

Ficha artística

Espectáculo: Recital de María Vargas
Ciclo: Los Conciertos de Palacio – XXIV Festival de Jerez
Lugar y fecha: Palacio de Villavicencio, Jerez de la Frontera. 2/3/2020
Al cante: María Vargas
Al toque: Miguel Salado
Palmas: Israel López y Miguel el Palmero

 

 


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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