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Mayte Martín, la sombra del preciosismo

La cantaora presentó en Sevilla su espectáculo ‘Memento’, con un repertorio en torno a sus ídolos: Pastora Pavón, Juanito Valderrama y Pepe Marchena, entre otros.


Memento, se llama el espectáculo. Tiene tela el nombrecito. Lo traducen por Acuérdate, pero no es lo mismo que Vamo a acordarno. Eso sonaría demasiado flamenco. Memento mori se ha dicho siempre en filosofía: recuerda que has de morir. Carpe diem: aprovecha el momento, que la vida son cuatro días, y dos te los pasas durmiendo. El símbolo es una calavera, sí, como la de Hamlet. Los masones se la ponían en un anillo así de gordo.

Primo, yo creo que se referirá a lo de acordarse de sus ídolos, La Niña de los Peines, Pepe Marchena, Juanito Valderrama… Ahora, que te digo yo, que si fuimos a verla a la Cata Flamenca de Montilla hace doce días, no crees que te ha dado fuerte con Mayte Martín. Pues sí. Es que es muy buena. Mayte Martín es una de las mejores voces flamencas desde hace años, si no la mejor, según grandes maestros. Una voz masculina en los graves y fina en los agudos, es normal que nadie la iguale cuando se acuerda de Pastora, de Pepe o de Juan. Pero eso, por sí solo, no tiene más mérito que cualquier otra cosa.

En Montilla, Mayte montó el lío en un momento, con cinco cantes que anoche repitió calcados sobre el escenario de la Sala Chicarreros de la Fundación Cajasol. Allí lloramos, aquí no. La gente, encantada, oye. Unos pedazos de ovaciones al final de cada cante, que no veas. Ahora sí, silencio de Madrugá de Viernes Santo en la plaza de San Lorenzo. Ni un ole, ni un viva tú.

 

«El recital se convierte en una clase magistral de cante bonito. La agilidad de su garganta le permite andar descalza sobre las brasas de los cantes de ida y vuelta sin quemarse»

 

Comenzó Mayte con dos granaínas floreadas de Chacón. Tomó aguja e hilo y empezó a hilvanar los tercios en el aire con la mano derecha, la izquierda en jarras sobre su muslo. Los trémolos de Alejandro Hurtado son la madeja de la que tira la cantaora. Afinación, timbre, conocimiento. Nada que objetar.

La barcelonesa explica por adelantado lo que se dispone a cantar: la petenera mejicana de Petén y la petenera flamenca. La segunda, con la letra Ven acá, remediaora, que grabó Rafael Romero. La primera, Dónde vas, bella judía, que recuerda a los romances del Negro del Puerto. El último verso va bajando escalones por la garganta de Mayte y al que esto escribe casi se le escapa un ole.

Con las soleares del Mellizo y, sobre todo, las seguiriyas parecía que aquello iba a resultar como en Montilla. Es sorprendente cómo imita el ayeo, y hasta el timbre, de Pastora en las dos letras del señor Manuel Molina. La llamada seguiriya grande, identificada frecuentemente con esa letra que grabaron Chacón, Manuel Torres, Tomás Pavón, Vallejo o la misma Niña:

 

A clavito y a canela
me hueles tú a mí,
el que no huele a clavo ni a canelita
no sabe istinguir.

 

Qué hace mirándose los zapatos. No es eso, está concentrada. Eso será.

A partir de aquí el recital se convierte en una clase magistral de cante bonito. La agilidad de su garganta permite a Mayte andar descalza sobre las brasas de los cantes de ida y vuelta sin quemarse. La colombiana y la guajira de Valderrama. La milonga de Marchena. Y las jotillas y alegrías de Pastora. Todo perfecto, qué afinación, qué bien cantado. Pero no duele, Mayte, esta noche ni un pellizquito. Será porque en Montilla me dejaste llenito de cardenales. O no será por eso. Ah, el teatro entero en pie, de sobra satisfecho.

 

FICHA ARTÍSTICA:

Espectáculo: Memento
Ciclo: Jueves Flamencos de la Fundación Cajasol
Lugar y fecha: Sala Chicarreros, Sevilla. 12/9/2019

Al cante: Mayte Martín
Al toque: Alejandro Hurtado

 

 

 


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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