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Silencio, que canta Perico el Pañero

El cantaor algecireño demostró en el 'templo del cante' que es uno de los artistas más grandes del flamenco de hoy en día.


Fotos: Agustín Rodríguez Martínez



La Peña Flamenca Torres Macarena se encuentra en el centro neurálgico del barrio sevillano de la Macarena, núcleo poblacional extramuros que se aglutinó entre cuatro calles y media frente a las murallas y la puerta del mismo nombre, y junto al Hospital de las Cinco Llagas, hoy convertido en sede del Parlamento de Andalucía. Ubicada en la calle Torrijiano, hace pocos años se salvó por los pelos de su desaparición, pues un vecino nuevo, enemigo del flamenco, se empeñó con afán en cerrarla una y otra vez porque la peña, al parecer, carecía de licencia para la música en directo. Fíjate, en la calle Torrijiano, que allí nació nada más y nada menos que Pepe Pinto, que por allí jugó en su infancia con El Carbonerillo a cantar fandangos. Que enfrente de esa peña vivió y murió el gran Manolo Fregenal, hay que ver cómo está la cosa.

Cuarenta y cuatro años tiene la entidad, los mismos que Perico el Pañero. José Lérida López (Algeciras, 1974) tiene apellido de antiguos fragüeros de Triana, dicen que su abuelo José Lérida Cruz, grandísimo aficionado, vendía paños en Camas antes de emigrar al Campo de Gibraltar y casarse con la algecireña María Cortés Cortés, que cantaba para comérsela por seguiriyas. El patio de la asociación acoge a los socios alrededor de mesas repletas de viandas. Y el ambigú libera copas de manzanilla y espumosa expectación en vaso sevillano. Lo has visto alguna vez en directo, yo sí, pero aquella noche estuvo “más pallá que pacá”. El algecireño es cantaor de inspiración, muchos lo comparan con el gran Manuel Torre, tú sabes.

No le hace falta más que templarse por soleá para hacernos saber que esta noche viene fino. La guitarra de Antonio Carrión recoge los primeros claveles de las encumbradas tablas de Torres Macarena. Aquí no hay megafonía, como tiene que ser, aquí el escenario es un istmo pavoroso, rodeado de cabales por todas partes menos por una. Y ese junco de dos metros comienza a arrancarse soleares del pecho, las lleva cosidas con ayes a su camisa blanca, que si Juan Talega, que si la Andonda, que si Juaniquí:

Tengo pozo en mi casa
y agüita no pueo coger
porque la soga no alcanza

Antonio Carrión toca las campanas de la muerte llamando al duelo por seguiriyas. La presa de silencio religioso que caracteriza a los aficionados de esta peña se desborda en una riada de oles. Qué bonito, Antonio, da gusto escucharte. Y Perico se pliega hacia adentro y se desdobla con la seguiriya de Juanelo, la de las tacitas de caldo, dejando al respetable en carne viva. Y busca en el bolsillo y no saca tiras de bacalao salado, no, sino una baraja de matices con sus ochos y sus nueves, y sus comodines, tiene a Juanito Mojama en la misma mano que a Tomás Pavón, pero cantadas a su forma, sin copiar, creando según avanza la partida.

Unos fandangos para reponer el bujío, que no hay cardiólogos en la sala. Comienza por Huelva, sigue por Pepe Pinto, toma la primera a la izquierda por Rafael el Tuerto, ya no sé dónde estoy. Un desafío para el cronista, pues añade matices nuevos a las viejas melodías. Ése parece del Carbonerillo, no, es el que grabó Isabelita de Jerez, que ella es buena y volverá. Y ése el de Manuel Torre o Dolores la Parrala.

Tras el refrigerio volvemos todos a compás. Espectaculares los tangos lentos de Enrique el Mellizo, rebozados siempre en harina de Antonio Mairena y huevos del árbol familiar. El toque de Carrión aquí alcanzó su máxima cota. Las bulerías por soleá, donde Perico pegó un repaso a todo el álbum de fotos jerezano, a los Pavones, y a su querido Antonio Mairena. Y hasta nos regaló un pícaro guiño cantando las de Rosalía, eh, la de Triana, no quien tú te crees.

Las bulerías cortas de Jerez, le salieron en su punto, sobradas de compás. Después de tanta emoción fue de agradecer el paseíllo que nos dio por la Tacita de Plata, desde la Perla de Cádiz hasta el maestro Juan Villar, y, justo cuando ese gitano de dos metros se puso en pie, la gente se volvió loca. El tipo flaco y desgarbado dentro de ese traje negro tiene precisamente el don de la flamencura a través del movimiento. Mira cómo se recoge, los quiebros que le pega al aire, el taconeo inverosímil antes de cortar en seco. Mira las caras de la gente. Esto es el flamenco.


Ficha artística:

Recital de Perico el Pañero
Lugar: Peña Cultural Flamenca “Torres Macarena”. Fecha: 28/9/2018
Al cante: Perico el Pañero
A la guitarra: Antonio Carrión


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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