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A destiempo

Hoy me he levantado con el aroma de hace varias semanas y os lo he querido contar. Porque el Flamenco si no se cuenta se pierde, y yo no estaba dispuesto a ello aunque fuera a destiempo.


Ocurre cada año una vez. Te pongas como te pongas, raro es que no pase. Y después de dos años volvió. Dos primaveras en las que el cante por saetas quedó relegado a recuerdos o a la esperanza que la ciencia nos obsequiara con su poder para volver a encontrarnos en rincones, calles, callejuelas y balcones donde disfrutar de un posible momento de duende. Cuando han transcurrido tres semanas del Domingo de Resurrección y Andalucía ha entrado de lleno en sus ferias y romerías, esta mañana he revivido la capacidad de emoción que puede llegar a tener un cante como la saeta flamenca.

 

Después de coronarlo y azotar su cuerpo / Lo han clavaíto de pies y manos / como si fuera un ladrón / y te llevaron al Calvario. / Hasta los cielos se estremecieron / Cristo de la Expiración.

 

Junto a la imagen de Santa Ángela de la Cruz, en la céntrica Plaza de Isabel la Católica de Huelva, me encontraba esperando la llegada del Cristo de la Expiración al Convento de las Hermanas de la Cruz. Fue el Miércoles Santo. Al sonar los ayes que hacen de llamada a la siguiriya noté que aquello podría ser diferente a la típica saeta que a veces deja indiferente. Aquella voz me era conocida, y pronto descubrí que en un balcón de la esquina que une la plaza con las calles Niña y Alonso Sánchez la flamenquísima voz de Filomena Auñón Filo de los Patios nos deleitaba con un cante magistralmente ejecutado.

 

Cuando un cante te atrapa por la espalda, a modo de mirada de contrabando o de puñal inesperado, poca explicación tiene. Hay que basar el detalle del mismo en el momento que el/la interprete se encuentra. Intuyo que Filo se encontró frente a frente con la imagen de Jesús crucificado y, sacando los veinte reales del duro que en ese momento atesoraba en su alma, asaetó al propio Hijo de Dios de la manera más flamenca posible. Hacía tiempo, mucho, que no escuchaba una interpretación tan sobresaliente, adornada además de la magia de un momento singular.

 

 

La cantaora madrileña Filo de los Patios. Foto: Antonio Pérez García

 

 

«Cuando un cante te atrapa por la espalda, a modo de mirada de contrabando o de puñal inesperado, poca explicación tiene. (…) Intuyo que Filo de los Patios se encontró frente a frente con la imagen de Jesús crucificado y, sacando los veinte reales del duro que en ese momento atesoraba en su alma, asaetó al propio Hijo de Dios de la manera más flamenca posible»

 

 

Apenas unos días antes, vísperas del Domingo de Ramos, viajé a la villa de Arahal donde el cofrade onubense José Antonio Castilla ofrecía la exaltación de la saeta en la Peña Flamenca Niña de los Peines. Magistral su intervención, donde entroncó la historia de dos ciudades a través del cante por saetas y la cultura que ofrecen sus cofradías. Varias veces a lo largo de la noche me estremecí con el cante de los aficionados y aficionadas de la campiña sevillana, mas fue verdaderamente especial la interpretación de Paco Esquivel. El ilustre flamenco arahaleño salió por exigencias de guion, en el último momento, y casi sin tiempo para hacer voz nos regaló desde un improvisado balcón en el auditorio de la Casa del Aire, dos cantes con sabor a Manuel Torres. Sus peculiares formas de interpretación, unido a esa sabiduría que te dan la veteranía y la experiencia, así como el amor por el flamenco, llenaron de sonidos negros convertidos en notas musicales por saeta el corazón de los que allí nos encontramos. Palabra y voz. Ambos sentimientos de una cultura a la que se ama y a la que se le da la dignidad que merece.

 

Y como si pareciera que después de dos años de silencio el cante por saetas quisiera regalarme otro momento maravilloso antes de la culminación de una bonita Semana Mayor, volvió a ocurrir. Esta vez de manera anónima al Cristo de la Fe, titular de la Hermandad del mismo nombre, de la ciudad de Huelva. Al acercarse el paso de misterio a la puerta de salida de la parroquia onubense, una voz por siguiriyas lanzaba su eco al cielo. Se notaba emoción y, a veces, solo a veces, con eso basta. Porque ese pálpito te obliga a pelear el cante y echar lo poquito que se pueda tener para emocionarte y emocionar. Me llamó la atención la letra elegida, tomada del artista morisco Francisco Moreno Galván:  

 

La tierra se abrió en canales / y el cielo se estremeció / la tarde del viernes santo / al morir el hijo de Dios / por Dios sepultura darle.

 

He querido hacer un breve recorrido de tres momentos diferentes en forma, de tres regalos que el flamenco me ha hecho en las últimas semanas. El Flamenco como cualquier arte tiene sus momentos y sus tiempos. Y cierto es que cuando esos tiempos se unen a la percepción de cada cual, dejan una sensación duradera en la mente y en el recuerdo casi-perenne. De ahí que hoy me haya levantado con el aroma de hace varias semanas y os lo haya querido contar. Porque el Flamenco si no se cuenta se pierde, y yo no estaba dispuesto a ello aunque fuera a destiempo.

 

Imagen superior: Paco Esquivel, en la Peña Flamenca Niña de los Peines, Arahal (Sevilla). Foto de Emilio Castilla

 

 


Huelva, 1974. Nací al Flamenco en una mesa de cabales de la Peña Flamenca de Huelva. Desde entonces, este Arte es mi oxígeno. Cuando me expreso, lo hago desde el corazón y mirando al paisanaje, como si cantara por Huelva.

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