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Serrat, ¿el más flamenco?

El anuncio de la despedida de los escenarios de Joan Manuel Serrat recuerda la deuda del mundo jondo con un creador irrepetible y un aficionado cabal.


El 5 de agosto de 1970, durante una de las primeras visitas de Joan Manuel Serrat a América Latina, el cantautor español fue entrevistado por su colega uruguayo Alfredo Zitarrosa en casa de éste, mientras disfrutaban de un asado. En un momento dado, Zitarrosa le pregunta por el cante andaluz. “Es básico”, responde. “El que no le guste el flamenco, el que no sienta ningún interés por él, el que no se sienta emocionado con el flamenco, difícilmente se puede sentir atraído por ningún cante popular. La lástima que tenemos los españoles es que está muy prostituido, lo han estropeado mucho. Para darlo a conocer lo han hecho a través de vertientes totalmente falsas”.

 

Entre los artistas que más le interesan, cita a “Menese, Jarrito, Fosforito, hasta cierto punto Marchena…”. Y en guitarra, a Paco de Lucía, “un muchacho de 22 años que es el fenómeno más monstruoso que hemos tenido nunca”. El palo que más le interesa es el tiento, “por una razón muy personal: porque a partir del tiento se puede hacer un relato, se puede explicar una historia. Pero como cante, siempre hay que ir a parar a la madre del cordero, que son las seguiriyas”.

 

 

Paco de Lucía y Joan Manuel Serrat.

 

 

Estas palabras cobran un sentido particular cuando se anuncia la retirada de los escenarios del músico del Poble Sec. Una ocasión tan buena como cualquier otra para reconocer la deuda del mundo jondo con un creador irrepetible y un aficionado cabal, que a lo largo de su larguísima y exitosa trayectoria nunca ha ocultado su debilidad por el flamenco y por los flamencos, ya sea incorporándolos en su faena o inspirando a cantaores y guitarristas.

 

 

«A lo largo de su larguísima y exitosa trayectoria, Serrat nunca ha ocultado su debilidad por el flamenco y por los flamencos, ya sea incorporándolos en su faena o inspirando a cantaores y guitarristas»

 

 

“A Serrat el flamenco le llega a través de las coplas que escuchaba su madre”, comenta el gaditano Luis García Gil, autor de libros dedicados al artista como Serrat canción a canción, Mediterráneo: Serrat en la encrucijada, Serrat y los poetas o Serrat & Sabina. “Recordaba haber ido con ella al Teatro Calderón de Barcelona para ver a Concha Piquer, y sus amistades le llamaban La Tonadillera por su querencia hacia la canción andaluza. Y a Serrat la copla acaba llevándole al flamenco”.

 

Entre una y otro, fue célebre la amistad de Serrat con la familia Flores, que se manifiesta igual en la Lolita que graba en 1976 su versión de Como un gorrión, como en el homenaje que Antena 3 dedicó en 1994 a Lola Flores, en el que interpretó Pena, penita, pena ante el ciclón jerezano.

 

 

 

 

Pero no queda ahí la conexión sureña de Serrat, única en el panorama de la llamada nova cançò, que como se sabe miraba más hacia Francia que hacia la Baja Andalucía. El gran hito flamenco serratiano fue su adaptación de La saeta, incluido en su disco de homenaje a Antonio Machado (1969), que acabaría convirtiéndose en marcha procesional. Entre las docenas de versiones realizadas, resulta memorable la de Camarón para televisión en 1990, donde se puede ver a Serrat brindando la introducción y al de la Isla con el texto entre las manos, junto a la guitarra de Tomatito:  

 

 

 

 

No menos esmerada fue la versión de ese mismo tema a cargo de El Pele para el disco homenaje Serrat…eres único (1995), en el que el cordobés oficiaba como único flamenco invitado. Sin salir del verso machadiano, toca recordar también la interpretación que Serrat hizo de Cantares junto a Enrique Morente, inmortalizada por TVE en 1998.

 

 

 

 

Cabe subrayar también que Morente había sido un artista del que el catalán había estado muy pendiente desde los primeros años 70, cuando se le adelantó con su homenaje a Miguel Hernández. Si el de Morente vio la luz en 1971, el de Serrat lo hizo solo un año después.

 

Otra amistad larga y fecunda fue la que mantuvo con Paco de Lucía, en la que no falta un único recital de los dos juntos en la Plaza de Toros de Sant Feliu de Guixols, en agosto de 1979, del que se conserva una grabación que concluye con una interpretación de Mediterráneo con el algecireño a la bajañí:

 

 

 

 

«Lo que no puede negarse es que un artista unánimemente reconocido lleva décadas defendiendo por el mundo la dignidad y la grandeza del viejo arte jondo. Cuentan que, en la intimidad de los amigos, a veces se atreve incluso a cantiñearse por derecho»

 

 

No sería la única vez que la guitarra de Paco acompañara al cantante. En 1989 participa en la grabación del disco Material sensible tocando en el tema Salam Rashid, y en 1992 en el disco Utopía, haciendo lo propio en el tema homónimo. Otras apariciones de figuras destacadas del flamenco son las de Ginesa Ortega, que lo acompañó en el tema Los macarras de la moral, del disco Sombras de la China (1998). Posteriormente, Ortega lo ha versionado en Aquellas pequeñas cosas, incluida en su propio disco Por los espejos del agua (2002) y en catalán el tema Temps de pluja, incluida en el disco colectivo Per al meu amic Serrat (2007), única cantaora del repertorio:

 

 

 

 

O la participación de Chaboli en los arreglos y percusiones del vallenato aflamencado El amor, amor, del disco Cansiones (2000), así como Miguel Poveda, invitado en el segundo homenaje serratiano a Miguel Hernández, Hijo de la luz y de la sombra (2010). En concreto, en el tema Dale que dale:

 

 

 

 

O Carmen Linares en la Antología desordenada (2014) haciendo una vez más La Saeta:

 

 

 

 

Cierto es que los flamencos también han sabido agradecer a Serrat su legado musical, y entre sus muchos homenajes hay uno –Cantares, 2011– que reunió, además de los citados Camarón, Morente, Pele, Poveda y Linares, a Duquende, La Susi, Jose Mercé, Mª Angeles Fernandez y Josémi Carmona, Maria Carrasco, Montse Cortés, Mayte Martín y Diego Carrasco

 

¿Permite todo esto considerar a Serrat el más flamenco de los cantautores? Nadie dijo que la afición fuera un concurso, y en todo caso lo que no puede negarse es que un artista unánimemente reconocido lleva décadas defendiendo por el mundo la dignidad y la grandeza del viejo arte jondo. Cuentan que, en la intimidad de los amigos, a veces se atreve incluso a cantiñearse por derecho. Si lo hace con la honestidad y el corazón que ha demostrado a lo largo de su carrera, seguro que hasta eso le sale bien.    

 

    

 

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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