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¿Está Montoro? Que se ponga…

He de confesar que cuando he leído las declaraciones del Ministro del Interior italiano me han dado escalofríos.


En aquellos momentos burbujeantes que se vivían en la España de junio de 1931, siendo Largo Caballero ministro de Trabajo de la Segunda República, se dieron las circunstancias para crear desde la UGT una “Asociación de Artistas Españoles y de Variedades” a la que entre los dos mil afiliados con los que llegó a contar la agrupación— se acogieron muchos profesionales flamencos de la época. Figuras como Manuel Vallejo, Pastora Pavón, Pepe Pinto, Luis Maravillas, El Pena, Angelillo, Luisa Esteso (vocal), Paco Aguilera (secretario y delegado de Juntas) o el jerezano José Cepero (que desempeñó labores de portavocía) fueron algunos de los que dieron el paso definitivo, según nos cuenta Antonio Conde en su recién publicada obra El poeta del cante (pág. 147). Al parecer hicieron cosas importantes, pero los intereses de unos cuantos empezaron a imponerse sobre los de la mayoría. Todo se agravó durante el periodo bélico, cuando los propios sindicatos se apropiaron de los teatros y los cines e hicieron de interesados programadores para dar trabajo fijo a los artistas que ocupaban cargos de poder. Entre ellos el propio Cepero.

Siguiendo con el texto de Conde (pág. 148, cita 81), la primitiva idea de los artistas era “…elevar el prestigio de la clase y mejora de su situación material, además de ser mejor pagados. Por otro lado, exigían una rebaja de los impuestos que pesaban sobre los espectáculos de variedades. Además pretendían acabar con los abusos de algunos intermediarios. Por último, pretendían defender a los artistas en sus pleitos con los empresarios…”. ¿Les suena de algo todo esto? A mí me suena a que todas esas peticiones podrían hacerse hoy con igual o mayor énfasis porque, como remarcaba el propio Cepero a Josefina Carabias hace 85 años, “aquí los flamencos, que somos tan trabajadores como los demás, andamos cada uno por nuestro lado, sin fuerza para protestar por un atropello” (Ahora, 1931-09-11).

¿No creen que ha llegado el momento en el que los flamencos cuenten con un órgano propio que regularice su situación laboral? ¿Que pelee para que un alta en el régimen de artistas no sea un artículo de lujo? ¿Que vele por desarmar a esos “buscabolos” que llegan con el cuento de que “hay poquito, pero te pongo la guitarra”, cuando la guitarra va casi gratis y él se está llevando una comisión del doble, las más de las veces en connivencia con el presidente de turno? ¿Que haga que la gran mayoría de las peñas flamencas dejen de pagar en negro sueldos lamentables, mientras ejecutan el papel de “víctimas de la tiesura” a las mil maravillas, al amparo de sus correspondientes federaciones? ¿Que ciertas discográficas y productores de renombre atraquen a mano armada a las criaturas obligándoles a correr con absolutamente todos los gastos de la producción (grabación, dietas, fabricación, impuestos, promoción) para ser finalmente estas empresas las únicas beneficiadas de las ventas? ¿O que las instituciones públicas dejen de programar en ciclos específicos de flamenco cualquier otro tipo de música dando gato por liebre a lo que queda de afición, y precio de langostinos de Sanlúcar?

¿Para cuándo una regulación de las tarifas para los guitarristas que no ejercen de representantes y para los palmeros -los grandes sufridores de todo este entramado-, al igual que se hace en los toros con los subalternos? ¿Para cuándo cortar las alas a una Bienal de Flamenco que realmente subvencionan y sostienen los propios artistas viéndose obligados a pedir créditos para poder estar en dicha cita en las condiciones exigidas porque con los cachés que se ven obligados a aceptar no pagan ni el 50 % de los gastos? ¿Para cuándo un pensamiento lógico que lleve a las nuevas primeras figuras a negarse a trabajar el sábado por la noche en el Lope de Vega, y el domingo por la mañana -por cinco veces menos- en los circuitos de las federaciones? ¿Para cuándo acabar con quienes publican en redes sociales infinidad de fechas de recitales, pero omiten aclarar que van tirados de precio a cambio de cerrar el festival de verano y todo en riguroso B? ¿Para cuándo una patada en la boca a quienes han reventado el mercado con estas y otras malas artes, amparándose en una supuesta “ley de la oferta y la demanda”, pero aplicada en la más absoluta ilegalidad?

¡Uy, si los artistas se pusieran de acuerdo! Conociendo el paño sé que estoy pidiendo peras al olmo, pero es que está en sus manos una auténtica revolución que unifique criterios y que garantice —más allá de lo artístico—el futuro del género. Estamos acostumbrados a ver en las “redes” a esos cantaores que sólo montan en cólera cuando el “buscabolos” los ha dejado en el sofá de su casa esta vez. Pero ostias… ¿no lo vais a intentar al menos? Es el futuro del flamenco de las próximas décadas, no sólo a nivel social y laboral,  lo que está en juego. No olvidéis tampoco que en vuestras manos queda —aunque no os lo parezca— el futuro de empresas que funcionan legalmente, de festivales honrados, de promotores serios, de peñas impolutas, de periodistas formales, de particulares que invierten su dinero en vosotros y que muchas veces ni lo recuperan… Alguien debe dar el paso definitivo antes de que cualquiera de los que optaron por la legalidad —jartito de hacer el gilipollas— coja la vía rápida, y en un arrebato de lo que sea, agarre el teléfono y pregunte: “¿Está Montoro? Que se ponga…”

Chemi López
 Musicólogo y Productor Fonográfico


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