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Rycardo Moreno y Joaquín Rodrigo: desencuentro en Aranjuez

La familia del maestro insta la retirada del disco ‘Miesencia’ del guitarrista lebrijano Rycardo Moreno, que contenía una versión libre del célebre ‘Adagio’. El autor de este artículo duda que esta decisión beneficie al legado de Rodrigo, pero lo seguro es que perjudica a la música.


La retirada del mercado de un producto artístico es algo menos extraordinario de lo que pudiera parecer. Basta con que la autoridad judicial competente estime que la obra en cuestión vulnera derechos y libertades fundamentales para que se ordene su desaparición de los escaparates y hasta de los almacenes. Muchas de estas obras son versiones de otras precedentes, censuradas por los autores originales, sus familiares o herederos. Y no pocas veces es el criterio de un abogado el que determina el destino de aquellas.      

Sucedió, por ejemplo, con el caso del escritor Agustín Fernández Mallo, que en 2011 publicó una obra titulada El hacedor (de Borges), remake, lejanamente inspirada en el libro El hacedor de Jorge Luis Borges. Ocho meses después, la viuda de Borges, María Kodama, exigió la retirada del libro. Aunque reconoció que no lo había leído, sino que se había dejado aconsejar por sus asesores legales, tachó el lanzamiento de “falta de respeto” por no haber pedido permiso y no haber pagado los derechos correspondientes.

Con frecuencia, estos desagradables sucesos se evitan mediante mecanismos de control previo. En Francia, por ejemplo, nadie puede publicar las canciones de Edith Piaf sin que una comisión especializada examine antes la grabación y dé su visto bueno. Eso hizo la cantaora y bailaora Ana Salazar cuando en 2003 decidió lanzar un estupendo disco de versiones aflamencadas del Ruiseñor de París. Por suerte, pasó el corte y el álbum pudo ver la luz con éxito.

 

«No sabemos si la retirada de Miesencia beneficia en algo a la memoria de Joaquín Rodrigo. Lo seguro es que con ello pierde la música y pierden sus más desprejuiciados amantes»

 

Me vienen a la memoria todas estas consideraciones ante la sorprendente noticia de que el último disco de Rycardo Moreno, Miesencia, va a ser retirado por la compañía Karonte a instancias de la familia de Joaquín Rodrigo. El motivo, una versión del Adagio del Concierto de Aranjuez incluida en dicho repertorio.

¿Puede la familia del gran compositor valenciano hacer eso? Todo indica que sí. La cuestión es otra. No sabemos si la versión de Rycardo Moreno resultará más o menos lesiva para el legado de Rodrigo. No sabemos si la retirada de Miesencia beneficia en algo a la memoria del maestro. Lo seguro es que con ello pierde la música y pierden sus más desprejuiciados amantes.

 

«El purismo es siempre pobre, venga de las tabernas o de los conservatorios. Larga vida a quienes trabajan amorosamente contra la fosilización, la petrificación, el estatismo, la sumisión al pasado. Manque pierdan»

 

En mi opinión, el disco de Moreno es uno de los más estimulantes que se han grabado en los últimos años. Por su pulcritud, por su riqueza, por su fidelidad a la tradición combinada con el arrojo propio de un verdadero creador. Por todo lo que hace de Moreno, como me atreví a definirlo una vez, un astronauta con unas raíces firmes y profundas. Su versión del Adagio es, de hecho, una composición nueva alrededor de la música de Rodrigo. Puede gustar más o menos, como cualquier cosa que se entrega al público para su juicio y disfrute. Pero difícilmente puede tildarse de denigrante o irrespetuosa.

Claro que Rodrigo es un nombre, si bien famosamente afable y campechano, también particularmente celoso de su producción. En su biografía consta el episodio aquel en que su amigo Tete Montoliú le refirió una espléndida versión que el trompetista de jazz Miles Davis había hecho de su Concierto de Aranjuez en el disco Sketches of Spain. Al parecer, intentó impedir la distribución del disco mientras se preguntaba “¿qué es eso de hacer un arreglo de mi música sin mi permiso?”, y casi cuarenta años después seguía pensando que solo él podía autorizar sus versiones. Por suerte para todos, incluido para Rodrigo, el disco de Miles siguió su curso, y hoy figura como una de las grandes obras de todos los tiempos y de todas las músicas.

No, ni siquiera un gigante como Miles Davis resultaba fiable para el exigente maestro. Sin embargo, nadie podrá decir que Rodrigo fuera refractario a lo jondo, música que sin duda amaba. Prueba de ello es que, cuando Paco de Lucía culminó la hazaña de llevar a escena el Concierto de Aranjuez nota por nota, Rodrigo no solo asistió entre el público, sino que afirmó a la prensa: “Estoy realmente encantado de que mi concierto se interprete el mayor número de veces posible, y me parece muy bien que se aborde en esta ocasión con un tratamiento tan distinto del clásico como es el del flamenco”. Por esa vía entraron Tomatito, Juan Manuel Cañizares y tantos otros… Hasta Rycardo Moreno. 

 

«En la música hecha con rigor y pasión no cabe hablar de traición ni de herejía, porque lo herético ha sido el motor evolutivo de la historia del arte, el acicate sin el cual la guitarra, ese instrumento que vincula a Rodrigo y a Rycardo Moreno, seguiría hoy anclada en los acordes de Alonso Mudarra»

 

No creo que se trate, pues, de la vieja lucha entre músicas cultas y populares, sino de un asunto más simple y pedestre. Tan absurdo resulta negar el derecho de propiedad intelectual de los compositores –¡con todas las hambres que ha quitado!– como ignorar que la esencia misma de este arte es ser recibido y reinterpretado por las generaciones posteriores. En la música hecha con rigor y pasión no cabe hablar de traición ni de herejía, porque lo herético ha sido el motor evolutivo de la historia del arte, el acicate sin el cual la guitarra, ese instrumento que vincula a Rodrigo y a Rycardo Moreno, seguiría hoy anclada en los acordes de Alonso Mudarra.   

Así pues, a un compositor se le debe reconocimiento y retribución, pero tal vez no debería permitirse –no, mejor aún, no debería permitírselo él mismo– ser el dueño absoluto de sus criaturas diseminadas en el aire. No hasta el punto de limitar las posibilidades de quienes le suceden en el tiempo. Alguien se preguntó una vez con cierta sorna qué sería de la guitarra flamenca si los Parrilla, los Morao y los Gastores pusieran el cepo a sus falsetas. Dejo al querido lector que imagine el arte jondo sin la contribución de esas generosas dinastías…   

Permítanme la pedantería de acabar en francés, y por Voltaire: Le purisme est toujours pauvre. El purismo es siempre pobre, venga de las tabernas o de los conservatorios. Larga vida a quienes trabajan amorosamente contra la fosilización, la petrificación, el estatismo, la sumisión al pasado. Manque pierdan.

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

2 COMMENTS
  • Francisco en Paris 9 marzo, 2021

    Gran artículo y análisis

  • Alejandro Luque 10 marzo, 2021

    Muchas gracias por tu valoración, Francisco. Un saludo muy cordial.

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