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Templos de las juergas flamencas

Un día fueron verdaderos templos del cante y de otras cosas, testigos de una forma de vida arrasada por el progreso. Supongo que es ley de vida, algo inevitable, lo que no es óbice para que sintamos el hormigueo de la tristeza en la piel.


El flamenco ha pasado a lo largo de su historia por todos los escenarios, desde las cuevas de Alcalá de Guadaíra y el Albacín o el Sacromonte granadinos, pasando por los corrales de la Cava de Triana y el Barrio de Santiago de Jerez, hasta los cafés, las posadas de caminos, los circos ambulantes, los tabancos de la Alameda de Sevilla y las ventas de toda Andalucía. Mis cuarenta y tantos años en este arte me han permitido conocer muchos de estos escenarios. Tuve el privilegio de vivir alguna noche de fiesta en la famosa Venta Vega de Sevilla, desaparecida en 1989, donde escuché algunas veces a cantaores como el Niño de Fregenal, el Gordito de Triana, Cepero de Cantillana, Joaquín de Utrera o el Niño de Arahal, acompañados a la guitarra por Antonio Sanlúcar, el hermano del gran Esteban Sanlúcar. Antonio vivía en el Barrio Voluntad de Triana, era un hombre grueso de pelo blanco, siempre con sueño, esperando alguna fiesta para poder llevar veinte duros a su casa. La última vez que estuve en esta venta a las afueras de Sevilla, en la carretera de Cádiz, fue en una fiesta dada por Enrique Morente la noche en la que vino a estrenar su Misa Flamenca, en honor de Silverio Franconetti, con motivo del centenario de su nacimiento. Enrique quiso cantar esa noche con el guitarrista sevillano Eduardo de la Malena, al que José Luis Ortiz Nuevo levantó de la cama. Eduardo y Enrique apenas se conocían y estuvieron toda la noche temiéndose, mirándose, hasta que llegaron las claras del día y decidieron hacer algo, unas alegrías. Fue un momento para la historia, el toque clásico del sobrino de la Malena, impregnado de solera, y el estilo innovador del genio granadino. Al día siguiente, la piqueta clausuró aquel templo del cante sevillano, con sus paredes llenas de añejas fotografías y vetustos carteles de toros. Ayer mismo supe que en breves semanas cerrará la Venta Los Cheles, de Mairena del Alcor, después de muchas décadas de vida, en la carretera que une a este pueblo con Alcalá de Guadaíra. Antes de llamarse así era conocida como la Venta de los Nueve Hermanos. Imaginé a Joaquín el de la Paula bebiendo vino con Manuel Torres, al Niño Gloria midiéndose por fandangos con El Curilla de Alcalá y a Antonio Mairena y a su hermano Curro templándose por tonás fragüeras. Andújar y Amapola, los galgos de Manuel Torres, amarrados en la puerta, y Diego el de la Gloria animando las noches de vino peleón y sardinas asadas, unas veces al calor de la chimenea y otras sentados al fresquito en el corral. ¿A quién le interesa ya un sitio como este? A Nadie. En breves semanas, llegará la piqueta y arrasará con todo. Con la historia. Así ocurrió con la Venta Vega y tantas otras, como la sevillana Venta de Eritaña, que un día fueron verdaderos templos del cante y de otras cosas, testigos de una forma de vida arrasada por el progreso. Supongo que es ley de vida, algo inevitable, lo que no es óbice para que sintamos el hormigueo de la tristeza en la piel.

El pasado es eso que perdimos ayer mismo, que vamos perdiendo cada día, sin darnos cuenta, en un suspiro. Cuando paso por lo que fue la Venta Vega y recuerdo aquella noche con Eduardo de la Malena y Enrique Morente, tengo la impresión de que no fue verdad, de que fue solo un sueño. Imagino que ocurrirá lo mismo con Los Cheles, a pesar de que jamás escuché cante en este emblemático lugar de Mairena del Alcor, el pueblo donde vivo desde hace algo más de una década. Inevitablemente, como paso cada día por esa carretera, la de Mairena-Alcalá, un ligero escalofrío recorrerá mi cuerpo al pensar los buenos momentos que se habrán vivido en esa venta, flamencos y no flamencos. Y los malos también, porque la vida es una mixtura de dichas y desdichas.

 

* Artículo publicado originalmente en ExpoFlamenco el 23 de noviembre de 2015

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

1 COMMENT
  • Jose luis 18 abril, 2020

    Los tabancos de la alameda. Curioso. Tengo 62 años, nací en el hospital de la Macarena, he vivido en Triana, La Corchuela, San Pablo, y en el distrito Macarena. He estado detrás de una barra más de 45 años, he escuchado desde ahí detras más fandangos que las butacas del San Fernando, y más conversaciones y charlas de cabales que la cañera del siete puertas. Mi padre tuvo la misma profesión y istinguia tela del telón. Mi abuelo carlos iba a la escuela con Cagancho el torero y…
    en fin, en mi vida, en mi p. vida yo he escuchado esa palabra en Sevilla. Se que son bares de jerez donde hay vino y se canta. Pero aquí…
    Recuerdo hace unos años que pusieron uno en la esquinita de calle rosario, pero duró poco abierto. Lo que vengo a decir es que el único que usa el término para atribuirselo a locales sevillanos, es Manuel Bohorquez. Y no se porqué. A lo mejor tiene una buena razón y me la explica. Muchas gracias, Manuel y perdón por la extensión… Y la molestia

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