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Raúl Montesinos y Pepe Núñez: la actitud de la aptitud

El Centro Cívico Juan de la Cierva de Getafe (Madrid) acogió el VII Encuentro Lunas Flamencas, con el recital de Raúl Montesinos y Pepe Núñez.


Madrid sigue adornándose este mes de abril con sus actividades para el flamenco, que poco a poco va teniendo cada vez más cabida en la capital. El ciclo Lunas Flamencas extiende esta vez la mano a Raúl Montesinos, cantaor de La Puebla de Cazalla (Sevilla) y ganador de la Lámpara Minera en 2004, y al gran guitarrista madrileño Pepe Núñez. A las 12 h de la mañana impartían el taller que lleva por título Los cantes de Silverio Franconetti. La jornada se completó con una actuación de ambos. En esta ocasión, fue el Centro Cívico Juan de la Cierva de Getafe el que amparó la voz y el toque de los artistas.

 

Esta función es especial. Primero, por los artífices protagonistas. Ambos son grandes profesionales, con una trayectoria envidiable e imparable. Y segundo, por el otro gran protagonista de los recitales que siempre es un medidor irrefutable: el público. En este caso, es crítico y habla desde el punto de vista del conocimiento y la experiencia, pero sin perder la humildad.

 

La actuación se estrena con un ramillete de cantes de Trilla. Algo que  sorprende para bien. Los aficionados están acostumbrados a ver abrir innumerables galas con deblas, martinetes, carceleras… pero Raúl marca la diferencia. Pepe Núñez le da tono y él se lanza a cantar con una impecabilidad sorprendente. Algo que hace conmocionarse al patio de butacas y crear unas grandes expectativas para lo que viene a continuación.

 

Raúl es un cantaor al que no se le puede negar la constante pulcritud técnica que desprende su voz. Lo demuestra, por ejemplo, con su interpretación de la malagueña de La Trini y la malagueña del Mellizo. En un primer momento, el artista tiene la delicadeza de modular con inteligencia y precisión. De no abusar del chorro de voz que le caracteriza y saber dosificar la fuerza que de manera natural intercala con cierta mesura. También se va entreverando con la dulzura de la propia guitarra, aunque esta última se torna grave y reflexiva cada vez que da paso a la voz de su compañero. Además, Pepe aporta esa rigurosa tensión necesaria al final de cada palo para ensalzar el cante de Montesinos.

 

A continuación, una taranta que hace bonita y muy precisa, pero quizá ya son demasiados palos que van en la misma línea. En un primer momento, se encuentra en su actuación la ecuanimidad esencial para no saturar de brío. Según avanzan los cantes, se empieza a recordar aquello de que a veces el cante pide ser susurrado y transmitido con cierta melindrería.

 

 

«A Raúl Montesinos no se le puede negar la constante pulcritud técnica. Lo demuestra con su interpretación de las malagueñas de La Trini y el Mellizo. Modula con inteligencia y precisión. No abusa del chorro de voz que le caracteriza y sabe dosificar la fuerza, que de manera natural intercala con cierta mesura»

 

 

Se discierne que Raúl es uno de esos cantaores que marcan la diferencia por tener una calidad vocal que no encuentra adversario y que en un momento dado puede emocionar si se está predispuesto a ello. Quizá esta vez hay demasiada linealidad en lo que se ha hecho hasta el momento. Y cuando los asistentes navegan impasibles en un mar en calma, esperando esa ola que rompa fuerte contra una roca y les haga vibrar de emoción, parece que el mismo cantaor comprende y distingue su necesidad y canta unas cuantas letras por tangos de Extremadura, Granada, el Titi… a la vez que el guitarrista regala falsetas muy íntimas en las que se percibe un estilo personal que mezcla con un toque tradicional. Algo que seduce a sus seguidores.

 

Así, por unos minutos Raúl deja de alimentar la solemnidad para dar paso a un cante mucho más distendido. Aunque la expresión del sevillano sigue navegando en la misma dirección. No se le consigue ver en un papel extremadamente alegre o pícaro, tal y como requiere este palo festero. Es Pepe Núñez el que aporta la sal que le falta a esta ejecución. Pepe es un gran guitarrista y, aunque su gesto facial no es el más expresivo del mundo, consigue esparcir toda su vehemencia y argucia por las entrañas de su guitarra.

 

Más tarde, unas bulerías por soleá. Entre estas letras sobre todo despunta una forma muy personal de hacer el estilo de Rosalía de Triana.

 

Hay veces que el artista se encuentra con oyentes que prefieren escuchar veinte palos seguidos de esos que advierten severidad y suntuosidad. Palos para los que además se necesita precisamente la calidad vocal que posee el protagonista de hoy. Tanto es así que después de los cantes de trilla, los cantes de levante y las bulerías por soleá, alguien del público pide una granaína. Y antes de que haya terminado la frase, Raúl comienza a templarse con ese ‘tiriá’ tan característico. Por su parte, Pepe deja un halo de nostalgia al comienzo, pues hace un pequeño guiño a Paco de Lucía descifrando un trocito del famoso Reflejo de luna.

 

Llega el ambiente seguiriyero y es de nuevo la guitarra la que porta el sentimiento de la exégesis. Por su lado, el ganador de la Lámpara Minera de alguna manera coopera con cierta novedad, pues no siempre se tiene la suerte de escuchar el estilo de Cagancho para comenzar a escindir este palo. También apela a Manuel Torre con una capacidad melismática muy similar a la que desarrolla el propio Manuel en su seguiriya. Es entonces cuando el protagonista comienza a hacer alarde de esa sensibilidad. De esa capacidad transmisora que se echa de menos desde el principio y que además es tan necesaria para que la emoción irrumpa entre los aficionados. Por eso, entre letra y letra llegaba un merecido ‘ole’ y unos cuantos aplausos sinceros.

 

La actuación ha dejado muy buena sensación a los asistentes. A la salida se habla de su método. De aquellas aptitudes y cualidades que Raúl alberga y que le hacen sobresalir como cantaor. Del gran acompañamiento de Pepe Núñez. De esa calidad y claridad que aporta siempre a las actuaciones. Por otro lado, se presentan reflexiones ineludibles, planteando hasta qué punto la seriedad y la corrección deben formar parte del flamenco. Si a veces esa obstinación por la exactitud y la perfección vocal amaina la máxima de la transmisión tan intrínseca al flamenco o ambas condiciones se pueden acoplar de forma proporcionada. Pero en caso de que una tuviera que ir por encima de la otra, queda muy claro y por unanimidad, cuál debe ir siempre primero. Si alguna vez se han parado a plantearse todas estas cuestiones, ¿qué reflexión aportarían ustedes?

 

 

Ficha artística

VII Encuentro Lunas Flamencas
Centro Cívico Juan de la Cierva, Getafe
27 de abril de 2024
Cante: Raúl Montesinos
Toque: Pepe Núñez

 

 


Bailaora madrileña. Graduada en Comunicación Audiovisual por la Univ. Rey Juan Carlos. En Amor de Dios, Casa Patas y Cristina Heeren desarrolló su gusto por la danza y el flamenco. «No somos atletas. Estamos empezando a cometer el triste error de ofrecer al público una confección enlazada de complejos zapateados a una velocidad desorbitada sin la modulación propia de la música que estamos adornando y que nos adorna».

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