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Jorge Pardo, cantar soplando

Jorge Pardo, el flautista mayor del reino flamenco y saxofonista máximo de las Españas, renovó junto al Gran Jefe Paco y su sexteto de fenómenos el lenguaje flamenco contemporáneo proyectándolo al siglo XXI.


La voz es un instrumento de viento. El canto surge cuando el aire hace vibrar las cuerdas vocales. Con una óptima administración del aire el cantante logra emitir frases más o menos largas, lo que en el flamenco se conoce como jipío, vulgo ligar los tercios, con un solo aliento decir dos o más versos, tal y como hacen los cantantes de ópera, que en eso también se parecen el bel canto y el bel canto andaluz, o sea, el cante flamenco. Como tal instrumento de viento, la voz debe tratarse con cuidado para que el sonido sea lo más natural posible. Las impostaciones más o menos agitanadas, las más extendidas, acaban malogrando gargantas y dejando mudos para siempre a muchos intérpretes que confunden el rajo con la pureza. Como siempre lo natural es lo más puro, el cante verdad que decían los antiguos.

 

El cante es insustituible en el arte jondo, el flamenco es el cante, se toca el cante y se baila el cante. Lo repito como un mantra desde que Pilar López me lo inculcó como dogma de fe en aquellas tardes inolvidables de su casa de Madrid. Pero ¿y los instrumentos de viento? No es la voz el único en el flamenco. Desde hace ya muchas décadas los “sopladores” se acercaron a la música jonda. Recordemos al jienense Fernando Vilches (sabemos de su lugar de nacimiento por las pesquisas hechas por Juan Zagalaz), quien exploró la música jonda con Pepe de Badajoz y hasta grabó con el gran Ramón Montoya, y el guantanamero Aquilino Calzada, para el arte El Negro Aquilino, que graba con Sabicas y Manolo de Badajoz. A este se le llegó a conocer como El Marchena del Saxofón por la ornamentación melódica de los cantes que recreaba, y también como El saxofón humano, mientras que a Vilches se le llamó El Vallejo del saxofón. Fueron los pioneros “soplando el cante”.

 

 

«El cante es insustituible en el arte jondo. El flamenco es el cante: se toca el cante y se baila el cante. Pero ¿y los instrumentos de viento? No es la voz el único en el flamenco»

 

 

Después vendrían Miles Davis y John Coltrane con sus geniales flamencuras, más o menos explícitas, y Pedro Iturralde y su “Jazz Flamenco”, y junto a Paco de Lucía aquel “Flamenco jazz”.

 

Como vemos, el saxofón domina el panorama de recrear el cante soplando. El sonido del instrumento de origen belga se adecua bien a la hora de recrear la voz, pero hubo que esperar a 1978 para que apareciese en el panorama flamenco un músico que dominaba no solo el saxo (mejor dicho, los saxos) sino también la flauta, travesera en su caso. El madrileño Jorge Pardo. Como dije en el anterior artículo dedicado a Benavent, también Jorge es doctor en Lucianismo y sorprendió a propios y extraños con la flauta en el disco del Gran Jefe Paco de Lucía interpreta a Manuel de Falla. Al año siguiente en La leyenda del tiempo de José Monge y después de nuevo con el genio de Algeciras en Solo quiero caminar…

 

Siempre que estoy con el gran Jorge le doy la tabarra con disquisiciones acerca de cómo recrear el cante con los instrumentos de viento. Él mismo me ha confesado que su intención primera fue cantar soplando, imitando la riqueza melódica del cante. El cante flamenco tiene una característica esencial: para entendernos, sus melodías no caben en el pentagrama. La riqueza de la escala que utiliza sobrepasa los semitonos de la música escrita debido a que no está “bien temperada” como sí lo está en la guitarra, donde por mor de los trastes la escala se divide en semitonos exactos. El cante se extiende mucho más allá. De ahí el precioso milagro del flamenco, fundir en uno dos instrumentos, uno temperado, la guitarra con otro, digamos atemperado, el cante. Y el saxo también se suele ceñir a los tonos temperados, aunque a través de la boquilla y las llaves se pueden conseguir tonos intermedios muy apropiados para recrear el cante jondo. Aunque para eso lo ideal es la flauta travesera. El sistema Boehm, adoptado mediado el siglo XIX en la flauta, y más tarde en clarinete y saxo, facilitó por medio de llaves la labor a los flautistas que lograban con la embocadura y tapando parcialmente dichos orificios esos cuartos de tono que caracterizan el sistema melódico del cante flamenco.

 

 

«Jorge Pardo es quien ha recreado el cante con una mayor fidelidad en muchas de sus composiciones para acabar construyendo la gramática y sintaxis del saxo y la flauta tocados a lo flamenco»

 

 

El espejo de Jorge fue, cómo no, Camarón, porque si hay una voz rica en armónicos, plena de soníos negros, esa es la de nuestro gitano de la Isla de León. Qué mejor espejo en el que mirarse, de ahí que haya sido Jorge quien ha alcanzado recrear el cante con una mayor fidelidad en muchas de sus composiciones para acabar construyendo la gramática y sintaxis del saxo y la flauta tocados a lo flamenco. Siempre estaremos en deuda con él. Porque si tocas por seguiriya, da igual que lo hagas con una guitarra, un piano o un ukelele, que estás haciendo flamenco. Lo digo para los que dudan.

 

Hace unos años Jorge me pidió unas líneas para un disco y escribí este párrafo que creo resume bastante bien su aportación: “Hay músicos que son maestros en lo suyo pero se entorpecen ante otras músicas, otros logran mezclar lenguajes con cierta facilidad, pero solo unos pocos son auténticos alquimistas, aquellos que conocen la naturaleza y propiedades de los metales que desean fundir y logran obtener arte. Y así lo hecho Jorge Pardo, el flautista mayor del reino flamenco y saxofonista máximo de las Españas. Renovó junto al Gran Jefe Paco y su sexteto de fenómenos el lenguaje flamenco contemporáneo proyectándolo al siglo XXI”.

 

Por la fértil senda de la flauta abierta por Pardo caminan hoy Juan Parrilla, quien además ha escrito un método imprescindible, Domingo Patricio, Oscar de Manuel, Sergio de Lope… El futuro está asegurado. Además, hace unos años otro instrumento de viento se ha unido a la familia, la armónica en manos y boca del gran Antonio Serrano, encargado junto a Paco de recorrer los caminos abiertos por Jorge, ahí es na. Soplan vientos favorables para el flamenco, buenos aires que enriquecen la expresión jonda, y esa corriente se la debemos al madrileño Jorge Pardo, que continúa su labor abriendo espacios para seguir volando. Gracias, querido maestro.

 

El próximo artículo lo dedicaré a mi hermano del alma Rubem Dantas, el tercero en la concordia flamenca más fructífera de todos los tiempos.

 

 


Musicólogo de Vigo (Galicia). Investigador y profesor. Amante de la música. Enamorado del flamenco. Y apasionado de La Viña gaditana.

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