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Flamencos por América conmemoran el natalicio de Federico García Lorca

El 5 de junio se conmemoran 120 años del natalicio de Federico García Lorca, el célebre poeta granadino autor del Romancero gitano, Bodas de sangre y Teoría y juego del duende, entre otras obras de distintos géneros.


El 5 de junio se conmemoran 120 años del natalicio de Federico García Lorca, el célebre poeta granadino autor del Romancero gitanoBodas de sangre y Teoría y juego del duende, entre otras obras de distintos géneros. Lorca, en su hacer poético, siempre buscó rescatar el sentir del pueblo y con esa idea fue precursor y defensor del arte flamenco. Durante la semana de su aniversario, se celebrará en Bogotá el festival Flamencos por América (Tour 2018 / 2019), organizado por la productora mexicana Akaís Chindos, en colaboración con artistas y entidades nacionales del gremio. La presente nota girará en torno de estos dos acontecimientos.

El flamenco en Colombia es pequeño, pero viene creciendo con gran fuerza, al igual que en países como Guatemala, Brasil, Paraguay y Argentina, donde también tendrá lugar el festival. En ese orden de ideas, ¿cabe preguntarnos el porqué de esta expansión actual del flamenco en nuestro continente? ¿Por qué su fuerza en nuestro país y en nuestra región? ¿Existe un arte flamenco de América?

García Lorca, en Teoría y juego del duende, afirma que el espíritu que subyace al flamenco, más allá de la técnica, las letras y quien las interpreta, es “el duende”. A diferencia del ángel o la musa —que inspiran al ser humano desde el exterior y que dictan el arte— el duende es una fuerza que impulsa desde la sangre e implica un combate interno: “el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar […] Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto”. Según el poeta, este duende saltó de los griegos a las bailarinas de Cádiz, al dionisíaco grito de la siguiriya de Silverio… ¿Y a Latinoamérica?

Hay una comedia de los hermanos Machado titulada La Lola se va a los puertos, donde una cantaora (la Lola), tras una serie de encuentros y desencuentros amorosos, decide dejar al hombre que ama y marcharse con su guitarrista para dedicarse enteramente al arte: la Lola se va a los puertos, pero, ¿a dónde se dirige? Nada menos que a Argentina, a América, así como Carmen Amaya en 1936 o, tres años atrás, García Lorca con Bodas de sangre: directo al corazón de nuestra tierra.

Los latinoamericanos se apropian del flamenco y beben de él porque el duende salta de las bailarinas de Cádiz y del grito dionisíaco de la siguiriya de Silverio a nuestro territorio y aquí encuentra material de trabajo: raíces fuertes que se ven quebrantadas por desarraigos forzados fruto de la conquista, de las dictaduras, de las guerras; dolores profundos: una relación tensa entre el amor y la muerte; heridas y cicatrices que se abren cada tanto y un impulso vital que se resiste al abandono y al olvido y que puede llevar a saltar al vacío.

“Para buscar el duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se sabe que quema la sangre como un trópico de vidrios, que agota, que rechaza toda la dulce geometría aprendida, que rompe los estilos, que se apoya en el dolor humano que no tiene consuelo”.

Una buena amiga que vivió en el extranjero me dijo una vez que, al regresar a Colombia, le asombró notar que aquí, en Latinoamérica, hay un particular impulso que no vio en otras partes del mundo y que nos lleva a sobreponernos a pesar de todas las circunstancias, sin importar cuán devastadoras sean… La gente sufre, pero no permanece hundida, sino que salta al vacío a diario y enfrenta la adversidad, aunque “su dolor no tenga consuelo”.

Ese impulso para sobreponerse propio de nuestra tierra, esa berraquera para no dejarse vencer necesita una voz y propicia el juego del duende. De ahí, quizás, la creciente acogida del flamenco en Latinoamérica. Este arte viene de los dolores y las marginalidades de un pueblo marcado por el sufrimiento y, como dice Gerhard Steingress, “es desafío simbólico del hombre frente a la realidad” que en Latinoamérica se nutre de nuestras realidades particulares y adquiere una nueva expresividad.

“Todas las artes son capaces de duende —dice Lorca— pero donde se encuentra más campo, como es natural, es en la música, en la danza y en la poesía hablada, ya que estas necesitan un cuerpo vivo que interprete, porque son formas que nacen y mueren de modo perpetuo y alzan sus contornos sobre un presente exacto”. Así, el flamenco permite expresar nuestra angustia actual, cuando Colombia pide no más guerra, no más odio, más igualdad; cuando cantar a la muerte, al silencio y al olvido sigue siendo un riesgo, porque los denuncia. Aunque el canto se pase, aunque el canto también se olvide.

Pues bien, música, danza y poesía hablada, flamencas, ocuparán la capital del 2 al 9 de junio, cuando se hará sentir el duende del que habla García Lorca en los diferentes escenarios de Flamencos por América, allí se alzarán sus contornos sobre nuestro presente exacto.

 

Clara Ines Galindo Huertas 

 

 


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