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El abuelo y la guasa de los maestros

Entonces, abuelo, las autorías de muchos cantes hay que ponerlas en cuarentena, ¿no? Algo habrá de verdad, pero también hay muchas fábulas. Marchena era también muy aficionado a tomarles el pelo a quienes querían saber igual o más que él. Chacón le llamaba La Vieja, de lo que sabía, pero no de cante, que también, sino de la vida.


– Abuelo, al hablar de las fuentes más fidedignas donde beber para aprender cosas sobre el cante, ¿cuáles son esas fuentes?

– Siempre han sido las mismas: las de los grandes maestros del cante, sobre todo los más viejos. La de cosas que le escucharía Chacón a Silverio, El Mellizo, Junquera, La Sarneta o  Antonio Frijones.

 

– ¿Eran fiables?

– Bueno, el otro día escribiste sobre la fantasía de algunos maestros, y eso hay que tenerlo en cuenta. Sé de buena tinta, y porque algo he vivido, que muchos maestros les toman el pelo a los discípulos o al que quiere aprender. A veces les da coraje, porque consideran que el conocimiento es un patrimonio suyo, de cada uno, y no quieren compartirlo con nadie. A Enrique Morente, por ejemplo, le daba coraje que alguien le preguntara por la autoría de tal o cual cante, de sus rondeñas o alegrías.

 

– Cuéntame algo, abuelo.

– Un día le preguntó un crítico sevillano, el más impertinente del mundo, por una soleá que cantó en un teatro de Sevilla, pero se lo preguntó de una manera muy rara, como para reñirle tras la respuesta, y le sentó mal. Para quitárselo de encima, le dijo: “Esa soleá es de Manolita la Matrona, la madre de Pepe el de la Matrona”. Al día siguiente, el crítico en cuestión dedicó todo un programa en la radio hablando de la soleá de esta señora, que ni siquiera cantaba, y menos por soleá. Con este ejemplo, te puedes hacer una idea de los embustes de algunos de los maestros, que al final han quedado como verdades.

 

– ¿Y cosas de maestros más antiguos?

– Me contaron no hace mucho que Mairena iba con frecuencia a Jerez a que Agujetas padre le cantara algunas cosas de gitanos viejos, y que le daba coraje porque sabía que Antonio era un poco raterillo, ni más ni menos que otros muchos cantaores de su tiempo, porque todos mangan lo que pueden. Cuando le cantó Agujetas cuatro o cinco cantes raros, casi desconocidos, Mairena se fue muy contento para Sevilla, y dicen que dijo Agujetas: “Este se cree que le voy a decir los cantes tal y como son, para que lo sepa mejor que yo. Pues va listo”. Eran cosas de Frijones y Ramírez, creo.

 

– Entonces, abuelo, las autorías de muchos cantes hay que ponerlas en cuarentena, ¿no?

– Algo habrá de verdad, pero también hay muchas fábulas. Marchena era también muy aficionado a tomarles el pelo a quienes querían saber igual o más que él. Chacón le llamaba La Vieja, de lo que sabía, pero no de cante, que también, sino de la vida. Creaba sobre la marcha un cante nuevo, por su facilidad musical, y cuando le preguntaban que de quién era el estilo le daba coraje porque no soportaba eso de que todo lo que cantaba tuviera que ser de alguien anterior, ¿comprendes? Igual que le pasaba a Morente. Los dos eran creadores y les fastidiaba que no se les reconociera como tal.

 

 

«Marchena creaba sobre la marcha un cante nuevo, por su facilidad musical, y cuando le preguntaban que de quién era el estilo le daba coraje porque no soportaba eso de que todo lo que cantaba tuviera que ser de alguien anterior, ¿comprendes? Igual que le pasaba a Morente. Los dos eran creadores y les fastidiaba que no se les reconociera como tal»

 

 

– Sin embargo, abuelo, en el baile no pasa eso. Ninguna bailaora o bailaor suele decir nunca voy a bailar la soleá de La Cuenca, la caña de Pilar López o la farruca de El Gato.

– Pues no, no suele pasar eso. En cambio, en la guitarra sí ocurre. Incluso con quienes no dejaron partituras de sus obras.

 

– Los cantaores son los más embusteros, ¿no es así?

– Sí, ni lo dudes. Pero no eran embusteros con mala intención, sino de guasa. Tú quieres saber más de la cuenta, pues te engaño. Eso era. Matrona era muy peliculero, por ejemplo. Menos que Rafael Pareja, desde luego. Y Fernando el de Triana nos la metió doblada en muchas cosas. Y fíjate, son la Biblia. ¡Coño, Fernando mintió hasta cuando dijo que su padre era un gitano herrero de Triana, sin serlo, solo por darse importancia! Era carpintero y más gaché que un olivo. Por eso te digo, Manolillo.

 

– Por eso es importante investigar, ¿no?

– Muy importante. Demófilo se tragó todo lo que le contó Juanelo de Jerez, en lo concerniente a los estilos. No contrastó nada con otros maestros de aquella época. Hizo una gran labor, pero incompleta.

 

– Bueno, abuelo, que te calientas y luego te zurran. ¿Qué tal el veraneo?

– Pues mira, estoy buscando a un cantaor que hubo en Marchena, El Porquero, que según Pepe Marchena creó la guajira flamenca.

 

– ¿No sería un rollo de don José, abuelo?

– Seguramente, pero tengo que averiguar la verdad.

 

– ¿Prometes volver?

– Después del verano.

 

– Te esperamos.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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