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La Unión y el sentido cultural

En La Unión (Región de Murcia) tienen un enorme sentido cultural con las cosas del cante jondo. Lo jondo, en un pueblo minero, adquiere siempre rango de autenticidad. Lo vemos estos días en el Festival Internacional del Cante de las Minas.


El Festival Internacional del Cante de las Minas tiene sus lagunas y la organización puede o no acertar en sus decisiones y la programación en general. Pero lo que no se puede negar es que en este pueblo tienen un enorme sentido cultural con las cosas del cante jondo. Lo jondo, en un pueblo minero, adquiere siempre rango de autenticidad. En los últimos días hemos visto cómo se le ponía el nombre de la cantaora local Encarnación Fernández a un parque público y ayer mismo, jueves, el de una calle al cantaor Niño Alfonso, padre de nuestro compañero Paco Paredes, el incansable investigador unionense. Y todo ello en una localidad que ya tiene calles con nombres de Pencho Cros, Juan Valderrama, Miguel Poveda, Antonio Piñana, Rojo El Alpargatero, Enrique Orozco, La Paquera de Jerez, Antonio Chacón, Emilia Benito…

 

El mismo Paco presentó su libro sobre Guerrita, el cantaor cartagenero, dando una soberana conferencia con el Salón Piñones hasta la bola. La agenda cultural está siendo un éxito, y esta noche, con el homenaje a Miguel Poveda por los treinta años de su Lámpara Minera, será la bomba. O sea, que además de las fiestas de Gamboa, Manjavacas, el Peyú y otros incorregibles degustadores de los placeres de la noche unionense, aquí se apuesta por la Cultura con mayúscula. Decía Morente que no entendía el flamenco si no era desde la cultura, y ya saben que el de Granada era mi Dios.

 

 

«Tendrían que ver en La Unión el nuevo Museo Minero, donde ayer entrevisté a la bailaora Blanca del Rey. Dan ganas de quedarse de conserje. Existe la Avenida del Flamenco, que es la que va desde la calle Mayor al Antiguo Mercado Público. Aquello parece Hollywood»

 

 

Tendrían que ver el nuevo Museo Minero, donde ayer entrevisté a la bailaora Blanca del Rey. Dan ganas de quedarse de conserje. Existe la Avenida del Flamenco, que es la que va desde la calle Mayor al Antiguo Mercado Público. Aquello parece Hollywood. Igualito que en mi pueblo, que no me invitan ni a la Feria, al pescaíto. Por tener una losa en esa avenida, algunos serían capaces hasta de pagar los gastos del polvero. Qué honor es para los afortunados que todo el que pase por esa avenida lo pueda pisar, pero a compás. Son las cosas de La Unión, donde el flamenco es cosa seria.

 

Hoy nos van a dar un aperitivo a los plumillas de lo jondo. A los miembros del jurado nos dan un bocadillo cada noche, o sea, que si durara el concurso un mes se nos pondría el trasero el doble de gordo. Qué manera de comer en El Vinagrero o en Los Churrascos. Fernando, el dueño de El Vinagrero, es como la madre de todos nosotros. Hasta Gamboa está más rellenito, y eso que sólo duerme de día. Y hoy es probable que acabemos en la Taberna Los Camachos, que se sabe cómo entras, pero no cómo sales, de cómo te pones, con una cocina tradicional que crea michelines.

 

Tendrían que darnos una dieta aparte para nuevo vestuario. Creo que nos engordan para asarnos el último día. Y nos dejamos, claro, porque algunos no partimos pera con la comida. En vez de Lámpara Minera, tendrían que dar un jamón de dieciocho kilos.

 

 

Imagen superior: La calle Niño Alfonso recuerda al cantaor unionense a los pies de la Catedral del Cante. Foto: Fundación Cante de las Minas

 

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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