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O tienes genes o no vales (I) – Silverio Franconetti

¿Qué hubiera pasado si Silverio hubiese sido gitano o de una familia flamenca de Triana? Que no hubiera recibido tantas críticas ni habría sido tan denostado. Era un gachó de sangre italiana que cometió la osadía de querer cantar como los gitanos, o como los gitanos andaluces, convirtiéndose en el Rey de los Cantadores.


No sé si han reflexionado alguna vez o no sobre este asunto que señalo en el epígrafe del artículo, pero yo sí y me apetecía escribir sobre esto. Sobre cómo a los genios que no están respaldados y avalados por una familia flamenca les ha costado más trabajo triunfar que a los que tienen genes de gitanos o flamencos. Empecemos por Silverio, por ejemplo, que es quizá la figura flamenca más importante de la historia de nuestro arte. Fue hijo de un romano, Nicolás Franconeti, y de una alcalareña, Concepción Aguilar. Ninguno de los dos fueron artistas ni venían de artistas, de músicos, actores o cómicos.  

 

De tantos hijos que tuvieron, uno les salió artista, Silverio, cantaor de flamenco. Nacido en la sevillana Plaza de la Alfalfa el 10 de junio de 1831, en la calle Odreros, de niño sintió la llamada del arte y vivió el ambiente de los salones de baile y las fiestas en corrales de vecinos. Tuvo vecinos como los profesores de baile Miguel de la Barrera y Félix Moreno; las boleras Manuela Perea y La Campanera, y el célebre actor José María Dardalla, animador cultural de la ciudad amurallada, que vivió siempre en las cercanías de la Catedral.

 

Emigrado a Morón de la Frontera con sólo una década de vida, en esta localidad sevillana contactó con familias gitanas, ambiente que vivió en plena adolescencia. Le encantaban las fraguas de los gitanos, esos ratos de los herreros en los que cantaban sus martinetes y tonás, seguiriyas y romances. Su madre ya había decidido que sería sastre, como su padre y el hermano mayor, Nicolás, pero lo que le gustaba al niño Silverio era el cante, cantar en la calle, en las plazas y en las fiestas vecinales. Tenía el don de la voz y a pesar de que era un niño enfermizo, era capaz de elevarla al cielo.

 

 

«A los genios que no están respaldados y avalados por una familia flamenca les ha costado más trabajo triunfar que a los que tienen genes de gitanos o flamencos. Empecemos por Silverio, por ejemplo, que es quizá la figura flamenca más importante de la historia de nuestro arte»

 

 

Regresó a Sevilla con 21 años, ya formado como cantaor en Morón, Alcalá de Guadaíra y Marchena, donde vivió su hermano José, vecino, por cierto, de Frasco el Colorao, quien tuvo una taberna y una zapatería en este pueblo. Ya en Sevilla, en Santa Catalina, Silverio se arrimó al ambiente flamenco, pero también al taurino. En 1857, con 26 años, se enroló en la cuadrilla del torero sevillano Manuel Pérez, de picador, y se fue a Sudamérica. ¿Era ya cantaor? Sin duda, pero no de mucha fama. Solía cantar para bailar en la academia de Miguel de la Barrera junto a otros artistas como el cantaor José Lorente, el guitarrista Antonio Pérez, el cantaor y bolero isleño Ramón Sartorio, el cantaor alcalareño José Ordóñez Juraco, el bailaor Antonio el Pintor y el cantaor Cuervo Sanluqueño.

 

Alguna fama tendría Silverio Franconeti cuando regresó de Sudamérica, en 1864, porque a su vuelta a Cádiz fue recibido como una estrella del cante por los Ortega, María Borrico o Curro Dulce. La prensa insistía en “el célebre Silverio”, luego alguna fama tendría ya el cantaor sevillano en aquel tiempo. Sobre todo porque nada más llegar ya se puso manos a la obra y comenzó a cantar en locales de la Tacita de Plata. De Cádiz pasó a vivir en Málaga, donde se casó con la linarense Ana Torrecilla Sánchez, en 1868.

 

 

 

 

El hecho de que Silverio no se afincara de nuevo en Sevilla cuando regresó de América, sino en Cádiz y Málaga, refrescó la sospecha histórica de que abandonó la capital andaluza en 1857 porque había hecho una muerte. Esto no se ha podido demostrar nunca. Se insinuó alguna vez que se fue porque mató a Curro Pabla, un hermano de El Fillo, pero sin prueba alguna. Luis Vázquez Morilla, el gran investigador moronero, encontró la muerte de Curro Pabla en Cantillana, en 1843, asesinado, cuando Silverio vivía aún en Morón y tenía solo 12 años, luego no pudo ser el autor de la puñalada que mandó al cantaor gitano al otro barrio.

 

Afincado ya en Sevilla en 1870, en la calle Potro, 7, casado y sin hijos, Silverio comenzó a dirigir cafés cantantes, primero en la calle Amor de Dios, cercano a su domicilio, luego en la calle Tarifa, 1, el de Manuel Ojeda El Burrero –antiguo Salón Recreo–, para acabar fundando su propio café en la calle Rosario, 4, el Salón Silverio, sin duda alguna el mejor de todos los cafés flamencos del Sevilla, sin desmerecer El Burrero, El Filarmónico o El Novedades.

 

 

«Fue empezar a dirigir cafés y fue atacado duramente desde distintos frentes: el político, el eclesiástico, los periódicos y la crítica. O sea, los poderes fácticos de la ciudad más conservadora de España. Demófilo, padre de los hermanos Machado, le acusó de matar el cante gitano con sus aventuras empresariales»

 

 

Todo fue empezar a dirigir cafés y fue atacado duramente desde distintos frentes: el político, el eclesiástico, los periódicos y la crítica. O sea, los poderes fácticos de la ciudad más conservadora de España. Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, padre de los hermanos Machado, se cebó con Silverio, acusándolo abiertamente de matar el cante gitano con sus aventuras empresariales en Sevilla, Córdoba, Badajoz o Huelva. Y no es porque no lo apreciara como cantaor, sino porque Juanelo le diría que estaba dañando la esencia calé del cante.

 

Curiosamente, un cantaor gitano de Jerez de la Frontera, Juan Junquera Moreno, hizo lo mismo que Silverio, crear cafés cantantes en Jerez, el Puerto de Santa María y Utrera, con su hermana Tomasa La Junquera, y Demófilo nunca lo criticó. A lo mejor no lo hizo porque, al parecer, Juan Junquera era yerno de Juanelo de Jerez, el cantaor gitano que lo asesoró para escribir Cantes flamencos, en 1881, obra de importantes lagunas investigadoras y tremendamente sectaria por gitanista.

 

Silverio tuvo que cerrar su café de la calle Rosario en 1888, presionado por las críticas, y pensó en abrir uno en Madrid. Cerró el café coincidiendo, curiosamente, con el nacimiento en Sevilla de su único hijo, Silverio Domínguez Cano, que tuvo con una nieta del torero y cantaor isleño Juan de Dios Domínguez Cadenas, la menor de edad Ana Domínguez Cano, hija de un vástago de El Isleño, Juan de Dios Domínguez Jiménez, que tuvo también café cantante en Sevilla y que compitió con Silverio en la ciudad de la Giralda y Huelva.

 

¿Qué hubiera pasado si Silverio hubiese sido gitano o de una familia flamenca de Triana? Obviamente, que no hubiera recibido tantas críticas como recibió ni habría sido tan denostado como fue. Era un gachó de sangre italiana que cometió la osadía de querer cantar como los gitanos, o como los gitanos andaluces, convirtiéndose en el Rey de los Cantadores, título que le dieron los propios gitanos de Cádiz, los Puertos, Jerez y Triana.

 

A día de hoy, Silverio no tiene nada en Sevilla, su ciudad natal. Nada hay en la calle donde vino al mundo, Odreros. Nada en la Alfalfa, Amor de Dios, Potro, la Alameda, Alvareda, Tarifa, Rosario o Plaza de San Francisco, antes de la Constitución, donde murió en mayo de 1889.

 

 

Partida de nacimiento de Silverio Franconetti, 1831. Archivo Manuel Bohórquez.

Partida de nacimiento de Silverio Franconetti, 1831. Archivo Manuel Bohórquez.

 

Silverio Franconetti, de niño viviendo en Mesón del Moro con su madre y hermanos. Ya había muerto su padre. Archivo Bohórquez.

Silverio Franconetti, de niño viviendo en Mesón del Moro con su madre y hermanos. Ya había muerto su padre. Archivo Bohórquez.

 

La Plaza de San Francisco de Sevilla, donde murió Silverio el 30 de mayo de 1889. Archivo Bohórquez.

 

Boda de Silverio en Málaga, en el Sagrario, con la linarense Ana Torrecilla Sánchez. 1868. Archivo Bohórquez.

 

Rojitas tocándole a la Jeroma, la bailaora jerezana. Todos los artistas se daban bofetadas por un contrato de Silverio.

 

 

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

3 COMMENTS
  • luis Presa 11 junio, 2023

    Como siempre es un placer leer tus artículos, maestro Manuel, y por norma general “Das en el clavo” como se suele decir. Personalmente como aficionado al flamenco, algunas veces he reflexionado y pensado sobre lo que en este artículo describes, y esta es mi opinión particular. Los gitanos y las sagas gitanas, creo que tomaron el flamenco como un medio o forma de vivir para mejorar su estatus social, además de ser algo que les pareció suyo muy de acuerdo con su forma de vivir, y eso les lleva a defenderse y crear una barrera que les protegiera de intrusos con el único fin de reservarse los derechos de este arte a su propiedad exclusiva, por ello cualquier payo que les hacia sombra trataron siempre de anular la posibilidad de que les “comiera su terreno” y con ello disminuir su nueva forma de ingresos y popularidad. Esto es lo que pienso a grandes rasgos sin entrar en mayores profundidades, entre otras cosas,
    Un cordial saludo desde Valladolid, estimado Manuel.
    Luis Presa. .

  • Manuel Bohórquez Casado 13 junio, 2023

    Muchas gracias, amigo.

  • diavolodalinferno@gmail.com 21 junio, 2023

    Eso no es la plaza de San Francisco, padre. Ese es el solar donde se construyó el banco España, antigua casa de los genoveses.

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