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Patricia Guerrero: majestuosidad coetánea

La bailaora granadina Patricia Guerrero presentó en el Teatro Real de Madrid su montaje 'Proceso eterno'. Soberana y dadivosa, se recrea como una niña en el patio interior de una casa andaluza en una noche de verano.


Patricia Guerrero es una bailaora granadina que con solo diecisiete años recibe el Premio Desplante en el Festival Internacional del Cante de las Minas. En 2012 es galardonada con el Premio a la Mejor Artista Revelación en la Bienal de Sevilla y unos años más tarde consigue el premio a Mejor Espectáculo en este mismo festival sevillano. Premio Nacional de Danza en 2021, hoy, en el Teatro Real de Madrid, presenta Proceso Eterno, para mostrar la cara contemporánea del flamenco en su máximo esplendor.

 

Agustín Diassera, Dani de Morón  y Sergio el Colorao elaboran una melodía templada, íntima y tenue. Armonía que deja asomar poco a poco un compás por tangos que tira tímido de la tela del vestido rojo que cubre la figura de la bailaora. La contemporaneidad reviste el eco del compás y los complejos juegos de zapateados los adorna con movimientos sencillos que a su vez llenan todo el espacio. Pero lo más llamativo es que, arraigada con firmeza a su personalidad, en ningún momento pierde la esencia intrínseca de los movimientos, el pellizco y la agudeza que implica un baile por tangos. Sin duda, la calma y la elegancia coronan sus maneras dancísticas. Esas que hacen sentir una desahogada distensión entre el público.

 

Son ahora Agustín y Dani los que se hacen con el parsimonioso halo que Patricia deja flotando en el ambiente. Halo que percusionista y guitarrista aprovechan para seguir dilatando la parte más actual del flamenco. Sin salirse de la bulería, juegan y entrelazan ritmos complejos. Aquí, la elaboración rítmica es indiscutible. Además, la complicidad que emana de los músicos añade frescura al espectáculo en general y a la pieza en particular.

 

De repente, el fulgor de la bailaora adornado de transparencias y tules negros hace paralizar la escena para entrar poco a poco en un romance que se engendra con la particular musicalidad y templanza de la voz del cantaor. Mientras, el baile de la protagonista respalda y acompaña el cante con la percusión y el soniquete de unos zapatos incansables que se mezclan, insaciables, con la flamencura volátil de sus brazos imperiales. A su vez, la precisión de sus compañeros en el compás de acompañamiento deja entrever la incuestionable profesionalidad y el gran trabajo que hay detrás de toda la representación.

 

 

«El fulgor de Patricia Guerrero adornado de transparencias y tules negros hace paralizar la escena para entrar poco a poco en un romance con la musicalidad y templanza del cantaor. (…) Unos zapatos incansables que se mezclan, insaciables, con la flamencura volátil de sus brazos imperiales»

 

 

Patricia Guerrero, ‘Proceso eterno’. Ciclo Flamenco Real. Teatro Real, Madrid. 26 julio 2023. Foto: Vicente Pachón

 

 

El cante de Sergio por seguiriyas llena la escena que viene a continuación del romance. Es entonces cuando se abre paso el brillo y la potencia de una voz que hasta el momento parecía relegarse a un segundo plano. Se puede descifrar con claridad que Sergio sabe bien cuándo tiene que dar el do de pecho y adquirir el protagonismo y el delirio propio de alguien que lleva el flamenco en sus entrañas. Sin duda y pudiendo afirmarlo de manera categórica, la seguiriya es el palo que le hace irradiar el brío y el dominio propios de su cante.

 

Casi sin apenas amainar totalmente el quejío por seguiriyas, aparece de nuevo Patricia Guerrero portando una bata de cola que simula la espuma de las olas del mar. Con ella se dispone a interpretar unos caracoles en la misma línea en la que lleva su danza hasta el momento, pero ahora centrándose en dar movimiento a los volantes del mismo traje que a su vez revisten el acto de dulzura y belleza. Y como si coronara los caracoles con una bandera andaluza, el mantón serpentea esperanzador entre las notas finales de una falseta que marca una severa concordancia con el estilo hodierno del que el público es testigo hasta el momento. Poco a poco, la fuerza también cumple su papel en las bulerías de la coreografía. En medio de la celeridad del compás, Patricia se recrea abusando de pequeños saltos y juegos ágiles de piernas, como una niña en el patio interior de una casa andaluza en una noche de verano.

 

Y así acaba un espectáculo más del ciclo Flamenco Real, que está dejando tantas ganas de ver más y más flamenco. Más estilos, personalidades y la firme necesidad de elevar la jondura a lo más alto. Aquel lugar donde tiene cabida tanto lo tradicional como lo contemporáneo, sin perder nunca la carismática esencia que este desprende.

 

El baile de la Guerrero es soberano y dadivoso. Tiene una gran capacidad para amoldar cualquier ritmo a sus zapatos. Unos zapatos que saben complementarse de forma holgada a la parte ostentosa de sus movimientos corporales. En su identidad, queda sobre todo impregnada la eterna reivindicación de acabar con estereotipos y romper barreras sociales. Además, su manera de avanzar por las tablas derrocha la bondad, el gusto, la profesionalidad y el disfrute propio de una artista que no pierde las ganas y la ilusión. Esta genial mezcla de la que hace gala la bailaora granadina puede ser una de las combinaciones esenciales para que los virtuosos de este arte mantengan la eterna sonrisa con la que hoy Patricia ha colmado el escenario.

 

 

Ficha artística

Proceso Eterno, de Patricia Guerrero
Flamenco Real, Temporada 2023
Teatro Real de Madrid
26 de julio de 2023
Baile: Patricia Guerrero
Guitarra: Dani de Morón
Cante: Sergio el Colorao
Percusión: Agustín Diassera

 

 

Patricia Guerrero, ‘Proceso eterno’. En la imagen, con Sergio El Colorao (cante), Agustín Diassera (percusión) y Dani de Morón (guitarra). Ciclo Flamenco Real. Teatro Real, Madrid. 26 julio 2023. Foto: Vicente Pachón

 

Patricia Guerrero, ‘Proceso eterno’. Ciclo Flamenco Real. Teatro Real, Madrid. 26 julio 2023. Foto: Vicente Pachón

 

 


Bailaora madrileña. Graduada en Comunicación Audiovisual por la Univ. Rey Juan Carlos. En Amor de Dios, Casa Patas y Cristina Heeren desarrolló su gusto por la danza y el flamenco. «No somos atletas. Estamos empezando a cometer el triste error de ofrecer al público una confección enlazada de complejos zapateados a una velocidad desorbitada sin la modulación propia de la música que estamos adornando y que nos adorna».

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