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Las metamorfosis de Paula Comitre

La bailaora sevillana Paula Comitre presenta en el Teatro Central de Sevilla su nuevo espectáculo, ‘Alegorías (El Límite y sus mapas)’, en el que comparte protagonismo con la bailarina contemporánea Lorena Nogal y unos excelentes músicos… sin renunciar al flamenco.


Aunque el debate es muy viejo, parece que en esta Bienal se está reavivando la lucha entre puristas y evolucionistas de un modo algo virulento. Quizá convendría firmar un armisticio y reconocer que ni los primeros son cavernícolas incapaces de entender nada más allá de su canon, ni los segundos simples esnobs dispuestos a pisotear el menor atisbo de jondura. En todo caso, estoy seguro de que de la confrontación de pareceres saldrá la luz, y el flamenco, ese enfermo crónico que lleva más de un siglo muriéndose, seguirá adelante sin permiso de unos ni de otros.

 

Pensaba en todo esto mientras veía la nueva propuesta de Paula Comitre, la novísima estrella del baile sevillano, consagrada precisamente con el Giraldillo Revelación de la pasada Bienal. Alegorías (El Límite y sus mapas) es el título de un espectáculo en el que la bailaora, como tantas compañeras de hoy, ha querido llevar sus códigos a un terreno más contemporáneo a través del diálogo con la bailarina Lorena Nogal.

 

Diálogo y no claudicación, pues la esencia flamenca se mantiene y se enriquece estéticamente con las aportaciones de Nogal desde el primer momento, cuando Perrate de Utrera (a quien cabría apodar El Deseado, habida cuenta de lo solicitado que esté últimamente por todo tipo de artistas) arranca con su toná de Jacinto Almadén. Las creadoras dan vida a una coreografía muy interesante y de enorme precisión, con movimientos rápidos y sincronizados que les confieren un aire de muñecas articuladas.

 

También desde el minuto uno vemos y oímos sobre las tablas a dos músicos sobresalientes, el guitarrista Juan Campallo y el percusionista Rafael Moisés Heredia, que sin alardes de virtuosismo crean un espacio sonoro muy potente, y de paso participan activamente en el montaje. En cuanto a los elementos escenográficos por los que se moverán Comitre y Nogal, son sobrios y contados, con especial protagonismo de ese telón vaporoso que las envuelve y desenvuelve.

 

 

«Comitre y Nogal derrochan esfuerzo y el flamenco está ahí, sin adulterarse, especialmente reseñable en los tangos. Eso ya es mucho. (…) Cierto ensimismamiento que impide a la bailaora proyectarse hacia el público, seducirlo o interpelarlo. Y esto está tal vez relacionado con la emoción, víctima colateral de tantas búsquedas, la gran ausente en lo que llevamos de Bienal»

 

 

Aunque el texto del programa de mano habla de “choque entre dos mundos platónicos”, este cronista vio más bien un juego de metamorfosis, una comunión de cuerpos que convierte a las protagonistas en siamesas o, en una de las escenas más espectaculares, en una sola, monstruosa criatura. Si el relato tenía otro hilo, admito que se me escapó por completo, pues no encontré mucha coherencia en la sucesión de bailes. Si, como indica el título, la cosa iba de alegorías, no siempre supe columbrar a qué correspondían.

 

La obra mantiene una iluminación crepuscular, apenas perturbada por unos neones, y un tono acusadamente grave, que se ilumina hacia el final con La fiesta, donde Comitre se luce por rumbas recordando, por si alguien lo había olvidado, que es una bailaora de primera y en la flor de la juventud, con conocimiento y una envidiable forma física para aplicarlo en escena.

 

A todo esto, Perrate deambula como pez en el agua cantando lo que le echen, desde la jácara No hay que decir el primor al Me he de comer esa tuna de Jorge Negrete y La Catalina de Manuel Vallejo, las colombianas festeras, la petenera Me puse a considerar y hasta la canción La vida no vale nada de Pablo Milanés, por citar algunas letras, sin olvidar un momento en que hace scat en consonancia con el aroma jazzero de algunos pasajes.

 

No hay aburrimiento, el ritmo se sostiene, Comitre y Nogal derrochan esfuerzo y el flamenco está ahí, sin adulterarse, especialmente reseñable en los tangos. Eso ya es mucho. Sin embargo, Alegorías adolece de algunos males que hemos venido detectando en otras grandes bailaoras que han actuado estos días en Sevilla, como cierto ensimismamiento que impide a la bailaora proyectarse hacia el público, seducirlo o interpelarlo. Y esto está tal vez relacionado con la emoción, víctima colateral de tantas búsquedas, la gran ausente en lo que llevamos de Bienal: la asignatura pendiente.

 

Con todo, Paula Comitre ha pasado la prueba difícil, está ya en un lugar preeminente de la danza flamenca actual, y como tal le van a exigir cada vez más: los puristas y los evolucionistas, naturalmente.

           

 

Ficha artística

Alegorías (El Límite y sus mapas) – Paula Comitre
XXII Bienal de Sevilla
Teatro Central, 19 septiembre 2022
Paula Comitre y Lorena Nogal, baile.
Juan Campallo, guitarra
Tomás de Perrate, cante
Rafael Moisés Heredia, percusionista

 

  

Paula Comitre y Lorena Nogal. ‘Alegorías’. Teatro Central. XXII Bienal de Sevilla. 19 sep 2022. Foto: Archivo fotográfico Bienal – Claudia Ruiz Caro

 

Paula Comitre y Lorena Nogal. ‘Alegorías’. Teatro Central. XXII Bienal de Sevilla. 19 sep 2022. Foto: Archivo fotográfico Bienal – Claudia Ruiz Caro

 

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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