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Vicente Amigo: divino y humano

El guitarrista cordobés Vicente Amigo llena el Teatro de la Maestranza hasta la bandera con un repaso a algunos de sus grandes éxitos, aunque se echó de menos en el repertorio un espectro rítmico más amplio. O tal vez no sea tan fácil encandilar a un auditorio de principio a fin…


Asumamos que Paco ya no está. Y que Manolo Sanlúcar acaba de dejarnos. Dos fenómenos astronómicos que, como algunas estrellas del firmamento, todavía seguirán arrojando luz sobre el universo mucho tiempo después de extinguirse, pero cuya ausencia sigue siendo abrumadora. La guitarra flamenca es ahora un reino sin trono, un palacio por cuyas galerías una legión de príncipes huérfanos y virtuosos, incluso deslumbrantes, buscan su sitio. En esta Bienal vamos a poder ver y oír a un buen número de ellos. Ayer –lunes 12 de septiembre de 2022– le tocó a Vicente Amigo.

 

Vicente no es uno más. Probablemente sea el único solista capaz, hoy por hoy, de llenar el Teatro de la Maestranza hasta la bandera, un lunes para más señas, con un público entregado desde que pone sus pies en el escenario. Y de mantenerse ahí durante dos horas arrancando al respetable suspiros, oles, piropos exaltados y quién sabe si lágrimas de emoción. Eso, en estos momentos, solo está a su alcance.

 

Por mucho que lo hayamos visto salir a escena como ayer, solo ante su auditorio, nunca deja de impresionar el nivel de concentración del músico. Vibran las cuerdas por taranta y soleá, ambas manos se conjuran por igual para dar rienda suelta a la fantasía. El público se complace al reconocer los códigos, la paleta de colores con la que Vicente Amigo lleva ya muchos años componiendo sus lienzos sonoros, y aplaude las primeras piezas con el fervor de una ovación final.

 

 

«La gente necesita dioses. No solo los que perduran en el panteón indeleble del flamenco, sino también figuras vivas, del presente. Y algo divino asiste sin duda a Vicente. Le rodea el aura de creador puro, a ratos casi místico»

 

 

La gente necesita dioses. No solo los que perduran en el panteón indeleble del flamenco, sino también figuras vivas, del presente, a las que adorar en esas extrañas ceremonias que son los conciertos. Y algo divino asiste sin duda a Vicente. Le rodea el aura de creador puro, a ratos casi místico, que conoce los secretos de la emoción mejor que otros quizás más rápidos y más vigorosos.

 

Los Tangos del Arco Bajo, el Autorretrato por bulerías, y su luna de Talavante, el popular, pegadizo Amoralí, fueron sucediéndose con esa capacidad, también casi única en este creador, de incorporar una sensibilidad que me atrevería a llamar pop a una personalidad flamenca por los cuatro costados. Flamenca y taurina, ya que buena parte de las letras del repertorio giraron en torno al tema de la fiesta, y por si fuera poco la soleá Sevilla se la dedicó el guitarrista al joven torero hispalense Pablo Aguado, a quien admira profundamente. A la mayor gloria de José Tomás cayó, a renglón seguido, Campo de la verdad.

 

La gente, sí, necesita dioses, pero a veces es más tacaña con sus devociones de lo que parece. A esas alturas del recital, la euforia inicial se había enfriado sutilmente. No porque Vicente Amigo no estuviera tocando como sabe, maravillosamente bien arropado por el bajo de Popo, las percusiones de Paquito González o las palmas de Los Melli. Tal vez la línea de los temas elegidos fuera demasiado uniforme, tal vez se echara de menos un espectro rítmico y estilístico más amplio, pero el caso es que más de uno descubrió anoche que, por increíble que parezca, el maestro es humano y puede no encandilar de principio a fin.

 

El Choro, que permaneció un buen rato como convidado de piedra a las palmas, salió por fin a bailar unas poderosas bulerías, aunque algo faltas de pellizco. Espléndido estuvo, por su parte, Rafael de Utrera, capaz de hacer suyas letras que asociamos con cantaores tan distintos como Enrique Morente, Pedro El Granaíno o Potito. El emocionante colofón del Réquiem avivó una última vez el entusiasmo del público tras casi dos horas de paisajes sonoros peligrosamente homogéneos pero siempre hermosos, inconfundiblemente personales.

 

Fotos: Archivo fotográfico Bienal – Claudia Ruiz Caro   

 

 

Ficha artística

Vicente Amigo en concierto
XXII Bienal de Sevilla. Teatro de la Maestranza, 12 sep 2022
Vicente Amigo, guitarra.
Antonio Fernández Perona, ‘Añil’, guitarra
Francisco González Agudo, percusión
Rafael Usero Vilches, ‘Rafael de Utrera’, cante
Manuel Montes Saavedra, ‘Los Melli de Huelva’, cante
Antonio Montes Saavedra, ‘Los Melli de Huelva’, cante
Jose Manuel Posada ‘Popo’, bajo
Antonio Molina Redondo, ‘El Choro’, baile

  

         


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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