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José Valencia: flamenco rima con Bécquer

El cantaor lebrijano vuelve a triunfar en Sevilla con una memorable actuación en la XXI Bienal de Flamenco.


Si hay un poeta sevillano que podamos identificar mejor con el flamenco es Gustavo Adolfo Bécquer. No solo por su conocida afición al género jondo, que le llevó a atreverse a ejercer de crítico en alguna ocasión, sino por la fila de cantaores que han versionado su obra. Recuerdo sobre todo a Enrique Morente y a Calixto Sánchez. José Valencia tiene el mérito de haber compuesto, en compañía de Paco Robles, un espectáculo enterito dedicado a su poesía.

Poesía eres tú, recuerdas. Tus primeros renglones de la adolescencia se limitaban a copiar las estrofas de sus Rimas para sorprender a tu enamorada con tu fabulosa creatividad. Qué palabra más rara. No por larga, sino por poco frecuente en todos los campos. Incluido el flamenco de hoy. De eso te quería hablar. Y de José Valencia.

Joselito de Lebrija pone bocabajo el Teatro Lope de Vega cada dos Bienales. Fíjate tú qué tradición tan bonita. En la de 2012 se ganó a pulso el Giraldillo al Cante, con solo treinta y cinco años. Cuatro años después, en aquella inolvidable velada del dieciocho de septiembre, José se coronó como digno sucesor de Juan Peña el Lebrijano. Ya, aquella fue la noche del Giraldillo al Momentito, qué ángel, el gato que le cambiaron por la liebre de otro mucho más merecido al Cante. Y anoche. Anoche la volvió a formar.

 

«Para cuando llega el desgarro de Paco la Luz, los ayes brotan de ese inmenso pecho cantaor como claveles rojos en el monte Calvario. Dios mío, qué solos se quedan los muertos»

 

Tú ya fuiste conmigo al estreno de La Alta torre, en la Caracolá de Lebrija de 2019. En esa ocasión José fue con un formato pequeño que le venía muy bien al reducido y bello espacio de la Casa del Marqués de San Gil. Lo de anoche fue distinto, más elaborado, lo que no quiere decir que fuera mejor. Un acierto tremendo: la inclusión de Diego Villegas, el joven músico sanluqueño, que pulverizó eau du flamenco durante toda la noche con su batería de instrumentos de viento. Si ahora olía a flores de jazz gracias a su armónica, luego accionaba las fragancias de salinas y yodo, soplando por su saxo tenor y su saxo soprano. Entre acierto y no sé qué decirte, la invitación a Sandra Carrasco (Huelva, 1981). La cantaora ejerció más bien de cantante, que era a lo que invitaban la canción por tangos y la canción aflamencada que da soporte a la Rima de las golondrinas. Su voz de terciopelo negro rebujaíta con fruta fresca encajó bien en el mano a mano que sostuvo con José por tarantas, mientras Villegas les mecía la barca con el saxo.

 

 

Y esas plataformas aisladas sobre el escenario, a modo de peanas. Cualquiera sabe lo que significan. Que me expliquen si es necesario lo de beber whisky y fumar en un recinto público. El espectáculo comienza con una marcha de palio tocada por una banda de viento que procesiona lentamente de derecha a izquierda. En la peana del fondo, Joselito de perfil. No me digas que asemeja un paso de Cristo. Arranca la seguiriya del Marrurro sin templarse, aún algo fría. Para cuando llega el desgarro de Paco la Luz, los ayes brotan de ese inmenso pecho cantaor como claveles rojos en el monte Calvario. Dios mío, qué solos se quedan los muertos. Con la cabal, son los corazones los que saltan agónicos en los helados pechos de los asistentes. Ovación descomunal, todo tuyo, Joselito.

Hay un actor que actúa de hilo conductor en el rosario de cantes. Se trata del sevillano Moncho Sánchez-Diezma. La idea funcionó muy bien en Lebrija, con el formato corto y ante una reducida audiencia. Pero en la grandeza del Teatro Lope de Vega, su figura quedó un poco deslucida. Sobre todo porque en muchas ocasiones no se entendía lo que decía, con la percusión de los Valencia y las melodías de Villegas y de Requena. Juan Requena, qué buen guitarrista. Te corta el aire de los pulmones sin aspavientos, a poquito a poco. Tuvo su momentito, este de verdad, flamenco:

 

En un cuartito los dos,
en un cuartito los dos,
veneno que tú me dieras,
veneno tomaba yo.

 

Se trataba de explicar los distintos tipos de poesía, a compás de bulerías. Y guitarrista, cantaor y palmeros dieron cuenta de varios recitados rociados del más exquisito sentido del ritmo. Acabó José Valencia desbrozando unos fandangos por bulerías muy personales.

Lo demás, casi todo bueno. Y mucho de lo bueno, mejor. Unos corridos del Negro del Puerto con guitarra y percusión, seguido de romances maireneros. Un recorrido por cantiñas que fueron desde Rosa la Papera a Popá Pinini, pasando por la romera y el mirabrás. La sonanta de Requena abre los visillos a una malagueña-granaína desesperadamente lenta:

 

Por una sonrisa, un cielo;
por un beso… ¡yo no sé
qué te diera por un beso!

 

Mucho mejor los abandolaos. Rondeña y verdial lucentina. Cómo disfruta el público cuando se acaban con los cuatro zapatazos de rigor. Un verdadero disfrute, primo.

 

Ficha artística

Espectáculo: La alta torre
Ciclo: XXI Bienal de Flamenco
Lugar y fecha: Teatro Lope de Vega, Sevilla. 7/9/2020

Cante: José Valencia y Sandra Carrasco
Guitarra: Juan Requena
Palmas: Manuel Valencia y Juan Diego Valencia
Vientos: Diego Villegas
Actor: Moncho Sánchez-Diezma
Adaptación textos: Paco Robles

 

Fotos: Archivo Fotográfico Bienal de Flamenco. Fotógrafa: Claudia Ruiz Caro.

 

 

 


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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