En la antesala del ocaso del festival, José Maya formó el lío. Utrera se arremolinó con su baile. José recogió una espuerta de oles arropaíto en la intimidad del escenario por una afición entregada al efectismo de la traca de unos pies y los desplantes con enjundia. Bailó metiéndose en el bolsillo al público, que jaleaba cada llamada, por más que repitiera, o cada gesto, aunque a veces fuera inoportuno. Derrochó arte, compás, técnica, personalidad… Pudo hacer lo que le diera la gana pero a ratos lo perdió con la fuerza del tacón.

 

No todos los ojos vieron lo mismo. La evidencia es que baila tela a pesar de que el exceso de zapateado –y algún que otro zapatazo– empalagó. A muchos nos dejó encorajaos por saber que si quiere puede. Puede pararse con elegancia, pasear gallardo por las tablas, regalar un surtido de replantes… Y lo hizo, pero poco. O menos de lo que yo hubiera querido. No le faltó donosura, mas se empecinó en calcar lo que impresiona al gentío. ¡Mira que sabe mover bien los brazos! Y que tiene talento para someter a pellizquitos.

 

No dudo que me gustó. Incluso por encima de que la potencia venciera a veces a la precisión. Pero los dones de José Maya obligan a la exigencia. «Bailó pa reventá», decían las lenguas rancias. Y sí, así fue, sin desmerecer el espectáculo que ofreció poniendo a tiritar de gozo al público. Pero lo otro, con respeto, también hay que decirlo.

 

 

«En la soleá, Maya paseó por la tarima. Se buscó en los adentros para sentir la inspiración. Y encontró el camino. Pronto llegó el soniquete del cierre por bulerías. Echó los restos con naturalidad y frescura, retorciéndonos la piel. Le cantó de rebién pa arriba con rajo dulce a la homenajeada Carmen Ledesma, que salió a dialogar con su baile demostrando empaque y sabiduría»

 

 

 

 

Las tonás en las voces de Juan de la María y José Anillo rompieron el silencio para darle el aire al primer baile. Los quejíos de Anillo anticiparon una noche de arañazos con el cante. Maya dibujó los recortes en sus marcajes y figuras que buscaban la elegancia en la sobriedad. Antonio Santiago ‘Ñoño’ tocó un solo de guitarra donde el vértigo no riñó con la pulcritud. Flamenquísimo, ofreció un acompañamiento de lujo al baile y sirvió con brillo a las gargantas de atrás.

 

Por alegrías no se frunce el ceño, el gesto apropiado es la sonrisa. José Maya tuvo momentos de locura, con los peros que nos ocupan. José Anillo mascó las mecías de la malagueña de El Mellizo revolviendo los rincones del dolor. Rumió los pesares de una queja acariciando los melismas con la sensibilidad de un maestro. Supo estrujarnos el corazón para arrancarnos las lágrimas que brotan sin mesura cuando nos tocan las fibras. El primer instante mágico de la noche lo sembró Anillo. Y lo volvió a crear en el remate por bulerías de la soleá, donde recordó a Manuel Molina entonando ese «- Abuelo… ¿por qué la Torre del Oro la hicieron sin campanas? – Niño, porque la hicieron los moros pa no despertá a Triana». Tremendo, Anillo.

 

En la soleá, Maya paseó por la tarima. Se buscó en los adentros para sentir la inspiración. Y encontró el camino. Pronto llegó el soniquete del cierre por bulerías. Echó los restos con naturalidad y frescura, retorciéndonos la piel. Le cantó de rebién pa arriba con rajo dulce a la homenajeada Carmen Ledesma, que salió a dialogar con su baile demostrando empaque y sabiduría. Dos quiebros de cintura, una patá atrás, dos recogías con los brazos y mucho arte bastaron a Carmen para lacrar la tarde con otro minutito mágico. Y aún truena la ovación que Utrera donó complacida para que José Maya la guardara en la talega de los recuerdos con miga.

 

 

Ficha artística

Íntimo y flamenco. José Maya
Teatro Municipal Enrique de la Cuadra, Utrera (Sevilla)
X Festival Tacón Flamenco de Utrera
En homenaje a Carmen Ledesma
27 de febrero de 2024
Cante: José Anillo y Juan de la María
Guitarra: Antonio Santiago ‘Ñoño’