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Vamos a escuchar

Vamos a poner el oído en La Bienal. Tiempo hay —y si Dios quiere lo habrá— de poner a cada uno en su sitio y de zanjar duelos al sol del otoño sevillano. Vamos a dejarnos de rollos, que dice la gente nueva, y vamos a lo que hemos venido, que decía el castizo.


La vida ha cambiado. A qué dudarlo. A qué negarlo. Desde que Estrella Morente y Rafael Riqueni —genio revivido— abandonaran el escenario del Teatro Lope de Vega cerrando la Bienal de Flamenco de Sevilla de 2020, nuestras vidas han cambiado. Ya no nos echamos una máscara a la cara. Ni tenemos tan frescas las heridas de un encierro canalla, mientras perdíamos varias generaciones de españoles en la más absoluta de las soledades y el silencio. Tampoco nos vive ya el maestro Manolo Sanlúcar. Ni Manuel Herrera, que con tanta verdad pregonó la última edición de la Bienal de Flamenco. Ni tantos otros. Han pasado dos años —como el rayo— y parece que hace cien. O veinte, la unidad lírica y poética con la que Jaime Gil medía el paso del tiempo y de la memoria.

 

Somos dos años más viejos, que no más sabios. Han pasado veinte y cuatro meses y seguimos en las mismas, en el monótono punto de partida en el que lo dejamos todo: en una queja eterna y manida, en un fango que ni con las calores de este verano se ha encañado, en un gallinero continuo y constante… Somos dos años más viejos, que no más listos, y seguimos igual de aburridos, igual de insolentes e indolentes, con la misma conversación en los papeles, con la misma pelea de siempre…

 

 

«Ya vendrá lo que tenga que venir y pasará lo que tenga que pasar. Pero ahora es tiempo de atender y de disfrutar y sentir lo que se pueda o lo que cada uno sea capaz»

 

 

Y me rebelo. Yo me rebelo ante esta abulia repetida, cansado de ver como los tirios lanzan los muebles a la cabeza de los troyanos, como los listos quieren seguir riéndose de los tontos, como los vivos —y ese es que es un vivo— siguen ajustando cuentas con los muertos, como los capuletos siguen queriendo coser a puñaladas a los montescos…

 

Vamos a dejarnos de insultos y memeces, y vamos a poner el oído. Tiempo hay —y si Dios quiere lo habrá— de poner a cada uno en su sitio y de zanjar duelos al sol del otoño sevillano. Vamos a dejarnos de rollos, que dice la gente nueva, y vamos a lo que hemos venido, que decía el castizo. Ya vendrá lo que tenga que venir y pasará lo que tenga que pasar. Pero ahora es tiempo de atender y de disfrutar y sentir lo que se pueda o lo que cada uno sea capaz.

 

Señores, ¡vamos a escuchar!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Eduardo J. Pastor

 

 


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