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Manuela Carrasco: «Quiero enseñarle a la juventud cómo ponerse una flor»

La bailaora sevillana, que el 29 de mayo recibe el Compás del Cante –el Nobel del Flamenco–, presenta al mundo la Fundación Manuela Carrasco: «Quiero que el flamenco sea flamenco, no otra historia. Que no se pierda».

La bailaora Manuela Carrasco, frente al Puente de Triana. Foto: Quico Pérez-Ventana

El más prestigioso galardón del flamenco, el Compás del Cante que concede desde 1984 la Fundación Cruzcampo, tiene su nombre escrito en su 32ª edición. El de Manuela Carrasco Salazar (Sevilla, 1958). Lo recibe el 29 de mayo en una gala que acoge Box Cartuja. Allí le regalarán olés a compás, porque el suyo siempre se ajustó a cómo se entiende el baile en la tierra de María Santísima. Baile rotundo, racial. Baile con jondura. Baile gitano. En su escuela es primera figura. Y su nombre será aún más inmortal cuando eche a andar en pocos días la Fundación que acaba de crear para preservar el flamenco puro y dar visibilidad al papel de la mujer gitana en la sociedad.

Nos sentamos en el José Luis, Plaza de Cuba, barrio de Los Remedios, Sevilla. Están Manuela, su marido Joaquín Amador, su hija Manuela Amador y Manuel Santiago. Los dos últimos, al frente de la citada Fundación Manuela Carrasco. Luego hablaremos de eso. Les recuerdo a mis nobles contertulios que hace años, más de veinte, les entrevistamos en la antigua pastelería Nova Roma, unos pasos más allá, en Asunción, que ahora es una franquicia de esas que se reproducen como conejos. El comercio local claudica ante el empuje de las grandes cadenas. Va uno por la Avenida de la Constitución, la de la Catedral, y todo es dichoso franquiciado. Solo se salva la Bodeguita Casablanca, frente al Archivo de Indias, donde un día entró el rey Juan Carlos y pidió una tapa de habas con jamón. ¿Por qué hablamos de esto? Quizá porque en el flamenco también proliferan los franquiciados. «Sí, yo lo creo también. Estamos viviendo en el flamenco unos momentos muy extraños. Todo suena a lo mismo», dice La Diosa.

 

– Las entrevistas flamencas también parecen todas iguales. Que si la niña, que si el de más allá.
– No me vayas a preguntar por ninguno de los dos, jajaja.

– Manuela, ¿qué supone para usted recibir el Compás del Cante?
– Mira, a lo largo de mi vida creo que he sembrado algo. Es bueno que valoren esa trayectoria, lo que he hecho por el flamenco. Estoy encantada de que me lo reconozcan.

– El Compás del Cante es como el Premio Nobel del flamenco. ¿Impone respeto?
– Para mí es un galardón de categoría, sí. Yo tengo el Premio Nacional de Danza, soy Medalla de Andalucía, ahora me dan la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Es un galardón más que agradezco con toda el alma.

– ¿Es diferente a otros trofeos de la estantería?
– Yo soy una persona muy sencilla. Agradezco todo lo que se me dé, porque me lo he ganado a pulso. Desde chiquitita estoy en los escenarios. Me ha costado muchísimo llegar a este escaloncito. Es un honor.

– En el historial del Compás están Farruco, Pilar López, Mario Maya, Matilde Coral, Milagros Mengíbar, Cristina Hoyos, Merche Esmeralda… ¿Se ve junto a esos nombres?
– Solo puedo decir que cuando salgo al escenario doy mi vida, me dejo la piel.

– ¿Llega en un buen momento?
– Todo lo que sea reconocimiento es bueno, sobre todo si te lo dan en vida. Todo tiene su momento. Que sí, que si soy sincera me lo tenían que haber dado antes. Por supuesto. Pero bueno, me lo dan ahora. Ya está. No lo digo con resentimiento. Estoy agradecidísima.

– Solo ha faltado que actúe usted en la gala.
– Bueno, pero estarán Riqueni, Alba Heredia, que baila muy flamenca, y Rancapino Chico, que va a ser uno de los mejores. Imagina lo que ha vivido y lo que ha visto.

«El flamenco puro no puede oler a cementerio porque es lo más grande que tenemos en España. Y hay muy buenos artistas como para que hagan las tonterías que están haciendo y tiren el flamenco por el suelo»

– ¿Por qué una fundación con su nombre?
– Vamos a acoger a todos los grandes, los que quedan, porque ahora les ha dado a todos por el flamenco light. Todavía hay bailaores y bailaoras grandes, guitarristas grandes. Maestros que están ahí y no trabajan. Son la guía para la juventud, la referencia. Por donde los jóvenes deben ir. Ahora resulta que solo trabajan los jóvenes. No, tienen que trabajar los maestros. Los que no hacen flamenco desvirtuado, sino flamenco puro. Esto es necesario para mantener el flamenco. Porque es que si seguimos así, dentro de unos años ya no va a haber flamenco.

– [Manuel Santiago] Estamos en el proceso administrativo, a punto de arrancar. Sois el primer medio en el que hablamos sobre ello. Lo principal que queremos hacer es fomentar la investigación para conservar un flamenco en peligro de extinción. Que el patrimonio de la humanidad que es el flamenco sea lo que es. No vamos contra nada ni contra nadie, pero parece que el flamenco que representa Manuela está ninguneado.

– Hace poco escuchamos decir algo similar a Antonio Canales en el Tacón Flamenco de Utrera. Hacer caso a los maestros.
– Lo que pido es respeto, como lo tuve yo cuando empecé a bailar. Yo siempre he respetado a todos los grandes, porque el de ellos era el flamenco bueno, el flamenco puro. Y eso es lo que hay que preservar. Incluido cómo te vistes. Porque yo no puedo salir sin una flor, sin una peina, sin un mantón. Ahora salen con una trencita y un lacito en el pelo. No, señora. Como dice el dicho, vale más una imagen que mil palabras. Cuando sale una flamenca vestida de verdad, ya me guste más o menos cómo baile, merece un respeto. Yo digo: ole, así es como se sale a un escenario. A los otros, los que quieren hacerse ricos con algo que no es flamenco, yo les digo: cariño, no le llaméis flamenco, llamadlo con otra palabrita. Y quiero decir una cosa, que estoy loca por decirla. Leí una entrevista a Andrés Marín en la que decía que el flamenco puro olía a cementerio. No, señor. El flamenco puro no puede oler a cementerio porque es lo más grande que tenemos en España. Y hay muy buenos artistas, como para que hagan las tonterías que están haciendo y tiren el flamenco por el suelo como lo están tirando. Hombre, es que tengo que decir la verdad.

– Una fundación en vida. No recordamos a un artista flamenco que se haya atrevido a hacer algo así. Antonio Gades lo hizo en 2004, el año de su muerte. 
– Quiero mantener el flamenco. Que el flamenco sea flamenco, no otra historia. Que no se pierda. Llevo cuarenta años luchando por ello. Porque el flamenco no es solo una coreografía, una escenografía. Que sí, que todo eso es rico, pero lo principal es el artista. Todos los grandes –Pilar López, Matilde Coral, Farruco– bailábamos con una luz blanca. La escenografía éramos nosotros. El flamenco no tiene más historia que el arte.

«Cada vez que salgo al escenario es un estreno, aunque ahora me da más jindama»

– En una antigua entrevista, con motivo del espectáculo La raíz del grito (1996), nos decía que el flamenco clásico andaluz estaba en peligro. ¿Sigue estándolo?
– Ahora más. En esa época estaban Paquera, Chocolate, Farruco, Rafael El Negro, Matilde, Fernanda, Bernarda, Pansequito, Juan Villar… Había gente muy buena cantando y bailando. Y yo ya lo veía venir. Lo de ahora no es de mi agrado. Se salvan muy poquitos, los que llevan el flamenco dentro, los que lo siguen respetando. De mil, diez. Estuve en Nueva York con dos monstruos de la escena, Claudio Segovia y Héctor Orezzoli Yuyo. Yo discutía con Claudio porque me puso a bailar con un traje blanco por soleá. Le decía: miarma, toda la vida de Dios hemos llevado la ropa oscura. Él me contestaba: no, tú eres un fantasma en la noche. La escenografía distrae a la persona que está bailando. La escenografía eres tú. Si es una obra, pues cuatro detallitos, pero sin volverse locos. Con una buena luz y un buen sonido es suficiente. Eso es lo único que necesita el flamenco. Lo difícil es ser buen artista por tus mismos medios.

– [Manuel Santiago] No es que no haya talento hoy en día. Lo que pasa es que se premia solo lo vanguardista. Por eso en la fundación hablamos de la importancia de tener referencias. Pero la nueva generación tiene muchas capacidades.

– [Manuela Amador] La creación de la fundación es para darle difusión, conservación y promoción al flamenco. Y sobre todo dar visibilidad al papel de la mujer gitana en la sociedad, en las artes y en las letras. Esto es algo muy necesario.

 

Manuel Santiago (gerente de la Fundación Manuela Carrasco), el guitarrista Joaquín Amador (marido de Manuela), Manuela Amador (presidenta de la Fundación) y la bailaora Manuela Carrasco, en el Restaurante Riogrande (Triana, Sevilla). Foto: Quico Pérez-Ventana

Manuel Santiago (gerente de la Fundación Manuela Carrasco), el guitarrista Joaquín Amador (marido de Manuela), Manuela Amador (presidenta de la Fundación) y la bailaora Manuela Carrasco, en el Restaurante Riogrande (Triana, Sevilla). Foto: Quico Pérez-Ventana

 

«No puedo ir a muchos espectáculos flamencos porque o me quedo dormida o salgo con depresión, con taquicardia, me tienen que dar siete vueltas por Sevilla para que se me vaya»

– Cuéntenos algo bueno sobre el baile flamenco de hoy en día.
– Yo admiro el arte. El bailaor no tiene por qué ser gitano para bailar bien y cantar bien. Es cierto que a los gitanos, no todos, cuando Dios les toca con la varita mágica en guitarra, cante y baile, pare usted de contar. Pero también hay personas que aman el flamenco y que se meten en un estudio mucho tiempo, algo que yo soy incapaz de hacer. Eso lo respeto, reconozco el trabajo. Voy a un teatro y lo veo. Pero al que desvirtúa el flamenco ni siquiera voy a verlo. Hay una juventud muy buena, con unos pies maravillosos, con unas facultades grandísimas, unas ideas maravillosas. Pero en el flamenco no solo se tienen que usar los pies. También hay que pararse. Hay momentos en que hay que pararse y usar los brazos y el tronco del cuerpo. Lo mismo da el hombre que la mujer. Eso es muy difícil. Es que no se paran a hacerlo. Se creen que cuantos más pies, más evolución de pies, mejores son. No, señores. El arte es más importante que los pies. Y si ya eres completo, viva Dios.

– ¿Quién se para? ¿Quién lo baila flamenco?
– Me gusta Farruquito a rabiar. Es el único que baila en esa línea.

– Siempre se ha dicho que usted es la número uno bailando por soleá. ¿Los demás no bailan así?
– Cada uno tiene su personalidad. Cada uno baila con lo que le ha dado Dios. Yo es que me siento en la soleá y es mi palo. Pero eso no quiere decir que yo sea la mejor del mundo bailando por soleá. Hay mucha gente que baila bien por soleá. Cada uno baila como es.

– [Manuela Amador] Para mí sí es la mejor bailando soleá, porque es como si entrara en trance. Puedes verla quinientas veces bailando por soleá, que hace quinientas soleares diferentes. Yo siempre salgo diciendo: mamá, ¿cómo has hecho ese remate?

«Antes los aficionados sabían lo que estaban viendo. Se emocionaban y te daban doscientos oles a tiempo. Sabían lo que era el flamenco de verdad. Hoy la juventud no sabe lo que es el puro flamenco»

– Usted es flamenca hasta el fin de sus días.
– Soy gitana de padre y madre. Con eso te lo digo todo.

– ¿Qué le ha aportado el flamenco a usted y qué le ha aportado usted al flamenco?
– El flamenco me ha dado mucho. Es mi manera de vivir, mi manera de sentir. No sé si yo le he dado algo al flamenco. Lo que sí es verdad es que cada vez que salgo al escenario es un estreno. Cada vez voy con más ilusión, con más ganas. Ahora me da más jindama que antes, porque cuando va pasando el tiempo te creas una responsabilidad y te da más miedo. Pero salgo a darlo todo. Me dejo la piel en el escenario, porque es lo que quiero. Es por lo que vivo. Es lo que me gusta.

– Si mira hacia atrás, ¿de qué se siente más orgullosa?
– Me siento orgullosa de ser como soy. Yo nací en una casa humilde, una casa de gitanos en la que había muchas fatigas. Éramos muchos hermanos. Tuve que bailar porque no había más remedio. Me siento satisfecha de lo que he hecho. He ayudado a mi casa, me he realizado como artista. Cuando voy a los sitios y me dicen maestra, a mí se me caen dos lágrimas. ¿Maestra por qué? Yo he pasado muchas fatigas para llegar a lo poquito que soy. Me he puesto el traje en cuartos de baño porque no había camerinos.

– ¿Y si mira de frente?
–Tenemos mucho trabajito, gracias a Dios. Tengo mi espectáculo habitual, que siempre voy renovando. Pero ahora mismo lo que más ilusión me hace es lo de la fundación. Lo han hecho todo a mi espalda, porque yo no sabía nada. Fíjate las grandes personalidades que nos acompañan: Fermín Bohórquez, Cayetano Martínez de Irujo… Están volcados con nosotros. Yo lo que quiero es que cada uno cante y baile a su estilo, pero que el flamenco puro tiene que estar. Eso no se puede perder. Quiero a enseñarle a la juventud hasta cómo se pone una flor.

– [Manuela hija] Queremos mostrar al mundo códigos de referencia a la hora de hacer flamenco. Solo eso. [«Esta tiene la cabeza en su sitio», añade su madre]

«¿Por qué esa señora sale desnuda al escenario? Y además embarazada. ¿Quién te ha dicho a ti que se puede hacer eso con el flamenco, niña? Estoy con la evolución, pero con la revolución no, cariño»

– La pureza flamenca. Hay quien va contra ella. Hay incluso quien dice que no existe.
– Sí existe, cómo no va a existir. Todavía hay muchos artistas grandes que la protegen. Lo que hay que hacer es luchar por el flamenco, que no haya esas mezclas. A mí me molesta cuando venden lo de la música contemporánea y flamenca. Eso no tiene sentido. Otras músicas pueden enriquecer el flamenco, claro que sí, pero lo contemporáneo no lo veo en el flamenco. Yo no hiero a nadie. Yo defiendo el flamenco. Hace veinte o treinta años, los aficionados sabían lo que estaban viendo. Se emocionaban y te daban doscientos oles a tiempo. Sabían lo que era el arte. Sabían lo que era el flamenco de verdad. Hoy la juventud no sabe lo que es el puro flamenco. No lo saben. Entonces, si Israel hace eso con las manos y con los dientes, si Yerbabuena baila así –que la admiro como bailaora, porque es buenísima–, si Rocío Molina sale desnuda al escenario, es porque no saben lo que es el flamenco. Eso no es flamenco, con todos mis respetos a lo que quieran hacer. Para mí no vale. Eso es equivocar a la juventud. ¿Hablo fuerte? Es que es así.

– En todo caso, la suya es una voz autorizada.
– Yo hablo de lo que entiendo. De toda la vida de Dios, pregúntale a Matilde, el flamenco siempre ha sido muy tapado. Cuanto más, mejor. Ya Manuela Vargas salía sin mangas y nos poníamos un poco nerviosas. ¿Por qué esa señora sale desnuda al escenario? Yo no lo puedo admitir. Y además embarazada. No sé de qué va el espectáculo ni quiero saberlo. ¿Quién te ha dicho a ti que se puede hacer eso con el flamenco, niña? No lo entiendo. Haced las cosas como se tienen que hacer. Estoy con la evolución, pero con la revolución no, cariño.

– Entonces, ¿qué flamenco nos queda?
– Yo no puedo ir a ningún espectáculo. Solo puedo ir a los de Farruquito, porque con lo joven que es lleva el flamenco como se tiene que llevar. Y salgo con alegría. Y le suelto cuarenta oles. A otros espectáculos no puedo ir porque salgo con depresión, con taquicardia, me tienen que dar siete vueltas por Sevilla para que se me vaya. O me quedo dormida. Eso no se puede permitir en el flamenco. Y lo digo en general, no estoy mentando a nadie. Por favor, bailad flamenco, que sabéis bailar flamenco. No inventéis más. El flamenco ya está inventado. Ya no hay creadores. Casi todo son copias y malas.

– ¿Y cómo evoluciona el arte si está todo inventado?
– Lo estamos viendo, ¿no? Hace treinta, cuarenta o cincuenta años cada uno tenía su personalidad. El Güito: personal, quitaba el sentío. Mario, gran bailaor. Matilde: gran bailaora. De Carmen Amaya ni te digo, para mí la número uno. Pilar López: era bailarina, pero cuando tenía que bailar flamenco lo hacía con su personalidad. Ahora ves a uno, ves a una, están todos cortados por la misma tijera. Enriqueced el flamenco. Bailad puro. Y si no sabéis bailar puro porque no lo lleváis adentro, bailad elegante, que también sabéis hacerlo. Por eso os lleváis tantos años metidos en las escuelas y en los estudios. No desvirtuéis más el flamenco. Os lo ruego.

 

Manuela Carrasco, con la Torre del Oro y la Giralda al fondo. Restaurante Riogrande (Triana, Sevilla). Foto: Quico Pérez-Ventana

Manuela Carrasco, con la Torre del Oro y la Giralda al fondo. Restaurante Riogrande (Triana, Sevilla). Foto: Quico Pérez-Ventana

 


Sevilla, 1969. Periodista andaluz de intereses etéreos y estrofas cabales. Tres décadas de oficio en prensa musical y cultural. Con arrimo y sin arrimo, para seres de cualesquier afecto.

2 COMMENTS
  • José A. Cardona Urréjola 18 mayo, 2019

    Para mí Manuela Carrasco es la mejor bailaora que hay. Es capaz de bailarte unas bulerías en una baldosa, ademas es muy elegante bailando. Ya es hora de recibir todos los galardones que haya.

  • Mari Tomas Rabel 22 mayo, 2019

    Para mi el flamenco es fundamental que tire pellizco, que te haga llorar. Manuela Carrasco y los Farru hay que morir, chapo. Como ellos no muevan el flamenco se perderá seguro y el buen arte q hay en Jerez, q pasa. De una gaditana

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