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El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»

LOS ELEGIDOS (III). El guitarrista de Caño Roto, ya retirado por problemas de salud, evoca su descubrimiento del genio de Algeciras y cómo llegó a tocar con él. Su sentido del humor y su inabarcable creatividad son los recuerdos más vivos que conserva.


José Jiménez, conocido artísticamente como El Viejín, es un nombre inseparablemente unido al de su barrio, Caño Roto, pero también a la memoria de Paco de Lucía, con quien compartió viajes y escenarios en todo el mundo. Aunque retirado de la guitarra desde hace un par de años a causa de un problema de salud, su memoria no ha borrado ni uno solo de los momentos que vivió con el genio de Algeciras, de cuyo fallecimiento se cumplen este mes diez años. En una cafetería de Madrid accedió a compartir algunos de ellos con los lectores de Expoflamenco

 

 

– ¿Usted recuerda la primera vez que supo de Paco de Lucía?

– El recuerdo que tengo de él es de muy chico, de oír Entre dos aguas y enamorarme al instante. Fue muy fuerte lo que sentí. Yo ya tocaba la guitarra un poco, pero ese descubrimiento fue lo que me hizo estudiar. Quería parecerme a él, bueno, no parecerme… Quería ser guitarrista. Eso es: cuando ves a Paco de Lucía, no quieres ser cantaor, ni bailaor. Quieres ser guitarrista. Mi padre y mi madre eran bailaores, mis tíos guitarristas, y a mí me tiraba la guitarra desde chiquitillo, cuando ni siquiera podía sostenerla. Mi abuelo, cuando yo tenía cuatro o cinco años, me la sostenía para que no se me cayera, y a mí lo que se me caía era la baba encima. Yo le preguntaba: “¿Por qué se me cae la baba, abuelo?”. Y él respondía: “Eso es porque te gusta mucho, hijo”.

 

– La impresión con Paco era auditiva, pero, ¿también visual?

– Claro, era oírlo y verlo. Salí en la tele y yo tenía los ojos como platos, me cautivó su imagen. Y todo fue con Entre dos aguas, como digo. Ha hecho cosas millones de veces más bonitas, pero eso era muy nuevo.

 

– ¿Qué escuchaba usted antes de eso?

– A Sabicas.

 

– ¿Y qué vino a aportar Paco?

– Una personalidad. Paco se parecía a Sabicas en algunas cosas, como es normal, pero tenía un don. Le tocó Dios con la varita mágica. Le dijo: tú eres Paco de Lucía, has venido al mundo para eso y lo seguirás siendo. Solo su presencia física te cautivaba. Esa personalidad formaba parte de todo lo que tenía dentro, y todo lo que tenía dentro salía en su música. Eso nos ocurre a todos: si eres mala persona, vas a sacar mala música.

 

– A partir de ahí, ¿fue siguiendo todos sus discos?

– Siempre. Los esperaba como agua de mayo. Sabía cuándo iba a salir cada uno, contaba si faltaba para ello un mes, dos… Lo seguía como un fan.

 

 

«Se dice siempre que si su picado, el trémolo, o el arpegio. Es su persona. Meditando, Dios me hizo sentir que no tienes que ser el mejor sino hacerlo lo mejor posible. Si dices ‘quiero ser el mejor’ es vanidoso, pero si dices ‘voy a intentar hacerlo lo mejor posible’, siempre te vas a superar a ti mismo»

 

 

El guitarrista flamenco José Jiménez ‘El Viejín’, durante su entrevista con Alejandro Luque en la cafetería Canadá de Carabanchel, Madrid. Foto: Victoria Herranz

 

 

– ¿Cuáles recuerda especialmente?

– Fuente y caudal, Siroco, Ziryab… Y Luzía. Es que eran todos. Escuchabas Fuente y caudal y decías, ¿qué ha pasado aquí? Y escuchabas Almoraima y lo mismo. ¿Qué ha pasado? Y eso no para, cada vez te vas asustando más. Te preguntas cómo es posible que de una persona saliera tanto.

 

– Un amigo de Paco, el guitarrista José Carlos Gómez, suele referirse a esos discos como si cada uno los hubiera hecho una persona distinta. ¿A qué cree que se debe?

– A su personalidad. Se buscaba. Por eso cambiaba el sonido, era la misma persona pero en una búsqueda interior diferente, por eso no parece el mismo, y a la vez está en todos ellos. Paco nunca se iba de él.

 

– Cuando empezó a estudiarlo, ¿qué le parecía más difícil?

– Prácticamente no me parecía difícil nada, porque la verdad es que con la guitarra siempre tuve mucha técnica. Lo difícil era la complejidad de aquella personalidad. ¿Por qué toca así? Esa era la cuestión. No cómo lo ha hecho, sino por qué lo ha hecho.

 

– ¿Algún tema que le maravillara en concreto?

– La taranta de Fuente y caudal, los tangos de Siroco, la bulería de Zyryab… Es que es todo. Es que no hacía nada malo. Lo normal cuando te pones un disco de guitarra es que lo escuches y digas: vale, ya lo escucharé otro día de nuevo. Con Paco no puedes parar, es un tema detrás de otro y vuelta a empezar.

 

– ¿Le impresionaba la velocidad?

– Sí, pero no tanto. Yo ya con 12 o 13 años ya tenía mucha facilidad para tocar rápido. ¿Puedo contarle una anécdota que me viene a la cabeza?

 

 

«Me decía: “Cuando toco en Sevilla, en Madrid o en Jerez, me cago”. Yo creía que era una exageración. Pero qué dices, Paco, si eres un fenómeno, si pareces Kung Fu pero de verdad, hasta físicamente. Y sin embargo era humano, sabía que había gente que quería verle fallar y sufría con eso»

 

 

Las manos de José Jiménez ‘El Viejín’. Foto: Victoria Herranz

 

 

– Por favor.

– La primera vez que ensayé con Paco, tenía una grabación de televisión que me había hecho Cañizares, y cuando le toco dos notas, me dice, “nah, te lo sabes”. Quería que lo dejáramos ahí. Y yo le dije: “No me hagas esto, Paco, por favor”. No quiso tocar más hasta que salimos a Murcia, y yo no sabía que tenía que tocar Zyryab. Creía que lo tocaba con Benavent, así que le pregunté a éste, y me dijo que no. “Me estás bromeando, ¿verdad?”. “En serio”. Así que me aprendí las contestaciones de Zyryab antes de actuar. Le dije a Paco: “Yo no me sé eso, no me las ha grabado Cañizares”. Y me responde: “Bueno, lo que no te sepas, apaga la guitarra”. “¿Que apague la guitarra? Pero qué vergüenza, Paco, no me hagas eso”. “Tú hazme caso”. Me enfadé y le dije: “Bueno, pero si fallo, la culpa la tienes tú”. “Vale”. Me lo dijo con tanta seguridad que me convenció para hacerlo bien. Pero, hablando de velocidad, una vez en Venezuela lo hizo tan rápido que no di ni una nota. Ni una. Se me puso la cara colorada.

 

– ¿Qué otros guitarristas le interesaban entonces?

– Manolo Sanlúcar era sin duda el otro guitarrista a seguir. Que Dios los tenga en su gloria.

 

– A usted se le considera el guitarrista de Caño Roto. ¿Cree que Paco buscó en usted una sonoridad específica?

– No lo creo, yo nunca me he preocupado mucho por el sonido. Es verdad que a Paco le encantaba cómo sonaba mi guitarra, cuando la escuchaba ponía una mueca así y hacía un gesto de aprobación. Yo creo que eso va con la personalidad y no con el barrio ni con el sitio del que vienes.

 

– ¿Paco no tenía la impronta de Algeciras?

– Creo que Paco era Paco. Y Algeciras, me da cosa decirlo, pero es lo que es por Paco. Yo siempre digo que no por ser de Caño Roto vas a ser bueno. El barrio no te tiene que dar el nombre a ti, tú tienes que dárselo al barrio. Caño Roto se conoce porque mis padres fueron los primeros artistas que salieron de allí.

 

– ¿Cómo conoce personalmente a Paco?

– Pues precisamente me lo presentó mi padre, que había actuado con él, hay una grabación en la tele en la que sale tocándole. Lo conocí primero en el Teatro Real, pasé al camerino, le dije que era hijo de quien era y fue muy amable, pero la primera vez en serio fue en el Parque de Atracciones. Yo tenía 16 años y él había sacado el disco Solo quiero caminar, que fue otra revolución con la percusión, la flauta… Y mi padre le dice a Paco: “Déjale la guitarra, ya verás”. A mí me temblaban las manos, pasé una vergüenza tremenda.

 

 

«Íbamos a cualquier sitio y nos recibía el embajador del sitio con todos los honores. No tocábamos ni una maleta, yo mi guitarra y mi maleta solo las veía en la habitación de mi hotel. Pero en España todo es distinto. (…) España no ha pagado a Paco lo que hizo por el país, ni una centésima parte. Eso da pena»

 

 

El guitarrista flamenco José Jiménez ‘El Viejín’, durante su entrevista con Alejandro Luque en la cafetería Canadá de Carabanchel, Madrid. Foto: Victoria Herranz

 

 

– ¿Recuerda qué le tocó?

– Por soleá. Y un poquito por bulerías. Más tarde nos vimos en la Zambra… Pero hay una cosa muy bonita de aquel día en el Parque de Atracciones. Luego soñé que tocaba allí mismo con Paco, pero en el sueño yo no podía ir… Y luego en la realidad pude y pasó todo lo que pasó.

 

– ¿Cómo fue?

– Pues él tenía a Cañizares como guitarrista, y en un momento dado no podía. Paco me llamó, ¿te quieres venir? Pero luego resultó que Cañizares sí podía. “Qué pena”, pensé, “era mi última oportunidad”. Pero hubo otra. Paco volvió a llamarme y me dijo: “Esta vez sí te vienes”.

 

– ¿Se ha preguntado alguna vez qué vio el maestro en usted?

– Lo que veía, lo veía él, yo no lo sé. Era inteligente, muy listo. Veía las personalidades.   

 

– ¿Y recuerda cómo se sintió la primera vez que estuvo hombro con hombro con él?

– Tocar con Paco es lo más bonito que puede pasarle a un guitarrista. El sueño de cualquiera que sea de verdad músico, porque si eres músico te gusta tener un genio al lado. Y preguntarte, ¿esto que está pasando es verdad? ¿Me pellizco? ¿Está ocurriendo? Pero tú estabas allí y tenías que hacer que brillara él, para eso está la segunda guitarra. Si tocas mal, si estropeas algo, te acusas a ti mismo. Lo único que te obsesiona en ese momento es no fallarle. Pero cuando todo va bien, la magnitud del guitarrista la ves aún más grande.

 

– Tocar con una banda grande y con sonidos nuevos para usted, ¿le supuso algún problema?

– En absoluto. Benavent, Rubem, Jorge, son grandes músicos y muy buenas personas. Y lo mismo Duquende. Y Ramón de Algeciras era como un policía [risas]. Como te pasases un pelo, te metía preso. Era el rey del segundo: si llegabas un segundo tarde… En Murcia me echó una bronca porque llegué antes, “¿qué quieres, tomar un café ahora?”, me echó una bronca… Y yo, “pero Ramón, que yo no he hecho nada, si yo he llegado a tiempo…” Y me mandó a tomar café [risas] Pero cuando le conocías, era la persona más buena que puedes imaginar. Como si fuera mi tío, igual. No se separaba de mí, ni yo de él.

 

 

«Creo que Paco sigue siempre con nosotros, su música y su legado van a seguir siempre con nosotros. Y tocar con Paco va a seguir siendo lo mejor que nos ha pasado en la vida»

 

 

– Y dicen que Paco también estaba muy pegado a sus músicos, no iba de estrella nunca, ¿era así?

– Casi todos los que van de estrellas son personas inseguras de sí mismas, pero Paco era tan seguro y tan buena gente y tan de verdad, que estaba con nosotros siempre, como un chaval. No solo ha sido el mejor guitarrista, ha sido la mejor persona. No se sabe en qué era mejor.

 

– A usted se le daba bien el fútbol, ¿jugó con él?

– ¡Mucho! Antes de irnos de gira quedábamos todos los martes y los viernes en el polideportivo de Usera, cerca de la Plaza Elíptica. Yo jugaba de 11, de extremo izquierdo, pero también de derecho, porque soy ambidextro. Y corría muy rápido. Paco me decía, ¿sabes por qué picas bien? Por como corres. Eso es el temperamento que tienes, por eso corres y picas bien.

 

– ¿Él de qué jugaba?

– De delantero centro.

 

– Como en el escenario…

– Así es. Jugábamos también con El Grilo, con el Bola… Y de gira siempre jugábamos, a veces con equipos profesionales. En Colombia jugamos con el Cali, y recuerdo que me echó una bronca por no haberle pasado el balón… [risas]

 

– Y en escena, ¿recuerda contratiempos con él?

– No… Sí me acuerdo de una vez que se le rompió el callo y se hizo un hueco en el dedo. Le ayudé a colocárselo. “¿Sabes cómo se coloca, Paco? Con bicarbonato. Lo echas en el hueco, y luego le pones super glue. Pero te puedes quemar”. Así hizo y se puso una tirita, y solo se la quitó a lo último. Otra vez, jugando al fútbol, me dio un pase, se hizo daño en la espalda y se fue al hospital. Estuvo toda la noche despierto con Valium en vena, salió del hospital al día siguiente y se fue a tocar. No sé cuánto sufrió, pero tocó de una manera que me llegó al corazón.

 

 

«Tocar con Paco es lo más bonito que puede pasarle a un guitarrista. El sueño de cualquiera que sea de verdad músico, porque si eres músico te gusta tener un genio al lado. Y preguntarte, ¿esto que está pasando es verdad? ¿Me pellizco? ¿Está ocurriendo? Pero tú estabas allí y tenías que hacer que brillara él, para eso está la segunda guitarra»

 

 

El guitarrista flamenco José Jiménez ‘El Viejín’, durante su entrevista con Alejandro Luque en la cafetería Canadá de Carabanchel, Madrid. Foto: Victoria Herranz

 

 

– Luego lo invitó usted a la grabación de su disco. ¿Cómo era Paco en el estudio?

– Era… Buff, no dejaba pasar una nota… Y la que dejaba pasar que parecía que estaba mal, era la que luego más te gustaba. A lo mejor pisaba mal con la izquierda y sonaba ¡chis!, pero lo veía bien, sabía cuándo le venía bien al tema ese sonido. Conmigo grabó A los niños que sufren. Me producía Juan de Ketama, yo le toqué por teléfono a ver si le gustaba lo que me traía entre manos, y me dijo “eso está bonito, ahí se puede hacer algo”. Y así surgió la oportunidad.

 

– Él era muy aficionado también a llamar a los amigos, ¿no?

– ¡Mucho! Me llamó una vez a las cuatro y media de la mañana, pero ahí estaba un poquito mal… Me contó una cosa… Bueno, ya puedo decirla: estaba muy afectado con lo de Camarón, con su muerte y con todo lo que se dijo de él después. Estuvo años con eso. Yo le insistía: “Paco, tú no te preocupes con lo que se diga, al final se va a demostrar lo que tú eres”. Y me dio las gracias, me dijo que hablar conmigo le había calmado.

 

– ¿Lo vio grabar más veces?

– Sí, me acuerdo una vez que tocábamos a la Remedios Amaya, y le tuve que llevar a Cancún una guitarra mía para que grabara. Grabábamos con un técnico mexicano muy malo, a Paco le costaba un montón lo que estaba haciendo, y de pronto el técnico le da a un botón y descuadra la claqueta… Paco se va a la calle a ver si se le pasa el disgusto, y compra tres bocadillos. Pero cuando regresa se perdió uno, que era justamente el del técnico. Lo encontré yo, se lo di al hombre, y Paco me regaña delante de él: “¿Pero por qué le has dado el bocadillo?” Con una gracia… . [risas] Yo llorando de la risa.

 

– Allí, en México, ¿se volvía una persona diferente?

– Claro, trabajando era distinto, porque sabía que tenía una responsabilidad. En la playa ese peso se le iba, estaba más alegre, porque con lo otro sufría. Mira, me acuerdo cuando acabé el disco, que lo llamé y le dije: “Paco, mi disco es una mierda”. Y él me dijo: “Pues yo he hecho veinte discos y he cogido una depresión, así que te voy a decir una cosa. Coge el disco, mételo en la funda, lo metes luego en una bolsa, y échalo al cubo de la basura. Así me he quitado yo las depresiones. ¡Y no lo escuches hasta que grabes el próximo!”. Lo hice y funcionaba, se me empezó a quitar la depresión. Fíjate, yo ni comía con la sensación tan mala que tenía, y luego le dieron el premio al disco del año.

 

– ¿Entendía usted esas sensaciones tan extremas, entonces?

– Bueno, cualquier disco de él es extraterrestre. Ponía el mío y a su lado no valía para nada. Pero él me animaba, “ese disco es una joya, te ha quedado muy bonito…”. Le gustaba la soleá por bulerías. “Está muy bien todo, pero lo que más me gusta es eso”. 

 

 

«Paco tenía un don. Le tocó Dios con la varita mágica. Le dijo: tú eres Paco de Lucía, has venido al mundo para eso y lo seguirás siendo. Solo su presencia física te cautivaba. Esa personalidad formaba parte de todo lo que tenía dentro, y todo lo que tenía dentro salía en su música»

 

 

 

– ¿Recuerda usted cómo le llegó la noticia de su muerte?

– Sí, fue de los peores días de mi vida. La noticia me la dio mi mujer, que sabía cómo me iba a caer, así que me lo dijo como de broma, porque temía que me asustara mucho. Se rio para que de primera impresión yo medio me lo creyera y medio no. No la culpo por ello. Lo cierto es que todavía no me lo creo. Creo que Paco sigue siempre con nosotros, su música y su legado van a seguir siempre con nosotros. Y tocar con Paco va a seguir siendo lo mejor que nos ha pasado en la vida.

 

– ¿Incluso los que no tocaron con él, aprendieron de sus enseñanzas?

– Todos hemos aprendido, todos somos sus alumnos. Y el que diga que no, miente. Es tanto lo que dejó… No es técnica, no es nada concreto: es aprender a vivir de la forma de la guitarra, de la armonía de la guitarra, de la flamencura de la guitarra. Es todo.

 

– Muchos lo dan por “sabido”, pero yo siempre defiendo que lo que ha abierto son muchas líneas de trabajo, que es ahora cuando tiene que empezar a florecer su legado.

– Es así. Mira, Paco ha hecho tanto por la guitarra que cada falseta suya puede seguir una línea, cada una te puede llevar por un rumbo, ¿tú sabes lo que es eso? Incluso cada nota, según cómo la tomes. Es lo que yo llamo el embajador de la guitarra.

 

– A propósito de eso, ¿usted sintió que fuera de España se le trataba mejor que aquí?

– Sí. Íbamos a cualquier sitio y nos recibía el embajador del sitio con todos los honores. No tocábamos ni una maleta, yo mi guitarra y mi maleta solo las veía en la habitación de mi hotel. Pero en España todo es distinto. Si eres futbolista y te lesionas, puedes acabar de directivo o algo así. Aquí, aunque hayas tocado con Paco de Lucía, después de toda la vida luchando por la música, te pasa algo como lo que me pasó a mí, y mira. De todos modos, España no ha pagado a Paco lo que hizo por el país, ni una centésima parte. Eso da pena.

 

– ¿Y su actitud cambiaba cuando venía a tocar?

– Mira, me decía: “Cuando toco en Sevilla, en Madrid o en Jerez, me cago”. Yo creía que era una exageración, pero lo llamaba para preguntarle qué hacía, y me respondía. “Estoy cagao”. “Pero qué dices, Paco, si eres un fenómeno, si pareces Kung Fu pero de verdad, hasta físicamente”. Y sin embargo era humano, sabía que había gente que quería verle fallar y sufría con eso. En el mundo hay mucha envidia, los que pensaban así eran muy poquitos, pero los había.

 

 

«Cuando ves a Paco de Lucía, no quieres ser cantaor, ni bailaor. Quieres ser guitarrista. Mi padre y mi madre eran bailaores, mis tíos guitarristas, y a mí me tiraba la guitarra desde chiquitillo, cuando ni siquiera podía sostenerla»

 

 

– ¿Alguna otra anécdota?

– Sí, jugando al fútbol contra unos que llamaban Los Ferrateros, yo tenía tocado el ligamento, hice un quiebro y me lo rompí. Sonó ‘clok’, me destrozó la rodilla faltando un minuto para que acabara el partido. Me puse a chillar y me cogieron cinco o seis, y escucho a Paco gritar: “¡Dejadle, que es un mentiroso, siempre hace eso a falta de un minuto para que lo lleven en volandas!”. Y yo, “¡desgraciado, que estoy muy mal!”. Y él: “Dejadlo ahí, ¿de verdad otro equipo va a caer en lo mismo de siempre?”. Cuando me vio en el vestuario, cuando parecía que me había roto algo, todavía se reía. “¿Te ríes, encima?” [risas]

 

– Cuando piensa ahora en él, ¿cuál es la enseñanza que conserva con más celo?

– Se dice siempre que si su picado, el trémolo, o el arpegio. Es su persona. Meditando, Dios me hizo sentir que no tienes que ser el mejor sino hacerlo lo mejor posible. Si dices quiero ser el mejor es vanidoso, pero si dices voy a intentar hacerlo lo mejor posible, siempre te vas a superar a ti mismo. Y luego demostró que, aunque siempre ha habido competitividad entre los músicos, algo que es malísimo, como si se tratara de hacer los 100 metros en menos tiempo… Nos dio a entender que el arte, cuando es puro, no tiene nada que ver con eso. 

 

         


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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