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Nani Soriano: «El flamenco puede ser una nueva cara para Málaga y su provincia»

La directora artística de la VIII Bienal de Arte Flamenco de Málaga hace un balance provisional positivo de esta edición, en la que ha introducido cambios en el formato y el calendario con la idea de reforzar la identidad de la cita.


Nani Soriano no se considera, en rigor, una experta, pero el flamenco no le resulta en absoluto ajeno. De hecho, la actual directora general de Cultura de la Diputación de Málaga, ha vivido inmersa en las artes escénicas desde los quince años. Interpretación, producción, distribución, comunicación estratégica… “Menos técnico de luces y de sonido, he hecho de todo”, asegura desplegando una sonrisa que no disimula el orgullo.

 

Granadina de 1969, Soriano asumió el año pasado la dirección artística de la Bienal de Arte Flamenco de Málaga. Un reto monumental de por sí, que cobra aún mayor complejidad por el cambio de formato y de fechas que se ha planteado en su octava edición, pero que Soriano afronta con ilusión y mucha fe en las posibilidades de la cita. “Cuando, el pasado julio, el equipo de Gobierno me ofreció asumir la Bienal, sentí una gran responsabilidad, pero también una enorme alegría”, afirma. “Cuando, al margen de mi carga de trabajo habitual, me invitan a tocar algo de escena, me vuelvo loca”. 

 

Tras los citados inicios en el ámbito de las artes escénicas malagueñas, Soriano cursó el máster de Gestión Cultural de la Universidad Complutense y también el de la SGAE, pero sobre todo recuerda el magisterio que ejercieron sobre ella personas del mundillo como Miguel Gallego, quien fuera programador del Teatro Cervantes, o Teresa Nieto, “tal vez la primera contemporánea que se metió en el terreno del flamenco”, evoca. “A ella no le gustaba hablar de fusión, en cambio decía que el contemporáneo español había encontrado su identidad en el flamenco. Manuel Liñán, Olga Pericet, Dani Doña… todos a los que tocó han hecho carrera propia”.

 

Con esta maestra anduvo Soriano trabajando como mánager artística hasta 2016, pero su vida profesional había tomado otros rumbos. Unos años antes, había comenzado a abordar proyectos de intersección entre sociedad, cultura y educación, algunos de los cuales aún siguen en pie. Hasta que entró de lleno en la administración, donde la esperaba el desafío de la Bienal que empezó el pasado 29 de abril.  

 

 

«Tengo la sensación de que todos están contentos con el cambio. También los profesionales. La Bienal ha ganado identidad, y mucha gente me dice que no tenía a la Bienal en su agenda y ahora sí. Pero seamos prudentes: cualquier cambio de formato necesita un tiempo de rodaje. En cultura es todo a medio plazo»

 

 

Entre las novedades de este año, Soriano destaca el desplazamiento a mayo como algo más que un simple movimiento en el calendario: “Cuando la Bienal era en verano, se dilataba demasiado en el tiempo y, al tiempo que apoyaba a los festivales, también interfería en la programación de estos. Yo soy de la opinión de que los festivales deben tener su identidad y su libertad programativa. La colaboración es siempre sana, pero creo que el sistema anterior no era bueno ni para los festivales ni para la Bienal”.

 

“Tengo la sensación de que todos están contentos con el cambio”, prosigue la directora. “También los profesionales. La Bienal ha ganado identidad, y mucha gente me dice que no tenía a la Bienal en su agenda y ahora sí. Pero seamos prudentes: cualquier cambio de formato necesita un tiempo de rodaje. En cultura es todo a medio plazo”.

 

Tal vez por eso, la responsable de la cita afirma modestamente que este año “se han dado pinceladas” orientadas a una transformación paulatina pero ambiciosa. Una de las líneas a consolidar es la internacionalización de la Bienal, “algo muy importante para una ciudad abierta al mar y en sí misma cosmopolita”. Cuando Expoflamenco le comenta la primera edición del festival Guirijondo de Palomares, asiente con convicción: “El flamenco es un arte sin fronteras, y los eventos deben reflejarlo”.    

 

Por otro lado, Soriano es consciente de la complejidad que entraña un formato como el de la Bienal de Málaga, empezando por su itinerancia por la provincia. “Hay muchas singularidades, unos espacios más pequeños y otros más grandes, unos mejor dotados que otros… Con esos escenarios tan distintos vamos trabajando”.

 

La conversación se desliza hacia la programación, que ha gozado de una buena respuesta por parte del público, aunque –como ocurriera con la Bienal de Sevilla del año pasado– algunos sectores han manifestado reproches por sus concesiones a la modernidad o la heterodoxia. “Hay un crisol de formas de hacer flamenco y vivir el flamenco en nuestro tiempo”, responde. “Se trata de que todos los públicos encuentren algo que se acomode a sus deseos”.

 

 

«El futuro traerá a la Bienal una mayor participación de Málaga y sus instituciones. No tenemos duda de que esta puede ser una nueva cara de la ciudad y de la provincia, mucha gente de todo el mundo puede descubrir Málaga a través del flamenco»

 

 

“Por ejemplo”, agrega Soriano, “hay gente joven que se está acercando al flamenco y comprendiéndolo a través de la música electrónica. Siempre que haya calidad y una raíz sana y auténtica, hay que abrir el espectro”.

 

Entre el amplio programa de la Bienal malagueña de este 2023, la directora destaca la primera presencia de Rocío Molina con una creación propia, “y además en su Axarquía natal, en el teatro de Torrox”. La primera vez, también, que actúa Mayte Martín en el evento, con una coproducción mano a mano con Virginia Gámez. O el esperado recital del maestro José de la Tomasa en Antequera.    

 

También subraya la importancia del programa dedicado a la huella negra en el flamenco a través de conferencias performáticas, las residencias artísticas con Miguel Marín, “que pueden ser importantes para el ecosistema propio de la Bienal”, o las coproducciones con Irene Lozano o Rafa Ramírez, “gente con trayectoria que está luchando mucho por abrirse camino”. Asimismo, destaca la alianza con Flamenco Eñe, la idea de abrir las puertas de los museos malagueños al flamenco y el impulso para que los programadores acudan a Málaga, entre otras novedades.

 

A pesar de contar con un presupuesto que califica de “modesto” sin entrar en detalles, Nani Soriano confía en que el futuro traerá a la Bienal “una mayor participación de Málaga y sus instituciones, y en esa dirección estamos trabajando”, apostilla. “Hemos dado un primer paso para la consolidación, y para ser receptores de la mirada de las instituciones gubernamentales y de la ciudad. No tenemos duda de que esta puede ser una nueva cara de la ciudad y de la provincia, mucha gente de todo el mundo puede descubrir Málaga a través del flamenco”.

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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