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Benavent, Di Geraldo y Pardo: «El pellizco y la jondura no solo están en el flamenco»

El trío de virtuosos instrumentistas de flamenco jazz presenta en Andalucía su última colección, 'Flamenco Leaks'. Ases de la música que hechizan a almas libres y sensibles.


«No es el flamenco y el no flamenco», dicen. «Escuchas a Jaco Pastorius y más jondura que esa no puede haber. Y a Ray Charles. Y a Jimi Hendrix. Y a Michael Jackson. Eso es jondura». O en una charla con los dioses ibéricos del flamenco jazz, cabría añadir. Ahí sí que hay pellizco.

Jorge Pardo (flauta, saxo), Carles Benavent (bajo eléctrico) y Tino Di Geraldo (batería) –conocidos como El Trío– andan de gira defendiendo su Flamenco Leaks, tercer álbum conjunto, segundo de estudio. Flamenco de 24 quilates alejado de la ortodoxia y el folclorismo. Un feliz reencuentro de titanes que sobrevuela cual fugaz cometa algunos espacios escénicos con solera de la piel de toro. Charlamos con Benavent y Di Geraldo en la cafetería del Hotel Sevilla Center. A dos pasos del Teatro Lope de Vega, donde actúan el 6 de febrero. A tres pasos del Olimpo. «Ahora hay grandes cantaores y grandes guitarristas, pero quizá falte un maradona».

 

– Se acaban de cumplir veinte años del álbum en directo que grabaron en el Teatro Central de Sevilla. Un capítulo emblemático en su carrera, ¿no?
– Carles Benavent: Un trabajo auténtico. Un directo es lo que hay. Sin trampa ni cartón. Defendimos nuestro repertorio con pasión.
– Tino Di Geraldo: Eso lo dirán los consumidores. Nosotros, cuando lo hicimos, no tuvimos conciencia de que fuera un disco emblemático. Surgió la idea por Mario Pacheco y lo hicimos.

– ¿Qué recuerdos tienen de aquella velada en La Cartuja?
– CB: Energía. Buena respuesta del público. Además, en el Central parece que la gente se te cae encima.
– TDG: Yo ese día no toqué de otra forma. Es lo mismo pero peor, porque sabes que estás grabando. Más nervios de lo normal. Más presión. Oye, que tocas en el Olympia de París. Bueno, ¿y qué? Como si toco en Teruel o en Cuenca. Me da igual un sitio que otro. Siempre es como la primera vez. Como subir una montaña.
– CB: Lo que cuesta es arrancar. Una vez que estás ahí arriba tocando, tiras p’alante.
– TDG: Hay veces que es más fácil, otras veces no. Es que si no lo haría todo el mundo. Cuando tú pagas una entrada esperas que alguien dé un salto mortal y se parta la cabeza. Estar ahí es muy difícil.
– CB: Lo importante es transmitir. Lo que hacemos es un oficio, pero con la mística de transmitir emociones. Eso lo transforma en arte, en algo más espiritual.

– En aquel teatro, el Central, entrevistamos un día a Antonio Flores, que compartía cartel con Enrique Morente. Aún se nos aparece por la platea el espíritu amoroso de Antonio.
– TDG: Yo grabé con Antonio Flores. Compartí horas de estudio, ensayos, algún bolo. Era entrañable. Muy cercano a mí, por lo callejero, por cómo era.

 

«Paco de Lucía tuvo el valor de meter un bajo eléctrico, un cajón y una flauta. En aquella época era un sacrilegio, como ahora Rosalía. Paco era la Rosalía del año 80» (Carles Benavent)

 

– Después de tantas actuaciones en Sevilla, incluidos carteles en la Bienal, ¿sienten algún pudor al salir a un escenario de la capital andaluza e interpretar flamenco desde el filo? ¿Todavía tienen que dar explicaciones?
– TDG: Luego también tienes la paradoja de que cuando estás en Sevilla miras las primeras filas y la mayoría son japoneses, cosa que me parece genial. Pero no, yo intento que no me influya estar en Sevilla. Haz lo que sabes y ya está.
– CB: A mí nunca me ha afectado eso. Quizá porque no vengo de cuna flamenca. En mi casa no se escuchaba flamenco cuando era pequeño. No tengo esa presión que puede tener un andaluz o un flamenco. Para Paco de Lucía era horroroso tocar en Sevilla o en Cádiz. Lo veía como un examen, como si fueran a verle para comprobar si metía la pata. Pero yo sabía que hacíamos las cosas bien, con honestidad, y que aquello terminaría cuajando.
– TDG: Yo tampoco vengo del flamenco, pero no cabe duda de que si vas a Noruega a tocar sales más relajado. O a Finlandia. O a Japón. Pero si vas a Jerez a tocar por bulerías, digan lo que digan hay algo que… ¡cuidao! Sabes que aquí hagas lo que hagas lo entienden. Otra cosa es cómo lo gestiones.

– ¿Hay en los teatros de Sevilla más japoneses que en los teatros de Madrid?
– TDG: Es que son muy aficionados, los más aficionados del mundo. En Madrid hay muchos, pero en Sevilla más todavía. El japonés amante del flamenco lo que quiere es ir a Sevilla y a Jerez, encontrarse por la calle con un artista, ir a un tablao… Eso es el paraíso.

– ¿Los japoneses aplauden con el mismo criterio que los españoles?
– TDG: El mismo. Hay españoles que te piden que cantes por Canelita después de haber cantado por seguiriyas.
– CB: Un tablao de las Ramblas, en Barcelona, hace cinco pases al día. Vacían y llenan, todo el día así. Siempre turistas: japoneses, holandeses, ingleses… En vez de bolsos llevan maletas.

 

«Si vas a Jerez a tocar por bulerías, digan lo que digan hay algo que… ¡cuidao! Sabes que aquí hagas lo que hagas lo entienden» (Tino Di Geraldo)

 

– Diez años atrás escribíamos esto de una actuación de ustedes en la Bienal: «…Porque lo que hacen es música española, andaluza, flamenca». ¿Se reconocen en esas etiquetas? ¿Las tres? ¿Ninguna?
– TDG: Yo me reconozco en la española, y tampoco mucho, porque nací y me crié en otro país, Suiza. Que tu música se etiquete con el país al que perteneces, eso de entrada me choca. Como si fuera lituano, no sé. De acuerdo, está la cuestión geográfica. El hecho de estar en un sitio hace que te empapes de lo que tienes ahí. Nosotros en España nos hemos empapado de flamenco porque es que lo tenemos ahí, con el vecino, el otro… Y más siendo músicos. Yo no reniego de lo español, pero si veo un disco mío en una tienda en la estantería de música española, por un lago digo ‘sí, vale’, pero por otro no me identifico del todo. Para mí la música es algo más personal, no algo patriótico o de raza. ¿Europeo? ¿Occidental? No sé. Cualquier palabra que le pongas no me identifica del todo.
– CB: Yo cuando toco, cuando improviso, cuando compongo, cuando hago un solo de bajo, nunca me he atrevido a decir que hago flamenco. Creo que mi música tiene un aroma flamenco, tiene un sabor flamenco, porque es lo que llevas en la mochila. Las experiencias que has vivido, a quién has escuchado, con quién has tocado… Me he puesto flamenco para tocar con los flamencos. Yo empecé la casa por el tejado. Tuve la gran suerte de que lo primero que hice de flamenco fue tocar el bajo eléctrico junto a la mejor guitarra flamenca, la de Paco de Lucía. Bestial.

– Cuando eran ustedes más jóvenes que ahora, difícil imaginarlo, el nuevo flamenco era un género respetuoso, innovador, preclaro. ¿No les parece que aquella corriente creativa y trasgresora ha derivado en un flamenquito con ka?
– TDG: Hombre, tiene que haber de todo. Desgraciadamente y gracias a Dios, las dos cosas. No sé muy bien qué más decir sobre esto.
– CB: Lo lógico es que se mezclen las cosas. Ya hace mucho tiempo que nos comunicamos más fácilmente con gente de otros países. Tienes la opción de tocar con un africano, con un indio… Siempre ha habido fusiones. La inquietud de aprender cosas nuevas, mimetizarte con músicos de otros países a ver qué sale de ahí. Esa inquietud es la que tenía Paco de Lucía, que tuvo el valor de meter un bajo eléctrico, un cajón y una flauta. En aquella época era un sacrilegio, como ahora Rosalía, que solo se habla de ella. Me hace mucha gracia. Paco era la Rosalía del año 80. A él le decían: ‘Paco, el de la guitarra china, que se vaya’. A mí no me temblaban las piernas, porque sabía que era bonito lo que hacíamos. Y salían los flamencólicos pidiendo que tocara para ellos. Y Paco decía: a la guitarra china, Carles Benavent. Y yo saludaba. ¿Y sabes cuándo se acabó lo de la guitarra china? Cuando grabé una bulería con Camarón de la Isla. Fue en el disco Viviré. Y me llamó Paco y me dijo: ‘Carlos, ya está’. Como diciendo que ya se me había aceptado, que ya era de los suyos.
– TDG: Y luego en el flamenquito hay cosas que están muy bien. Es bueno que haya flamenquito. Yo he producido algún disco que otro de cosas aflamencadas. Hay una parte pop en el flamenco que puede ser digna. En todo hay cosas de verdad y cosas que no lo son tanto. Te tomas un gin tonic y disfrutas cualquier cosa.

 

Tino Di Geraldo y Carles Benavent, tras dar cuenta de un café solo y un aquarius, respectivamente, en la cafetería del Hotel Sevilla Center. Foto: perezventana

Tino Di Geraldo y Carles Benavent, tras dar cuenta de un café solo y un aquarius, respectivamente, en la cafetería del Hotel Sevilla Center. Foto: perezventana

 

– Pero ustedes, señores, han tocado con Camarón, Manolo Sanlúcar y Paco de Lucía. Conocen bien qué es el flamenco, el cante jondo.
– CB: ¿Sabes los palos que se llevaron esos artistas que citas por algunos pasos que dieron? Queco produjo a Vicente Amigo y a Las Ketchup. Tino tocó la batería en el Aserejé.
– TDG: ¡Y el bajo!

– Discúlpenme, maestros. Quizá esperaba una respuesta del tipo ‘somos músicos de jazz, experimentamos, improvisamos, pero nos vuelve locos la jondura’.
– TDG: Hombre, por supuesto. Nos encanta la jondura en todo, no solo en el flamenco. Es que la música es todo lo mismo. No es el flamenco y el no flamenco. Yo he escuchado a Jaco Pastorius y más jondura que esa no puede haber. Y a Ray Charles. Y a Jimi Hendrix. Y a Michael Jackson. Eso es jondura.
– CB: Eso te puede dar una idea de en qué banqueta estamos sentados.
– TDG: El pellizco y la jondura no solo están en el flamenco. Michael Jackson cuando hace así… ¡Ay! El flamenco está en el ¡ole!, aunque sea un esquimal el que está tocando.
– CB: Joaquín Grilo era un loco de Michael Jackson. Le pillaba cosas.

– Había uno, luego les digo su nombre cuando apague la grabadora, que hacía un programa de flamenco en la radio. Una noche llamó una oyente y le pidió que pinchara algo de Michael Jackson. Él le contestó que en las bulerías el Jackson cantaba atravesao. ¿Y saben qué? El locutor acabó casándose con aquella dama.
– TDG: Las bulerías estaban regular de compás, ja, ja, ja.

– ¿Es diferente enfrentarse a un periodista en Sevilla que a uno en Madrid?
– TDG: A la hora de hablar de música no hay gentilicios.

 

«Virtuoso es tocar muy rápido y muy perfecto, pero también tocar bien. Te puedes equivocar más o menos, un día estás más gracioso que otro. Pero es mucho más difícil tocar despacio que rápido» (Di Geraldo)

 

– Hablábamos antes de Paco y José…
– CB: De las Torres Gemelas.

– ¿Sienten ustedes que el flamenco está huérfano de grandes figuras como Paco y José?
– TDG: No. Yo creo que ahora hay grandes cantaores y grandes guitarristas, lo que pasa es que hay más cantidad. Esa es la sensación que me da. Es al revés. Como hay más, están menos localizados. Hombre, también es verdad que a lo mejor falta un Maradona. ¿Cuántos maradonas hay? Paco y Camarón eran dos maradonas.
– CB: Eso te pasa con otras músicas. Antes alucinabas con el último disco de Chick Corea. Ibas siguiendo su discografía. Ahora cuesta mucho seguir a los artistas. Hay una sobredosis de producto.

– ¿Por qué da la impresión cuando uno va a un teatro a verles que dada la técnica virtuosa que atesoran, aunque se cambien los asientos y uno se siente delante del instrumento del otro, aquello va a sonar igual?
– TDG: Sí, es correcto. Algo haríamos. El Jorge aporreando la batería con la flauta… Hombre, no sonaría igual, pero seguro que algo interesante haríamos.
– CB: Es el lenguaje de la música. Nos conocemos tanto que ya no hace falta ni mirarse. La música fluye, que es de lo que se trata. Que sea espontánea, auténtica y verdadera. Es bonita por eso. La manera en la que nos entendemos para tirar p’alante.
– TDG: El concepto de virtuosismo se puede entender de varias maneras. Virtuoso es tocar muy rápido y muy perfecto, pero también tocar bien. Eso es muy difícil. Te puedes equivocar más o menos, un día estás más gracioso que otro. Pero es mucho más difícil tocar despacio que rápido. A un baterista le toca hacer un solo de batería y se ve obligado a hacer cosas muy difíciles, pero en realidad no debería hacer cuatro saltos mortales y caer de lado. Eso no es música, aunque también lo sea. Para mí, ser virtuoso es tocar bien.
– CB: ¿Sabes qué es lo que yo más he admirado de Paco? La capacidad que tenía él para controlar sus emociones. Cuando tocas rápido, la tendencia es tocar fuerte y deprisa. Acelerarte. Y cuando después tocas suave, es tocar más flojito, más lento de tiempo. En cambio Paco no perdía nunca el pulso. Es decir, podía tocar un picado como una ametralladora pero con el mismo pulso. Como un trino delicado, sin perder el pulso.
– TDG: Eso es virtuosismo.

 

Fechas del Trío Benavent, Di Geraldo y Pardo

6 feb / Teatro Lope de Vega, Sevilla
12 mar / Gran Teatro de Huelva
30 mar / Teatro Alhambra de Granada

 

– Para terminar, una curiosidad. El director de este portal, Manuel Bohórquez, ha contado alguna vez la experiencia de viajar con usted, Di Geraldo, al Festival de Montreaux en 1991. También iban en el avión Tomatito y Camarón, entre otros. ¿Recuerda aquel baño de José en aguas suizas?
– TDG: Sobre aquellos días en Montreaux hay algo que creo que nunca he contado, nunca ha salido el tema. Estaban también los Toto –el mítico grupo norteamericano de rock–, tocaban el día antes. Imagínate, los flamencos no tenían ni idea de quiénes eran. Fuimos a verlos, porque el batería de Toto, Jeff Porcaro, que en paz descanse, era un dios para los que tocamos ese instrumento. Luego en el hotel había una jam. Recuerdo subir allí, un escenario pequeño. Aquí unos amplis, un bajo eléctrico, una batería a la izquierda. Aparece Jeff Porcaro y se sienta en la batería, como para tocar. Y yo pensé: esta es la mía, tío. Voy a trincar el bajo. Hago así y se me adelanta el Potito, que era un niño todavía, y trinca el bajo. Y sube el Tomate y coge la guitarra eléctrica.
– CB: ¿Y por qué no le quitaste el bajo?
– TDG: Porque soy como soy. En fin, tocaron tres cosas y se subieron a la habitación, me cago en mi… El Potito era como el Mowgli de la selva, un salvaje. Y el Tomate lo mismo.

– Tremenda situación, rediós.
– TDG: Y sí, Camarón se bañó en el lago del hotel. Llevaba unos gayumbos que eran así como un bañador. Tengo esa visión: un restaurante junto al típico lago suizo. Camarón estaba en el borde de piedra, la peña comiendo y preguntándole que qué hacía. Y él diciendo ‘aquí dándome un bañito’.

 

Nota del autor → No sé qué piensan ustedes, pero esa anécdota de la jam de Montreaux huele a que Jeff Porcaro supuso que se subirían músicos de jazz. Quizá esperaba eso y no encontró el feeling que buscaba. En esa época los flamencos no sabían muy bien qué era una jam. Para Tino Di Geraldo pudo haber sido y no fue.

 

Carles Benavent y Tino Di Geraldo, con Quico Pérez-Ventana, redactor de ExpoFlamenco, durante la entrevista en el Hotel Sevilla Center. Foto: Carmen Lázaro

Carles Benavent y Tino Di Geraldo, con Quico Pérez-Ventana, redactor de ExpoFlamenco, durante la entrevista en el Hotel Sevilla Center. Foto: Carmen Lázaro

 

 


Sevilla, 1969. Periodista andaluz de intereses etéreos y estrofas cabales. Tres décadas de oficio en prensa musical y cultural. Con arrimo y sin arrimo, para seres de cualesquier afecto.

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