Uno de mis primeros trabajos en flamenco fue en la calle 14 de Nueva York para la inauguración de una peluquería llamada Duende. Habiendo patatas fritas y sangría a gogó, el pequeño local se llenó de la flamenquería hispana local. Después de nuestra pequeña actuación, algunos me preguntaron por el significado del nombre del comercio. En aquel momento, hace seis décadas, no sabía qué decir. Lo curioso es que todavía no lo sé.

 

Año 2023. La gente ahora cita al amigo IA (Inteligencia Artificial) para conocer su opinión: “En el contexto del flamenco, el duende es altamente valorado y se considera señal de una actuación excepcionalmente poderosa y auténtica”.

 

Según la Real Academia Española (RAE), la entidad encargada de supervisar el uso y el vocabulario del idioma español, “duende” puede definirse como un “encanto misterioso e inefable”. En un contexto flamenco, se podría ampliar aquella cursilada para referirse a la intensa energía que a menudo está presente en el baile flamenco, la interpretación de la guitarra y, en particular, el cante flamenco.

 

 

«¿No creería Montserrat Caballé que estaba tocando el alma de las personas con su voz? ¿Tom Jones? ¿Miriam Makeba? ¿Edith Piaf? Lorca lo decía en su famosa conferencia ​Teoría y juego del duende​: “Todas las artes, y aun los países, tienen capacidad de duende, de ángel y de musa”»

 

 

Hace algunos años tuve la oportunidad de conversar extensamente con los compositores y musicólogos Antonio y David Hurtado acerca del significado de duende en el flamenco. Descubrí que teníamos pensamientos similares sobre el tema. Los músicos saben que cada esfuerzo artístico tiene esos momentos puntuales en los que todo encaja, una nueva dimensión se despliega en hermosa armonía con el mundo y te sientes realizado. Los hermanos Hurtado estaban de acuerdo en que es absurdo pensar que solo los intérpretes de flamenco realmente sienten lo que hacen, o alcanzan la cima de la autoexpresión. ¿No creería Montserrat Caballé que estaba tocando el alma de las personas con su voz? ¿Tom Jones? ¿Miriam Makeba? ¿Edith Piaf? Lorca lo decía en su famosa conferencia ​Teoría y juego del duende​: “Todas las artes, y aun los países, tienen capacidad de duende, de ángel y de musa”.

 

Cuando el duende te posee, no es una nube que envuelve a los presentes de manera uniforme, sino un estado privado y personal. Los momentos más grandes de iluminación individual pueden pasar desapercibidos para cualquiera que no sea uno mismo. Luchas por recordar el momento, pero rápidamente se desvanece a medida que el compás continúa arrastrándote. También ocurre a la inversa. Si pasas toda una actuación pensando en qué hacer de almuerzo al día siguiente, mientras la memoria muscular te lleva a través de los movimientos de la actuación, los aplausos efusivos y ovaciones en pie a veces pueden fluir libremente. Es impredecible y depende más del humor del público o de los intérpretes, el tipo de lugar o cuánto dinero fluye. No pretendo trivializar el trabajo de grandes artistas, simplemente desmitificar el concepto del duende.

 

Considera esto… Por lo general, los cantaores son quienes tienen preferencia en lo que respecta al duende. El cante flamenco tradicional es enérgico y requiere potencia pulmonar. Las formas más exigentes te obligan a llegar a tonos altos y prolongados, lo que agota los pulmones, posiblemente desencadenando en el cantaor un estado momentáneo de mareo, o breves momentos de conciencia reducida. Tal vez eso sea el esquivo duende… O tal vez sea la hiperventilación, dependiendo del intérprete. Mira lo que dijo un rebelde Paco de Lucía en 1971, a la edad de 23 años: “Hay estos flamencólogos que solo ven la fantasía de la luz de la luna, de los gitanos con ojos oscuros y piel color oliva… En una palabra, Lorca. Esa no es la realidad del flamenco. Soy una realidad del flamenco, y me siento mucho mejor con esa realidad que todas esas personas con toda su poesía”.

 

 

«El flamenco, después de todo, es una actitud y una filosofía que enfrenta valientemente la condición humana, cultivando una intimidad tanto con el placer como con la pena, logrando de alguna manera disfrutar con ambos… Y el duende se cuela por la puerta trasera»

 

 

Tal vez deberíamos abandonar por completo el concepto de duende y dirigir nuestra atención hacia los festeros. Siempre he creído que el flamenco supuestamente “lite” no es en absoluto lite cuando es interpretado por grandes artistas como Funi, Anzonini o Valdepeñas. Los más grandes maestros de las formas más dramáticas, como siguiriyas o tonás, casi todos eran maestros de cante y baile festivo. Una lista breve incluye a Juan Mojama, Terremoto de Jerez, Antonio Mairena, Gaspar de Utrera, el Lebrijano… Eso sugiere cierta predisposición anímica.

 

El antropólogo e investigador del flamenco William Washabaugh escribió una vez en comunicación privada que “el flamenco incorpora la muerte en la vida, haciéndola voluptuosa”. Yo añadiría que el flamenco, después de todo, es una actitud y una filosofía que enfrenta valientemente la condición humana, cultivando una intimidad tanto con el placer como con la pena, logrando de alguna manera disfrutar con ambos… Y el duende se cuela por la puerta trasera.