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María Jiménez, nuestra Marilyn andaluza

Al comienzo Dios creó a Camarón. Luego Las Grecas, que ampliaron nuestro paladar musical, Lole y Manuel con sus flores y mariposillas. Y en medio de todo estaba María Jiménez, seduciendo con su insolente juventud, melena rubia y aventuras de las revistas de corazón. Fue nuestra Marilyn Monroe andaluza.


El Potaje Gitano de Utrera es un rito del comienzo del verano que ha formado parte de mi vida adulta desde hace décadas. En el apogeo de los festivales, el flamenco fue principalmente cosa del verano, y no había Youtube para rellenar los huecos cuando te perdías algún evento importante.

 

Este año, la edición 66ª del pionero de los festivales flamencos fue dedicada a María Jiménez, un reconocimiento que se otorga a individuos cuyas trayectorias profesionales se desarrollaron paralelamente al flamenco. Un tsunami de recuerdos llenaron mi mente cuando esta figura del flamenco popular de los años setenta llegó al campo atlético del Colegio de los Salesianos; tal aglomeración de admiradores que la rodeaban, apenas pude ver a la legendaria cantante. Ahora disminuida físicamente, sigue chisposa y encantadora, claramente disfrutando con tanta atención.

 

María Jiménez, nacida en Triana, creó su propio espacio en el mercado con baladas sensuales, a menudo al compás de bulerías lentas, un sonido que ayudó a popularizar con canciones de Paco Cepero y otros que componían para ella, además de rumbas que podían ser suaves y dulces o poderosas y agresivas. Su punto álgido fue en los años setenta y comienzos de los ochenta, aportando un nuevo aroma al flamenco popular también cultivado por otras mujeres bellas como la Susi, Remedios Amaya, Niña Pastori o Laventa, entre otras, con sedosos arreglos contemporáneos.

 

 

«Las canciones más populares de María –Se Acabó, En la Oscuridad, Con Golpes de Pecho o Sensación, entre otras– identifican aquellos tiempos dinámicos cuando el flamenco derivado entraba en un proceso evolutivo que sigue fuerte hasta el día de hoy, escoltándonos hacia el futuro»

 

 

En retrospectiva, encajan todos los elementos. Al comienzo, Dios creó a Camarón. Luego llegaban Las Grecas, que ampliaron nuestro paladar musical y vocabulario con palabras curiosas como “locamenti”, Lole y Manuel con sus flores y mariposillas, además del movimiento de rock que vendría a continuación. Y en medio de todo estaba María Jiménez, seduciendo al público con su insolente juventud, melena rubia y aventuras merecedoras de las revistas de corazón. Fue nuestra Marilyn Monroe andaluza.

 

 

 

 

 

Mis visitas habituales al departamento de discos del Corte Inglés en la sevillana Plaza del Duque ya no se limitaban a buscar cante clásico. Ahora los “ajenos” como Alameda, Triana, Pata Negra y tantos otros grupos jugaban en la misma caja de arena haciéndose un hueco. Eso fue cuando la gente hacía discos, no por su valor promocional, sino para generar ingresos. Fue un lujo poder escuchar las nuevas grabaciones en la tienda, cassettes en aquellos años, y luego pasar por la fotocopiadora para sacar las letras que casi siempre estaban incluidas.

 

 

«Una colaboración con Miguel Poveda, ‘¡Qué felicidad la mía! (30 años en la música)’, grabada en 2019, es una celebración de aquella movida, de la carismática energía de María Jiménez y la exuberancia de su personalidad»

 

 

Vi a María Jiménez por primera vez en el tablao Los Gallos de Sevilla por el año 1972, anunciada como “La Pipa”. A pesar del sonido limpiamente contemporáneo, María Jiménez perteneció, y sigue perteneciendo al flamenco. No son los “soníos negros” del cante clásico, pero tampoco queda lejos ese feeling flamenco que nos mueve, con su repertorio y decir andaluces, música para ser disfrutada cuando descansabas de Talega o Periñaca. Su estrecha amistad con Bambino fue muy conocida, y salía con regularidad en las revistas de corazón o en la tele. Al comienzo, María fue elegida para crear una versión en mujer de Bambino, y duplicar el éxito de éste, pero su propia personalidad combustible la llevó mucho más lejos.

 

Las canciones más populares de María –Se Acabó, En la Oscuridad, Con Golpes de Pecho o Sensación, entre otras– identifican aquellos tiempos dinámicos cuando el flamenco derivado entraba en un proceso evolutivo que sigue fuerte hasta el día de hoy, escoltándonos hacia el futuro. Una colaboración con Miguel Poveda, ¡Qué felicidad la mía! (30 años en la música), grabada en 2019, es una celebración de aquella movida, de la carismática energía de María Jiménez y la exuberancia de su personalidad.

 

Imagen superior: homenaje a María Jiménez en el Potaje Gitano de Utrera 2022. Foto: Estela Zatania

 

 

 


Jerezana de adopción. Cantaora, guitarrista, bailaora y escritora. Flamenca por los cuatro costados. Sus artículos han sido publicados en numerosas revistas especializadas y es conferenciante bilingüe en Europa, Estados Unidos y Canadá.

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