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El centenario de Bernabé de Morón

Se cumplen cien años del nacimiento de Bernabé de Morón, otro eslabón más de la cadena de guitarristas de Morón de la Frontera, Sevilla. Buena oportunidad para recordar a un extraordinario tocaor que compartió escenario con los más grandes de su tiempo.


A Alfonso Mejías Macho, seguidor número uno de su hermano Bernabé

Este mes de febrero de 2021 se cumplen cien años del nacimiento de Bernabé de Morón, otro eslabón más de la cadena de guitarristas que la Ciudad del Gallo –Morón de la Frontera, Sevilla– viene ofrendando al arte flamenco desde el último tercio del XIX. Buena oportunidad por tanto la que nos brinda esta efemérides para recordar a un extraordinario tocaor que compartió escenario con los más grandes de su tiempo y llevó su música más allá de nuestras fronteras, pero cuya memoria, como la de tantos otros, hace mucho tiempo que cayó en el olvido.

Eran las seis de la tarde de aquel miércoles 23 de febrero de 1921 cuando llegó a este mundo Bernabé, primogénito del matrimonio formado por Diego Mejías y Feliciana Macho. Su nacimiento se produjo en la Puerta Sevilla, la misma calle en la que más de medio siglo atrás María la Andonda había parido a uno de los numerosos retoños que tuvo con el Fillo Chico. Puede que por aquellas calendas del XIX ya anduviese afinando su guitarra el Niño Álvarez, uno de los pioneros de la escuela de guitarra de Morón. A él se sumarían El Peña, Pepe Mesa o Eduardo Ojel, que actuaron en los cafés cantantes de la época. Más tarde, en los años veinte del nuevo siglo, cuando Bernabé ya correteaba por las calles moroneras, era Pepe Naranjo quien ondeaba la bandera de la guitarra local, el cual pasará su testigo sonoro a tocaores como Manolo Morilla o Diego del Gastor, que a la postre conferirá a esta escuela el marchamo que la distingue. En primera instancia sus sobrinos Paco y Juan del Gastor, Agustín Ríos y Diego de Morón, y luego Paco e Ignacio de Amparo, Gastor de Paco o Antonio del Gastor, perpetuarán en la familia sus sonidos. 

 

Pepe Mesa, Pepe Naranjo, Diego del Gastor y Manolo Morilla.

 

Pero el noviazgo de Bernabé con el instrumento de las seis cuerdas se produciría lejos de la escuela de Morón. Su padre Diego, maestro albañil, vislumbró que en Sevilla les esperaba un futuro mejor al calor de las obras de construcción de la Exposición Iberoamericana de 1929, así que terminaron estableciéndose en la capital. Lo hicieron cerca de la Puerta Osario, en la calle Muro de los Navarros, donde Bernabé crecería junto a sus hermanos Antonio y Alfonso, que nacieron a orillas del viejo Betis.

En aquella Sevilla que volvía a abrir sus puertas al mundo nuestro protagonista sintió la llamada de la guitarra. Y no pudo encontrar mejor profesor para desarrollar su afición que el Niño Ricardo, que pronto captó las facultades de su pupilo, como nos relata Alfonso, hermano de Bernabé: «Por las tardes iba a dar clases con el Niño Ricardo, que le ponía variaciones. Entonces, al cabo del tiempo, una vez mi madre fue con él, con Bernabé. Y el Niño Ricardo le dijo a mi madre: “¿Usted es la madre de Bernabé? Mire usted, tengo aquí treinta alumnos, ¿Y usted sabe cuál es el mejor? Bernabé”. Y es que mi hermano enseguida cogía las cosas. Le ponían una placa, por ejemplo de Ramón Montoya o cualquiera de esos, y pum pum, lo cogía enseguida. Era muy listo para eso».

La guitarra se convertiría en la gran obsesión del joven moronense, como nos sigue contando su hermano: «Se tiraba todo el día tocando la guitarra. Todo el día. Y la gente iba a verlo tocar». De este modo, con tan solo trece años de edad, Bernabé comenzó a actuar en público y su gran pasión se convertiría, a pesar de los recelos paternos, en su forma de ganarse la vida.

Llegada la hora de adquirir su remoquete artístico Bernabé se acordó de sus raíces y adoptó el de Niño de Morón, con el que comenzó a aparecer en los espectáculos de Ópera Flamenca de comienzos de los años cuarenta. Con ese apodo, por ejemplo, recorrió España en el verano de 1942 con la troupe de Alberto Monserrat, compartiendo cartel con Manolo Caracol, Niño Fregenal, Mazaco, Antonio Peana… y así hasta cuarenta artistas. Además, durante aquellas giras Bernabé tuvo oportunidad de compartir escenario y vivencias con Ramón Montoya, hasta el punto que llegó a considerarse discípulo suyo.

 

Anuncio de 1942 en el que Bernabé figura como el Niño de Morón.

En 1943, ya con el nombre artístico de Bernabé de Morón, nuestro tocaor se enroló en una compañía creada por Juanito Valderrama en la que figuraban Pepe Palanca, Niño de Granada, Niño de Aznalcóllar, Curro de Utrera o Román el Granadino, entre otros. Gracias a esta gira pudo actuar en el Teatro Oriente de su pueblo natal, al que había regresado en más de una ocasión para saludar a sus familiares. Durante aquellas visitas Bernabé hizo amistad con otro joven tocaor moronense, Manolo Morilla, exquisito intérprete que a lo largo de su vida se convertirá en profesor de decenas de alumnos, muchos de ellos extranjeros, pero también  jovenzuelos de la tierra que continuaron su escuela, como su hijo Juan, Manolo Coronado, El Leri, Juan Torres o Dani de Morón, una de las figuras actuales de la guitarra. En cuanto a aquella jornada en Morón, nos contaba el cantaor Niño Rosa que «después del espectáculo acabamos en los locales del Pozo Loco, donde Valderrama, Bernabé, Morilla, El Jilguero y algún que otro más continuamos la fiesta, que concluyó a las claras del día en la cantina de la estación de tren». No hay nada como volver a casa, pensaría aquella noche Bernabé.

Esta tourné por España le brindó a Bernabé la oportunidad de grabar sus primeros discos, que realizó acompañando a Valderrama y al Niño de Granada. Con el de Torredelcampo impresionó el pregón Carretón, el tango por fandangos Tan sólo por ver y los fandangos De mi barquito velero y Te comparé con la adelfa, en tanto que en los créditos de Miguel López aparecen la fiesta con fandangos María de la Ascensión y los fandangos La vi que entraba en la iglesia.

Por tanto las perspectivas que se presentaban para el joven Bernabé eran buenas. Mas las giras no duraban todo el año y en aquella Sevilla de la posguerra corrían malos tiempos para vivir del arte. Ganarse la vida en los cuartos de la Alameda o en las ventas era una opción para subsistir, pero el de Morón amplió sus miras y encontró en aquellas funciones mixtas de copla, humor y flamenco otra vía para desarrollarse profesionalmente. Fue Juanita Reina la que lo reclutó en 1944 para su Solera de España, espectáculo itinerante en el que intervenían Roberto Font, Caracolillo de Cádiz, El Chaqueta, Paco el Americano o Pacita Tomás

En el verano de 1945 Bernabé participó en otro espectáculo ambulante, en esta ocasión liderado por Pepe Pinto. En el elenco figuraban Encarnita Díaz, Caracolillo, Luis Rueda o Antonio Bonilla. Los tocaores eran anunciados como «el mejor trío de guitarra de España», y no eran otros que Melchor de Marchena, Antonio Peana y el de Morón.

 

Anuncio granadino del espectáculo liderado por Pepe Pinto.

Al concluir esta tourné Bernabé participó en el homenaje que se ofreció en el cine San Luis de Sevilla al veterano cantaor El Posadero, acto al que también se sumaron Manolo Fregenal, El Malagueño, El Peluso o Pepita Caballero. Después el de Morón sería requerido por Juanita Reina para su Solera de España 3, espectáculo para el que la tonadillera remozó buena parte de la compañía anterior, colocando ahora como principales figuras al humorista Ramper y a Pepe Pinto. Asimismo se incorporaron Alfredo Gil, El Perlo, Pilar de Oro o Melchor de Marchena. Solera de España 3 se estuvo representando por buena parte de la península y el norte de África hasta la primavera de 1946. De ese año datan Los cuatro enamorados, de Quintero, León y Quiroga, bulerías que Juanita Reina grabó para La Voz de su Amo con el acompañamiento al piano de Bienvenido García y las guitarras de Melchor de Marchena y Bernabé de Morón.

Sin solución de continuidad nuestro artista, junto a la pareja de baile compuesta por Pilar de Oro y Alfredo Gil, entró a formar parte del elenco del musical Soy feliz, obra de Octavio Castrillo y Luis Lazcano, con música del Maestro Moraleda, que liderado por Celina Easo los llevó por diversas capitales del norte peninsular.

Luego nuestro personaje trabajaría con la joven Antoñita Moreno, que cosechó un gran éxito en Madrid con su espectáculo Gracia española. Con la de Puebla del Río haría una tourné y grabaría para la casa Columbia las bulerías La peregrina (con letra de Currito y música de Monreal) y la media granadina Viva Sevilla.

 La siguiente temporada Bernabé continuó colaborando con Antoñita, en esta ocasión con Colores de España, espectáculo al que se había sumado la bailaora Pacita Tomás. También se uniría a algunas funciones el cantaor Luis Rueda, con el que precisamente nuestro guitarrista retornaría a los estudios de grabación para impresionar los fandangos Un ciego me preguntó y la media granadina Es la Alhambra de Graná. No sería el único disco que Bernabé grabase en 1947, ya que también puso su guitarra para el tema La posada del viento, con música de Solano y la voz de José María.

 

Juanita Reina, Antoñita Moreno y Pacita Tomás, tres artistazas a las que tocó Bernabé de Morón.

En 1948 nuestro protagonista siguió recorriendo España con Antoñita Moreno, Pacita Tomás o Luis Rueda con distintos espectáculos, como Luces de Madrid, Jaque mate o Cantares y bailes españoles. Al año siguiente su versatilidad le permitiría tomar parte en diversas propuestas artísticas: con Paquita Rico y Antonio Casal en el espectáculo Romances y coplas; con Carmen Morrell, Pepe Blanco y Pacita Tomás en funciones del Teatro Martín de la capital; con la bailaora Mari Rosa en las salas Villa Romana y Parque Florida; y con Juanito Peinado en el espectáculo itinerante Arte Grande.

En el plano íntimo debemos decir que Bernabé unió su vida con Carmela, su novia de toda la vida, que según su hermano Alfonso «era la más guapa que había en Sevilla». De este matrimonio, que se afincaría en Madrid, nacerían Feliciana y José Antonio.

 En 1950 apareció un nuevo disco de Bernabé de Morón. En esta ocasión acompañaba el cante del jienense Alejandro Cintas Niño de Orihuela en la soleá Por las calles de Sevilla y la zambra Pregón de los celos. Ese año Bernabé también intervino en el espectáculo Tus ojos negros, en el que se contaba con el baile de Tona Radely, Manolo y Rafael Heredia, y el cante de Agustín de la Serna y Pepe Córdoba. Más tarde el moronense se integraría en el espectáculo El sentir de la copla, que estaba capitaneado por Manuel Vallejo y disponía en su elenco de artistas tan destacados como José Cepero, Niño de la Huerta, Niña de la Puebla, El Sevillano, Niño Fregenal, Pepe Martínez… Luego su guitarra conduciría, en el ocaso de aquel año, el baile de Faíco y Amparo Renkel en las salas de fiestas madrileñas Teyma y Fontoria.

Durante el verano siguiente Bernabé continuó acompañando a esta pareja de baile en el Parque Florida madrileño, para a renglón seguido integrarse en el espectáculo Sol de Andalucía, cuyo cabeza de cartel no era otro que Manuel Vallejo

A todo esto Juanita Reina no se había olvidado de Bernabé, al que reclamó para otro de sus espectáculos, La niña valiente. Otra vez la guitarra en una mano y la maleta en la otra, y de nuevo otra grabación con Juanita, las bulerías Puertecita de mi casa, del famoso trío Quintero, León y Quiroga. Vieron la luz en 1952, al igual que otro disco de Bernabé con el Niño de Orihuela para la casa Odeón, con la media granadina Viva la Giralda mora y los fandangos Que soy un pobre mendigo y No te debes alegrar.

 

De 1952 también data el disco que el de Morón grabó para la compañía del Gramófono Odeón con Emilio el Moro, una parodia titulada De que el agua esté tan salada. Esta colaboración con el artista melillense no quedará ahí, pues al año siguiente su música lo acompañará en el cortometraje Fantasía Andalucía, de José Hernández Gan, película que también contó con la participación de Pilar de Oro y Alfredo Gil.

Sería por aquellas fechas cuando Bernabé conoció a la jovencísima bailaora Queti Clavijo, que ya lideraba su propio grupo. La madrileña comenzó a contar con el de Morón para sus galas, como por ejemplo la serie de actuaciones que llevaron a cabo en el Villa Rosa de la capital. Formaban parte de aquel ballet Margarita Alcázar, Félix Paredes, Purita Muñoz y Ramón Reina, en tanto que Porrinas de Badajoz ponía el cante.

 

Cartel del elenco flamenco del Villa Rosa.

 

Queti alcanzó fama en los locales madrileños y en el mes de noviembre de 1953 fue contratada por el Salón Rigat de Barcelona, que la anunció como «la gran figura del momento… la bailarina de los pies de oro». Probablemente fue en la ciudad condal donde a la artista le llegó el ofrecimiento de realizar una gira por México, oferta que, tal y como andaban las cosas por España, no pudo rechazar. A la hora de montar el cuadro para realizar aquella tourné Queti contó con Bernabé, que vio en aquel viaje una buena fuente de ingresos. Que sepamos, a la gira se sumaron el tocaor Rafael Nogales, el cantaor Manuel Vega Vargas –apodado El Maera– y las bailaoras Purita Muñoz y Pepita Funez.

El grupo realizó el viaje a bordo del vapor Covadonga, que había partido el 26 de enero de 1954 desde el puerto de Bilbao, y que tras hacer escala en Santander, Gijón y Vigo, atracó en Cádiz, donde embarcaron los artistas. El 7 de febrero recalaron en Nueva York, donde hicieron escala antes de arribar al puerto de Veracruz, su punto de destino en México.

En el país mariachi pronto comenzaron a cosechar éxitos, de manera que firmaron más y más galas, e incluso aparecieron en las películas Abajo el telón, de Mario Moreno Cantinflas, y en la de Veracruz, que contaba como protagonistas a Gary Cooper, Burt Lancaster y nuestra Sara Montiel. Bernabé empezó a adquirir notoriedad como solista, así que lo que en principio iba a ser una tourné de pocos meses se convirtió finalmente en una estancia de más de diez años fuera de España. Desde Ciudad de México a Juárez, donde en 1955 actuaron en el The Crystal Palace y La Fiesta. En aquellas funciones eran anunciados Queti y Bernabé, y a las mismas acudían muchos residentes del otro lado de la frontera, El Paso, de modo que ocurrió lo inevitable: llegaron los contratos para actuar en los Estados Unidos.

Bernabé terminó afincándose en la costa oeste norteamericana, entre Los Ángeles y San Francisco. En 1957 andaba actuando en Los Ángeles junto a Luisa Triana, una joven bailaora sevillana que residía en América desde niña. En esa ciudad Bernabé frecuentó los locales de actuaciones Ash Grove y Purple Onion, donde la aficionada Shirley Macdonalds recordaba haber presenciado una fiesta con Bernabé y Carmen Amaya, en la que esta no cesaba de acompañar al moronense con los nudillos en la mesa. 

La actividad de Bernabé debió ser incesante, pues se embarcó en negocios, daba clases de guitarra y solía actuar con frecuencia por aquella zona californiana, como en San Fernando o Pomona, liderando cuadros en los que figuraban los bailaores Pepita Funez, Genaro Gómez, Laura de Amberes, Jorge Romero o Martin Iturbi

Dada la notoriedad que había alcanzado, a Bernabé le llegó la propuesta de grabar un disco en solitario, que vería la luz a comienzos de 1959. Con el mismo nuestro protagonista alcanzó gran popularidad en el mercado estadounidense, y la calidad del trabajo se verificó al reeditarse en diversos países (Venezuela, Brasil, Sudáfrica, Italia, Reino Unido, España…). El microsurco contaba con nueve temas, todo un muestrario del abanico estilístico, desde las sevillanas hasta la zambra, con abundantes castañuelas y hasta bandurrias como fondo folclórico, y con el marcado sello de la escuela de la que había bebido el de Morón, que se acordó de su pueblo a la hora de titular una de sus composiciones: Sevillanas Trianeras, Seguirilla Gitana, Moronería, Soleares Jerezanas, Mosaico Andaluz, Gitanería Morisca, Fandango de Alonso, Arualami y Granaína.      

 

Portadas de distintas ediciones del disco en solitario de Bernabé de Morón

       

Se da la circunstancia de que los mejores tocaores de la época desarrollarían su carrera en los Estados Unidos: Sabicas, Carlos Montoya, Mario Escudero, Juan Serrano, Jerónimo Villarino, Bernabé… Las paradojas del destino.

Con el acicate del disco, que fue muy difundido en la prensa, Bernabé prosiguió actuando, y cuando lo hacía en el Purple Onion le llegó la propuesta para actuar como solista en un lugar tan pintoresco como Honolulú, la capital del estado de Hawai, en medio del océano Pacífico. Hasta allí se desplazó y fue muy apreciado en el lugar, donde lo conocían como “El Señor”. Sus actuaciones diarias en el Menehune Lounge se iniciaron en septiembre de 1959. En febrero del año siguiente Juan Perrin y Luisa Orona se sumaron a sus funciones, y así hasta finales de marzo, cuando Bernabé se tomó unas merecidas vacaciones. Regresó en el mes de mayo, nuevamente como guitarrista solista, hasta que semanas después decidió regresar a Los Ángeles.   

En la ciudad californiana Bernabé actuaría los próximos meses en locales como el Brewinn o la Casa Madrid de Broadway, hasta que en octubre de 1961 se desplazó hasta la costa este para actuar durante una temporada en Miami, en Florida. El Toreador o el Auditorio del Condado vieron actuar al guitarrista español, que compartió con cartel con pianistas de jazz o cantantes de góspel hasta el mes de abril de 1962.  

Bernabé hizo las maletas y puso rumbo a Montreal, en Canadá, donde a finales de junio comenzó a actuar en el Chateu Madrid, en el que aparte de su faceta solista, estuvo acompañando durante un tiempo el cante y baile de Antonio Vargas, de Pepita y Antonio, y de Isabel y Choly. En enero de 1963 cambió de local e inició sus actuaciones en la Casa del Sol, las cuales se prolongaron durante algunas semanas. Por otra parte, ya en el plano personal, debemos decir que en Canadá las flechas de Cupido volvieron a alcanzar a Bernabé, que se uniría con Louise, una bella y comprometida educadora de origen francés, luchadora por los derechos del Quebec. De aquella relación nacería Miguel, que según nos ha contado recibió su nombre por la admiración que su padre tenía por Luis Miguel Dominguín, el famoso diestro. Hoy día Miguel trabaja como contable de artistas, además de en el ámbito educativo y cultural. Su hija Solène también continúa la tradición familiar del arte, ejerciendo en el mundo teatral.

En noviembre de 1963 Bernabé había regresado a Florida y actuaba en Tampa. Lo hacía en el cuadro de Amparo Garrido, en el que también figuraban Luis Vargas y Luis Heredia. En aquel tiempo le realizaron una entrevista para un diario local, donde se aseguraba que su filosofía era simple: vivía para la guitarra. Era, según Bernabé, «el sacrificio de toda una vida. ¿Qué más hay?».

Y lo que es el destino, mientras un guitarrista moronense era aclamado e impartía su magisterio en los Estados Unidos, decenas de norteamericanos comenzaban a llegar hasta la finca de Esparteros de Morón para aprender a tocar la guitarra de la mano de Diego del Gastor, al que un estadounidense de Minnesota, Donn Pohren, convirtió para siempre en gurú de la sonanta.

En junio de 1964 Bernabé regresó a Montreal, donde inició sus recitales en la sala La Poudriere. Allí permanecería durante cierto tiempo más, hasta que, por los motivos que fueran, decidió regresar a España.    

En junio de 1966 ya se encontraba de nuevo en activo en nuestro país, ahora enrolado en el Ballet de Pilar López, en el que ejercía como guitarra solista. Meses después comenzó a participar en el espectáculo Cante y toros de Rafael Farina, que en 1967 lanzaría al mercado dos discos en los que Bernabé le acompañaba en tres fandangos. En uno se titulaban En la cama me senté, y en el otro Un beso Judas le dio y De ilusión también se vive.    

Aquel verano de 1967 Bernabé se integró en un espectáculo que lideraba Enrique Castellón El Príncipe Gitano, con el que recorrió la geografía hispana hasta la primavera de 1968. Merced a esta colaboración Bernabé regresaría a los estudios de grabación, en esta ocasión para registrar cuatro cantes para un disco de la casa CEM: las bulerías Si yo te llego a besar, la taranta Me prendieron, la soleá Están doblando las campanas y los fandangos De amores y desengaño.  

En torno a esta época Bernabé volvió a cruzar nuestras fronteras. Así nos lo atestigua el aficionado malagueño Antonio Calderón, emigrante durante muchos años en Suiza, que nos cuenta como Bernabé tocó en Ginebra en un cuadro que lideraba el bailaor Rafael Sevilla. Actuaron en un tablao denominado Sancho Panza, además de hacerlo, ya en plan íntimo, en una especie de peña que habían creado los emigrantes aficionados al flamenco. Luego regresaron ya sin cantaor, sumándose al cuadro Antonio, que nos narra cómo realizaron bolos por la zona y lo extraordinariamente bien que se portaron con él Rafael Sevilla y Bernabé, dada su condición de cantaor aficionado.  

Pero esta estancia en el extranjero no se alargaría mucho y en la primavera de 1969 Bernabé se encontraba de nuevo en España, incorporándose al espectáculo ¡España, Flamenco y Olé! (en ocasiones también denominado Trío de ases), cuyo elenco estaba liderado por Angelillo, Isabelita Garcés y Pepe Mairena. Ana Mistral, Imperio de España, Emilio el Moro, Antonio Machín, Imperio Madrid o Marisol Reyes también formarían parte de la compañía, que hasta noviembre recorrió España desde el norte hasta el sur, incluido Morón de la Frontera, donde actuaron en su Teatro Principal.   

No quedaría ahí la actividad artística de Bernabé en 1969, pues seguidamente comenzó a colaborar con Marifé de Triana y su espectáculo El Café del Taranto. Nuevamente en la carretera, desde Gijón hasta Cádiz, con una compañía compuesta por más de veinte artistas, entre ellos Maite Galán, Manolo Alegrías, Pepita de Huelva, Juan Rivas, Juan Soler y Marian Calderay “Los Africanos”, y Bernabé de Morón, que actuaba como guitarrista solista.

Suponemos que a raíz de este espectáculo Marifé contó con Bernabé para la grabación de un disco. Ambos impresionaron los tanguillos Mi pajarito Curro y los tientos Puñales de sombra, que vieron la luz en 1970 por la casa Columbia.

Días atrás conversábamos con el gran cantaor Juan Soler (que curiosamente inició su carrera profesional a los diecisiete años en la feria de Morón de 1964), que guarda gratísimos recuerdos de aquella gira con El Café del Taranto y de su relación con Bernabé y su esposa, a los que trató bastante pues el tocaor siguió colaborando con Los Africanos, como sucedió en las salas de fiestas madrileñas El Molino Rojo o El Cisne Negro, en esta última durante el otoño de 1973.  

A partir de ahí poco más conocemos de la actividad artística de Bernabé, quizá motivada por un nuevo regreso al extranjero. En cualquier caso en 1987 se encontraba de nuevo en Madrid, donde en el Real Conservatorio acompañó a Concha Torres en un recital de Poesía y música de Al Andalus. A partir de ahí el de Morón vivió el flamenco como un aficionado más, frecuentando la Casa de Granada y las peñas de la ciudad, como nos cuenta José Manuel Gamboa.

Somos conscientes de que muchos datos, tanto personales como artísticos, se nos habrán quedado en el tintero, mas no era el objeto del presente artículo trazar una completa biografía de Bernabé de Morón (que habrá de ser abordada en un futuro no muy lejano), sino simplemente la de honrar su memoria en una fecha tan señalada como la del centenario de su nacimiento, que mucho nos tememos quedará en la nada en cuantos actos o recordatorios de su figura. Suele suceder. Por nuestra parte esperamos haber cumplido. Un abrazo jondo.

 

Luis Javier Vázquez Morilla

 


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