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Ezequiel Benítez: paladar y dulzura

Asistimos al recital del jerezano Ezequiel Benítez con Nono Reyes en Santiponce, Sevilla. «Pocos son los cantaores con el gusto de Benítez, un cantaor joven, con dos siglos en las venas, estudioso y alejado de modas absurdas».


Cuenta el refranero español que no hay quinto malo. Y este es el puesto que ocupa la noche que brinda Ezequiel Benítez dentro de la programación del septiembre flamenco que organiza la localidad sevillana de Santiponce. Es justo señalar que es la que le da mayor calidad a los actos. Cursos de sevillanas, academias y artistas del pueblo han llenado el patio del Ayuntamiento y la Casa de la Cultura del 14 al 24, además de la manida conferencia del vendehúmos Antonio Manuel, que está endiñando ojana a los aficionaos con su Arqueología de lo Jondo, una obra cargada de romanticismo y flamenco-ficción que le granjea alegrías a su bolsillo y donde el rigor del estudio brilla por su ausencia.

 

Con el aforo completo, las poco más de cien personas de un público entregado arroparon al jerezano. Estaba el cielo en tinieblas, me voy a perdé por ti si yo no encuentro remedio. Ligando magistralmente los tercios, comienza a cantar de menos a más, oliendo a madera y a tierra de campiña. Se olvida con criterio del remate por tangos y le da entidad a unos tientos puros que hace suyos quejándose con letras propias. ¡Qué bonito suenan esos ayes donde a cada uno le hiere! Composiciones de hoy que parecen escritas en la cuna del flamenco, porque Ezequiel rebosa jondura y afición para crear con sensibilidad letras de antaño comprometidas con la herencia.

 

Se va para Cádiz por alegrías acomodándose a poquito a poco. Tierno y acompasado a veces, en otras aprieta rozando la voz arriba para el deleite de los presentes. No le ayudó demasiado aquí la sonanta de Nono Reyes, que si bien apunta maneras como guitarrista de acompañamiento, tiene aires distintos de los que necesita Ezequiel, además de un ritmo pausado, algo falto de nervio y recortes en el tiempo justo, que posibiliten ese diálogo con el cantaor. Nada que no pueda solucionarse con el rodaje oportuno. Tiene cualidades y conocimientos para ello. No es fácil romper, aunque sea puntualmente, el tándem que forman Paco León y Ezequiel Benítez sin que salgan a la luz las odiosas comparaciones. Sin embargo, Nono posee la juventud y las ganas para ir encontrando su sitio.

 

 

«Si en la soleá dolió su pena, en la malagueña se partió con dulzura y recogimiento. (…) No necesita el grito del que lo confunde con la queja, pero llora el cante en la intimidad de su cuerpo y se desnuda ante el regocijo de los flamencos»

 

 

Al dos por medio llega la soleá. Ya bien templado, comienza el homenaje regando las tablas con albero de Alcalá. Se acuerda de Talega, pero la tierra tira y vuelve a erizarnos los vellos con giros por el Mellizo, Paquirrí y letras que nos traen a Tío Borrico, aunque donde el jerezano lo borda es cuando se rebusca en el Chozas con soberbia exquisitez. Pocos son los cantaores con el gusto de Benítez, un cantaor joven, con dos siglos en las venas, estudioso y alejado de modas absurdas. Acostumbra a regalar un repertorio respetuoso con los cánones, anclado en las raíces clásicas, pero adornado con sus matices. Hace así que su cante tenga personalidad y suene a Jerez y a él.

 

 

 

 

Si en la soleá dolió su pena, en la malagueña se partió con dulzura y recogimiento. No hay nada de ostentación, solo el paladar de quien domina un registro amplio y se luce tanto a media voz como en cuantas octavas se requiera. No necesita el grito del que lo confunde con la queja, pero llora el cante en la intimidad de su cuerpo y se desnuda ante el regocijo de los flamencos. Malagueña del Mellizo para relamerse y después aquella letra de melodía preciosa que inmortalizó Caracol en la Antología del Cante Flamenco de Orfeón:

 

Qué bonita era
que hasta el mismo enterraó,
mira qué cara tan gitana tenía mi mare,
cuando destapó la caja y le vio la cara,
tiró la pala y la besó
y horrorizao dijo que a mi mare no me la enterraba.

 

Ezequiel le canta a la mujer, al amor y a la madre. Musas del arte, inspiraciones por antonomasia. Y así lo sigue mostrando por fandangos, poniendo la grada en pie. Y se fue por bulerías de Jerez, cargada de chuflas, porque al público le gustaba el cachondeíto. No sin antes meter ahí el taranto de Manuel Torre y otro fandango a compás para poner la guinda a la actuación en un bis solicitado y fuera de micro, en el que anima a las mujeres a pecar y que gasten cuidaíto con enseñarle «el conejo negrón». Y con el «pon, pon, pon…» de su escopetón y la pataíta, despidió Benítez la noche.

 

Imágenes: Ayuntamiento de Santiponce

 

 

Ficha artística

Casa de la Cultura 1 de Mayo
Santiponce, Sevilla
23 de septiembre de 2021
Cante: Ezequiel Benítez
Guitarra: Nono Reyes

 

 

 


Cantaor de la escritura. Jondura utrerana extrema.

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