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Semblanza al maestro Enrique de Melchor

En esta nueva semblanza muestro uno de los referentes guitarrísticos que marcaron una época: Enrique de Melchor (Marchena, 1950 - Madrid, 2012). Heredero directo del toque de Melchor de Marchena, pero con ese punto de evolución desde la raíz sin perder identidad flamenca. Una guitarra con peso, flamencura y llena de verdad.


En esta nueva semblanza muestro uno de los referentes guitarrísticos que marcaron una época. Heredero directo del toque de Melchor de Marchena, pero con ese punto de evolución desde la raíz sin que se pierda identidad flamenca, como el mismo Enrique de Melchor opinaba. Una guitarra con peso, flamencura y llena de verdad.

 

Tengo que agradecer la colaboración para este artículo a dos personas. Por un lado, al periodista flamenco, admirado y amigo Manuel Martín Martín. También a Melchor Jiménez, Melchor Chico, por sus conversaciones ilustrativas y flamencas. Él es sobrino, heredero del toque de Enrique, además de segunda guitarra de Enrique de Melchor y compañero de vivencias de su tío. Melchor Chico también es el creador del grupo La Bejazz.

 

Un 28 de abril de 1950 nace Enrique Jiménez Ramírez, Enrique de Melchor, en la sevillana localidad de Marchena. Es hijo del maestro Melchor de Marchena y el menor de seis hermanos. Reside en su Marchena natal hasta los doce años de edad. Él vive una infancia feliz junto a los suyos, a pesar de los continuos viajes profesionales de su padre. Hay que mencionar antecedentes familiares y flamencos, entre ellos Miguel el Bizco, Antonio Chico Melchor, Juanito de Marchena, Gracita la Rubela, la Josefita, Manuel y Manuela de los Reyes, El Titi, Juanillero o la Tía Jilica, a la que se le atribuye un estilo de soleá. A pesar de que Enrique reside toda su vida en Madrid, viaja a menudo a Marchena para visitar a sus familiares y amigos.

 

En la década de los sesenta la familia se asienta en Madrid. Melchor trabaja en el Tablao Los Canasteros, donde acompaña a Manolo Caracol, dueño del mismo. De vez en cuando Enrique va a ver a su padre, quien en un principio no quiere que se dedique a la guitarra. Melchor piensa que del oficio de guitarrista se vive malamente y prefiere una estabilidad profesional para su hijo. A pesar de ello, Enrique, que ya toca desde pequeño, se siente cómodo en el ambiente flamenco del tablao. Entonces le dice a su progenitor que no quiere ir más al colegio. Que quiere dedicarse al mundo de la guitarra flamenca.

 

 

«Confieso que cuando descubrí la guitarra de Enrique de Melchor sentí ese pellizco para mis adentros. Sus melodías penetran en mi sentir. Una guitarra de verdad, sin fuego de artificio, ni artilugios, ni tornillería. El guitarrista, la guitarra y su corazón por delante»

 

 

Una vez se inicia en serio en la disciplina guitarrística, se instruye principalmente con su padre. A su vez, este le pone un instructor de música clásica para que conozca todos los secretos de la guitarra y mejore la técnica y el estudio. Aprende de Eugenio Caracoles, otro guitarrista del tablao, técnicas y recursos de importante valía. Además conoce también a Agustín Cerreduela El Nani, del que asimila aspectos cruciales de la guitarra flamenca. Entre bambalinas cultiva en su guitarra los secretos del acompañamiento al baile y al cante. Y a los quince años de edad, según me cuenta su sobrino Melchor Jiménez, entre otras cosas, el mismo Manolo Caracol mientras practicaba detrás del escenario le dice: “Sobrino, ¿tú estás preparado para salir ahí arriba?”. Entonces Enrique le responde: “Claro”. Y Caracol le dice: “Pues mañana por la mañana vas con tu padre a comprarte un traje, que por la tarde debutas”.

 

Es en ese momento cuando inicia su carrera artística. Aprende de todos los guitarristas que conoce en los tablaos. Todo este camino, unido a ese punto de admiración y atención que profesa a su padre, Melchor, sería el fundamento de la evolución de su música.

 

Enrique forja sus raíces como guitarrista flamenco durante cinco años en el Los Canasteros, donde inicia una relación de amistad con Paco Cepero. Adentrados en la década de los sesenta, conoce a Paco de Lucía, hecho importante en el devenir de su guitarra. Enrique admira al algecireño, que en esos días vuelve de la gira con la compañía de El Greco, además de acompañar a Fosforito y a Camarón de la Isla, y ofrecer algunos conciertos como solista. Ambos inician una bonita amistad de admiración y respeto mutuo. Una amistad que les lleva a trabajar juntos durante al menos dos años. Ambos pasan ratos increíbles por Francia, Alemania, Argentina o Japón, e incluso echan algún que otro partido de fútbol en sus ratos libres. A esa gira se incorpora más tarde Ramón de Algeciras, compadre de Enrique de Melchor. No obstante, cuando coinciden en un estudio de grabación Enrique le propone a Paco una colaboración y ambos grabaron los fandangos Viejos Tiempos.

 

Tras la productiva gira con Paco de Lucía y el posterior servicio militar, Enrique entra a trabajar en el Tablao Torres Bermejas al lado de otros artistas como Manolete, Camarón, La Perla de Cádiz, Turronero, Fosforito o Pansequito, más el resto del elenco flamenco que allí se encuentra. Al tiempo, desde el Café de Chinitas también solicitan los servicios de Enrique de Melchor como guitarrista. Allí coincide con Manzanita, Manuel Soto Sordera o Luis y Carlos Habichuela. Apunto que es en este último tablao donde conoce a Francisca, una mujer guitarrista de aquellos ambientes.

 

 

«En la guitarra de Enrique de Melchor se fusionan el ayer y el hoy. La jondura y la verdad de la armonía melismática que emerge de la sonanta. Evoluciona desde la maestría y sensibilidad heredada de su padre. Adapta su toque al tiempo en el que vive. Transmite sentimientos y emociones desde la ortodoxia flamenca»

 

 

A lo largo de su vida artística, Enrique de Melchor desarrolla tanto la carrera de guitarrista solista como guitarrista de acompañamiento. En su guitarra se fusionan el ayer y el hoy. La jondura y la verdad de la armonía melismática que emerge de la sonanta. De hecho, evoluciona desde la maestría y sensibilidad heredada de su padre. Adapta su toque al tiempo en el que vive. Transmite sentimientos y emociones desde la ortodoxia flamenca. Lejos de reproducir lo que le transmitieron sus predecesores, Enrique no renuncia a su herencia paterna ni a su tradición guitarrera, pero sí busca su personalidad. Y haciendo mías una letras, con el permiso de Manuel Martín Martín, Enrique es la máxima expresión de la ternura en el cordaje sonantero.

 

Durante su carrera como guitarrista de acompañamiento, Enrique de Melchor pone su guitarra al servicio de los dos grandes maestros, Antonio Mairena y Manolo Caracol. Conoce a Mairena cuando viaja a Barcelona. Su padre, Melchor, está grabando con el maestro de los Alcores y Enrique llega con el ballet de Sara Lezana, siendo el hijo de Melchor la guitarra que graba con Mairena en 1983 El calor de mis recuerdos, disco póstumo del mairenero. Pero no queda ahí la cosa. Acompaña a todos los artistas de su época e incluso realiza trabajos discográficos con la mayoría de ellos. Trabaja con José Mercé, Enrique Morente, El Lebrijano, Naranjito de Triana, Curro Malena, Manuel Mairena, Fernanda y Bernarda de Utrera, José Menese, Luis de Córdoba, La Marelu, Guadiana, Amparo Cortés, El Fary, Vicente Soto, María Jiménez, Chiquetete o Carmen Linares. Ejerce como segunda guitarra junto a Manolo Sanlúcar, Rocio Jurado y El Lebrijano en la obra discográfica Ven y sígueme. O en el espéctaculo Tres con Duende junto al maestro Sanlúcar, Rocío Jurado y el bailaor Antonio Canales. Además, figura en espectáculos en teatros como el Queen Elizabeth Hall de Londres, el Carnegie Hall de Nueva York o en la O.N.U. junto a Monserrat Caballet, José Carreras, José Menese y la Orquesta Sinfónica Nacional de España.

 

Enrique aparece junto a su padre en la serie Rito y Geografía del Toque, en 1971. Su padre lo presenta con mucho cariño y toca una soleá de antología. El mismo Melchor de Marchena suspira de emoción al ver la destreza técnica y flamenca de su vástago. Enrique de Melchor graba en solitario para la misma serie audiográfica por dos veces más. En 1974, aparte de una maravillosa entrevista, expone su sonanta a través de un recorrido por farruca, taranto, soleá, rondeña, serrana y bulerías. Y en 1977 realiza una nueva entrevista y toques por colombiana, rondeña y bulerías.

 

 

 

 

Sin dejar atrás su obra solista, que entre otros calificativos la podemos designar de inmensa y eterna, deja un excelso legado compuesto de varios trabajos discográficos que van desde 1977 hasta 2005. Cada nuevo trabajo es una declaración de intenciones. Los rasgueos, arpegios, trémolos, alzapuas y picados se suceden entre falsetas. La magia del duende expone el verdadero amor al flamenco a través de su obra. Sugerencias, Bajo la luna, La noche y el día, Cuchichí, Arco de las Rosas y Raíz Flamenca son los títulos en los que el marchenero pone la técnica a merced de la transmisión. Su guitarra tiene un lenguaje propio, afectivo, reconocible, elegante, serio, limpio y cargado de inspiración. Un lenguaje flamenco donde el compás mece la libertad del corazón de su toque. En estos discos trabaja un numeroso elenco tanto de artistas con los que graba como otros músicos como Antonio Carmona Habichuela, Juan Parrilla, Tino Di Geraldo, Tomatito, Carles Benavent, Bernardo Parrilla, Faiquillo, Antonio Ramos o Antonio Reyes.

 

 

«Su música y su legado estarán presentes en los ecos guitarreros de los grandes maestros. Sus soleares, alegrías, seguiriyas, mineras, bulerías o fandangos seguirán arañando las entrañas del alma. Y su herencia queda en forma de enciclopedia didáctico musical de la guitarra flamenca para las generaciones venideras»

 

 

Cabe apuntar dos detalles importantes. Por un lado, su trabajo didáctico a través de la grabación de La Guitarra Flamenca de Enrique de Melchor en 1977. Esta obra didáctico musical sirve como referencia y estudio en conservatorios y escuelas de música y de flamenco. Y por otro lado, aparece en la película La Carmen en 1975 junto a Sara Lezana, Enrique Morente, Rafael de Córdoba y Pepe de Lucía. Pero al margen de esto no podemos olvidar los premios que le han otorgado a lo largo de su carrera. Entre reconocimientos y homenajes destacamos el Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología de Jerez, el Castillete de Oro de La Unión, el Galardón Flamenco Calle de Alcalá en Madrid o la Giraldilla de Lebrija. Este último premio se le concede un 23 de abril de 2006 y lo recogen su sobrino Melchor Jiménez y Manuel Martín Martín por deseo expreso del propio Enrique de Melchor, al no poder estar presente debido a los compromisos artísticos.

 

Llegados a este punto no tengo más remedio que mencionar la fraternal y familiar amistad que forjan Enrique de Melchor y el periodista astigitano Manuel Martín Martín. También con Loli, mujer de Enrique, y sus dos hijas. Enrique ilustra con sus guitarras diversas ponencias llevadas a cabo por el periodista de Écija, junto a la voz del ilustre cantaor Juan Peña El Lebrijano. Sirva como ejemplo la llevada a cabo en la Facultad de Medicina de Granada en el curso 1993/1994. Incluso Martín pone la presentación y título a algunas de las obras del guitarrista, como la rondeña Desnudando el alma, dedicada a Ray Heredia, o al disco Arco de las Rosas. También recordamos las presentaciones en la Fiesta de la Guitarra de Marchena, Escuela Universitaria Politécnica de Sevilla o en el Congreso Pastora Pavón en La Cartuja en Sevilla.

 

Confieso que cuando descubrí la guitarra de Enrique de Melchor sentí ese pellizco. Un pellizco para mis adentros. Descubro cómo sus melodías se me instauran en mi sentir. Una guitarra en perfecta sintonía con otros elementos como el cante, el baile, el violín, la flauta travesera, la percusión. Una guitarra de verdad, sin fuego de artificio, ni artilugios, ni tornillería. El guitarrista, la guitarra y su corazón por delante.

 

El guitarrista de Marchena lleva el acompañamiento al cante a la solemnidad en toda su genealogía flamenca. Expresa su verdad desde la intimidad de lo heredado. Y ejerce una evolución magistral desde las raíces de la pureza. El mismo Enrique dice que evolucionar no es transformarlo ni destrozarlo todo.

 

 

«Su guitarra tiene un lenguaje propio, afectivo, reconocible, elegante, serio, limpio y cargado de inspiración. Un lenguaje flamenco donde el compás mece la libertad del corazón de su toque»

 

 

Enrique es una persona íntegra, humilde, cercana y respetuosa. Querido por compañeros y personalidades de toda la geografía flamenca. Sevillista confeso y hombre apegado al seno familiar. Que le gusta disfrutar del entorno, de la compañía de los suyos, de las conversaciones y reuniones de amigos.

 

La guitarra de Enrique de Melchor queda para los anales de la historia flamenca. Con una discografía que ronda los trescientos trabajos, entre discos como solista o como tocaor de acompañamiento. Deja un legado de exquisitos matices recorriendo la flamencología del toque. Un toque basado en sus vivencias. Un toque donde aflora la majestuosidad de la sonanta, la dignidad del guitarrista y el alma del ser humano. Enrique es un ser de luz excepcional. Ejemplo de guitarrista en el que desembocan las raíces de lo flamenco y lo puro. Trágicamente sus manos dejaron de acariciar esa Faustino Conde de 1969, heredada de Melchor, un 3 de enero de 2012 en la Clínica la Luz de Madrid.

 

No obstante, su música y su legado estarán presentes en los ecos guitarreros de los grandes maestros. Sus soleares, alegrías, seguiriyas, mineras, bulerías o fandangos seguirán arañando las entrañas del alma. Y su herencia queda en forma de enciclopedia didáctico musical de la guitarra flamenca para las generaciones venideras.

 

 

 


Huelva, 1977. Maestro y guitarrista apasionado del flamenco. Investigador y divulgador de nuestra cultura. El camino del compás le lleva a ser un docente con duende.

1 COMMENT
  • Francisco en Paris 22 noviembre, 2022

    Magnífico articulo al inmenso Enrique

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