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Antonio Gades, héroe de la Revolución cubana

El legendario bailaor alicantino estuvo vinculado hasta el final con la isla caribeña y comprometido con la causa de Fidel Castro, quien le otorgó altos reconocimientos y lo enterró con honores. Sus restos y su memoria permanecen allí.


En la Plaza de la Catedral de La Habana, la atención de los turistas se desvía por un momento hacia una estatua apoyada en una de las columnas del viejo Palacio de Lombillo. No representa a un prócer de la patria, ni a un gran escritor antillano. El bronce del escultor José Villa Soberón –el mismo autor de la famosa efigie de John Lennon en El Vedado– representa a un bailaor flamenco, pero no a uno cualquiera: se trata de Antonio Gades, un revolucionario de la danza que lo fue también en el ámbito político, a través de su compromiso con la causa de Fidel Castro.

 

El idilio de Gades con la mayor de las Antillas fue largo y apasionado. Cabe recordar que, después de algunos escarceos con grupos marxistas y catalanistas, durante la Transición se afilió al Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), guiado por una defensa a ultranza de la clase trabajadora y por el recuerdo de su padre republicano. Y Cuba era entonces foco de inspiración para todas las utopías de izquierda.

 

Parece que fue Alfredo Guevara, el avispado fundador del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) el primero que lo invitó a la isla, aunque también jugó un papel destacado la bailarina cubana Alicia Alonso, máxima figura de esta disciplina en el país. Cabe recordar que Gades había disuelto su compañía y anunciado su retirada como respuesta a los últimos fusilamientos franquistas, en septiembre de 1975. El bailarín se trasladaría tres años más tarde a Cuba, donde Alonso lo convenció para que volviera a bailar y le abrió una nueva mirada sobre su arte. “Alicia Alonso ha contribuido a enseñarme el verdadero sentido de un trabajador de la cultura”, aseveraría. “Me enseñó todo lo que después puse al servicio del Ballet Nacional”.

 

En la memoria de la isla está el paso a dos de Ad libitum con el Ballet Nacional de Cuba, con coreografía de Alberto Méndez junto a Alicia Alonso, el gran compositor Sergio Vitier (hijo de los poetas Cintio Vitier y Fina García Marruz) y Tata Güines, un gigante de la percusión afrocaribeña que mucho tiempo después veríamos acompañando a Diego El Cigala. También en aquel tiempo se metió Gades en la piel del Hilarión de la Giselle con un Ballet Nacional de Cuba que puso a sus pies el Metropolitan Opera House de Nueva York y el Kennedy Center de Washington.  

 

De las andanzas cubanas de Gades se desprenden mil anécdotas que permanecen en la memoria de quienes lo vivieron de cerca. El escritor Pedro Juan Gutiérrez, que con el tiempo se haría famoso con su Trilogía sucia de La Habana, recuerda que lo conoció mientras trabajaba en un montaje con la coreógrafa Lorna Burdsall. Un día, después de un ensayo, les dio la sorpresa de que Gades en persona había venido a verlos, y estuvieron bebiendo y charlando hasta bien entrada la madrugada. Ahí Gades le dijo una cosa que nunca ha olvidado: “Cada cosa en su lugar. Yo aprendí a bailar con los gitanos. Sin proponerme nada y sin aspirar a nada. Para divertirme. Ahora voy a Nueva York, doy clases de flamenco y cuando terminamos los alumnos salen, van a una cafetería al frente del teatro a comer hamburguesas y Coca Cola. ¡Así no! Así no funciona”.

 

 

«“Querido Comandante en Jefe y querido ministro, nunca me sentí un artista sino un simple miliciano vestido de verde olivo, con un fusil en la mano para dónde, cómo y cuándo, siempre estar a sus órdenes”, dijo Antonio Gades al ser laureado por Fidel Castro»

 

 

Estatua de Antonio Gades en La Habana, Cuba. Foto: Elizabeth Acosta

 

 

En La Habana se casaría con su segunda esposa, Pepa Flores, la popular Marisol, en 1982, cuando la pareja tenía ya tres hijos. La propia Alicia Alonso y Fidel Castro en persona fueron los padrinos del enlace. “Cuba no es una simple aventura. Es el puerto de mi vida”. Con estas palabras resumió el alicantino su vínculo con un lugar que lo marcó para siempre, y al que viajó en numerosas ocasiones. En una de las últimas, por cierto, entró por el Castillo del Morro a bordo de su velero Luar 040, después de una travesía de cincuenta días.

 

Fidel en persona, junto a su hermano Raúl Castro, le impondría un mes y medio antes de su muerte, en el verano de 2004, la Orden José Martí, máxima condecoración de la República de Cuba. Cuando se confirmó la noticia de su fallecimiento, el diario Granma, órgano del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, lo despidió como “artista, revolucionario, comunista y amigo inolvidable”.

 

Y puesto que su voluntad testamentaria fue que sus cenizas reposaran en la isla, las autoridades decidieron que fueran depositadas en las lomas de la Sierra Maestra, en el Mausoleo de los Héroes del Segundo Frente Oriental ‘Frank País’, en Santiago de Cuba, junto a los héroes de la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. Sonaron en la ceremonia tres salvas de fusiles, como corresponde a los militares de alta graduación, y La Internacional, así como algunos compases de El compadre Antonio, homenaje al artista compuesto por el pianista cubano Frank Fernández.

 

“Querido Comandante en Jefe y querido ministro, nunca me sentí un artista sino un simple miliciano vestido de verde olivo, con un fusil en la mano para dónde, cómo y cuándo, siempre estar a sus órdenes”, dijo al ser laureado por Fidel, y fueron esas las palabras que se grabaron en el pequeño monumento erigido en su memoria, que representa una palma real truncada. “Soy yo el que tiene que dar las gracias a vuestra revolución, que sabéis que es la mía. La revolución me ha confirmado que mis ideales revolucionarios no eran equivocados ni obedecían una epidemia de romanticismo juvenil, como algunos pretendían hacerme creer”.

 

Nunca sabremos qué habría pensado Antonio Gades de la deriva posterior de la Revolución cubana, pero lo seguro es que se mantuvo leal a sus postulados hasta el último suspiro. En su villa natal, Elda, hubo que esperar hasta este año para que Gades tuviera su estatua. En La Habana, donde no cabe duda de que vivió intensamente, ya había una desde más de quince años antes.   

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

1 COMMENT
  • joaquín Luque Tenllado 24 diciembre, 2023

    Suele ocurrir: es la fascinación de artistas e intelectuales por las fantasías y mitos que, durante décadas, Cuba ha ejercido sobre ellos y parte del mundo occidental.

    Cuba es una dictadura de partido único, con represión, cientos de miles de exiliados, en los inicios persecución de miembros de los LGTBI, miles de muertos en las décadas de dictadura del castrismo, etc.. Eso sí, los artistas allí reciben un trato de turistas VIP, que se aprovecha para blanquear al régimen.

    No obstante, en nada afecta al arte de Antonio Gades, que es una hermosa harina de otro costal.

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