Habíamos dejado atrás, en la entrega anterior, al célebre Potaje Gitano de Utrera, que es el que solía dar el pistoletazo de salida de los festivales de la canícula, lo que nos permite anunciar desde un enfoque sólo aproximativo aquellos homónimos que se pergeñan, por lo general, para sí mismos y el entorno.

 

La memoria retiene, en tal sentido, que en julio la Noche Flamenca de Cerro de San Juan y su afamado ‘Camarón de Oro’, en Coria del Río, alcanzará ya la vigésima edición, cuando parece que fue ayer que me concedió el honor de ser su primer introductor de embajadores, en tanto que la capital del oriente del Sur, Almería, acogerá su 57 Festival de Flamenco y Danza después de haber gozado de los actos de la Peña Flamenca El Taranto, que a sus 61 años de vida acaso sea la única que mantiene una programación ininterrumpida.

 

Es de interés general en julio el 50 Festival Flamenco de Moguer, en la caseta La Parrala y con la marca de ser en sus bodas de oro el festival más consolidado del territorio onubense, además de la 59 Caracolá de Lebrija, tan personal que la muestra de su modelo integrador es ya referencia obligada, a los que sumo el 53 Festival de Cante de Grande de la localidad malagueña de Casabermeja, la tierra que vio nacer a la madrina del Fillo Chico y que en el Polideportivo Antonio Sánchez Fernández acogerá, además, la XXXVI Olla Flamenca.

 

La guía de lo jondo señala, mismamente, paradas obligadas en tierras jienenses para el mes de julio, de la que sugerimos concretamente el XXVIII Festival de Mengíbar, con una Peña La Arroyá que crece tanto en latitud como en longitud, y la Pipirrana Flamenca de Mancha Real, que después de celebrar sus bodas de oro el año pasado, la nueva edición festivalera la alcanza con la flamante remodelación de la Peña El Trillo.

 

Zalamea la Real, por su parte, viene alcanzando notoriedad, pues no más sobrepasar la decena de festivales, está aportando a la Huelva Flamenca nuevas ideas escénicas que van más allá de la capacidad habitual en instituciones similares. Y sin apartarnos de la calor de julio, de la comarca de la Cuenca Minera onubense proponemos dar un salto a un espacio flamenco de trascendencia histórica, a Marchena, que este año celebra la 50 Fiesta de la Guitarra en la remozada Plaza Ducal.

 

En la Ciudad del Sol y de las Torres, Écija, se presagia que la 44 Noche Flamenca Ecijana, obligada a celebrarla en noviembre después de los pufos que dejó el Gobierno municipal saliente, vuelva al mes de julio pero con el formato de 2023 que, a lo largo de cuatro días intensos, tan buena acogida ha tenido. Y el mismo ordinal logra este año el Festival Internacional de Cante Flamenco de Lo Ferro, escaparate en el que Torre Pacheco y su pedanía de Roldán se reivindican como uno de los destinos más importantes de la canícula flamenca allende la frontera andaluza.

 

 

«Lo que urge para rescatar al mayor festival del mundo, la Bienal de Sevilla, es avalar la correcta conservación del patrimonio jondo, garantizar la tradición sin desatender la evolución como campo de expansión cultural, velar por la calidad flamenca en sentido estricto y abrir las puertas a los olvidados. Y para ello sólo es menester que el proyecto Bienal dependa de los tres conceptos flamencos que demandamos para 2024: ideas, creatividad e imaginación»

 

 

Por lo que se refiere al mes de agosto, éste ha decaído desde que los responsables públicos antepusieron tostarse en la playa que mantener la tradición de sus festivales. No obstante, mi cuaderno de notas recoge la 37 Noche Flamenca de Antequera ante el conjunto monumental de la Real Colegiata, y el VIII Festival de Jóvenes Flamencos Villa de Benamejí, modelo ejemplar de esta localidad de la Subbética cordobesa en la que el año pasado su Ayuntamiento programó hasta cuatro festivales flamencos, gesta insólita en todo el territorio nacional si nos atenemos a que cuenta con unos 5.000 habitantes. 

 

Completamos agosto con cuatro propuestas que confirman la diversidad de la oferta, tal que el 58 Festival de Cante Grande Fosforito, de Puente Genil, que ha de salir de la cueva y adaptarse a los criterios racionales del siglo XXI; la 57 Fiesta de la Bulería de Jerez, transformada en varias formulaciones; la 47 Noche Flamenca de Martos, en el Auditorio Municipal, y el Festival Flamenco on Fire, de Pamplona, que ha superado con éxito la décima edición bajo la dirección de Arturo Fernández y que para 2024 se podría anunciar bajo el lema ‘Planta y Tacón’, con lo que el baile reinará en la Comunidad Foral de Navarra.

 

Coincidiendo con el mes escolar, septiembre principia con el festival de festivales, el LXIII Festival de Cante Jondo Antonio Mairena de Mairena del Alcor, cita obligada para cabales de distintos puntos de España con su previa de conferencias y el concurso de la Casa de Arte Flamenco Antonio Mairena, aunque todas las actuaciones está financiadas por el Ayuntamiento, para más tarde otear el III Ciclo de Flamenco en el Estrecho ‘Francisco Vallecillo’ que organiza la Tertulia Flamenca de Ceuta, y el XIX Festival Flamenco de Lantejuela, que está creciendo muy positivamente en su avance cultural.

 

Y como anticipo del último trimestre del año, téngase presente el VIII Festival Puertas Abiertas de La Algaba, en octubre, y en noviembre el VII Seminario Antonio Mairena, de Mairena del Alcor, los Premios Internacionales Manolo Sanlúcar, en Sanlúcar de Barrameda, que con tanto esmero concede la Escuela de Flamenco de Andalucía; el Festival Flamenco Ciudad de Úbeda; la XXXII Palma de Plata de Algeciras, única en su género al completar el festival con la edición de la revista Al-Yazirat; el XL Festival del Mostachón, de la Peña Curro de Utrera, y ya en diciembre el recién instituido Pregón Flamenco de la Navidad en Écija, que se aparta de los cantos grupales y cede el protagonismo del villancico a su estado más genuino e individual.

 

Dejamos para el final del trayecto a la XXIII Bienal de Sevilla, el festival que fuera referencia en el mundo pero que el ínclito Chema Blanco, cesado desde el 16 de junio de 2023, dejó atravesado de conceptos no conceptuales y al que resulta incluso quimérico aplicarle la noción de flamenco. No sabemos cuánto dejó programado el susodicho para 2024, pero lo que sí es una realidad la presencia de Luis Ibarra Ramírez como nuevo director, cargo para el que fue nominado en julio del pasado año y que compaginará con el nuevo compromiso de dirigir la Promoción del Flamenco de Sevilla.

 

El joven periodista sevillano ya encargó el cartel anunciador al pintor mallorquín Miquel Barceló, conocido en el mundo flamenco por ser el autor de la asnada que ilustró Potro de rabia y miel, el último disco de estudio de Camarón de la Isla (1992), o el adefesio de Rancapino (1997), pero barrunto que las políticas de promoción flamenca que geste Luis Ibarra van a incidir directa y positivamente en la población y el flamenco sevillanos, tanto porque creo que sabe lo que quiere cuanto porque es imposible igualar la improductividad jonda de Chema Blanco.

 

Pero más allá del cartel anunciador y del negro recuerdo del exdirector Blanco, lo que urge para rescatar al mayor festival del mundo es vincular la programación a todos los sevillanos que pagan el evento con sus impuestos, avalar la correcta conservación del patrimonio jondo, garantizar la tradición sin desatender la evolución como campo de expansión cultural, velar por la calidad flamenca en sentido estricto y abrir las puertas a los olvidados, iniciativas que, a no dudarlo, repercutirán en la imagen de Sevilla y en la del Ayuntamiento que organiza. Y para ello sólo es menester que el proyecto Bienal dependa de los tres conceptos flamencos que demandamos para 2024: ideas, creatividad e imaginación. Sean felices y que ustedes lo disfruten.

 

 

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