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‘El Taranto’ sí es un símbolo de garantía

Me ciño a Almería capital, con la que sólo pronunciar su nombre se reduce el espesor de la lejanía, máxime si su papel divulgativo queda vinculado por antigüedad a la Peña Flamenca El Taranto, la entidad que sin ánimo de lucro es la más activa de cuantas hoy son y la que registra actuaciones de mayor nivel.


El BOJA n.º 73 de 16 de abril de 2024 indica que las subvenciones para la promoción del tejido asociativo del flamenco en Andalucía se distribuirán en dos anualidades, 32.500 euros en 2024 y 32.500 euros en 2025. Pues bien, ora por interés ideológico y/o económico, los palmeros del régimen del PP –los mismos que antes les comían las babas al PSOE– han dado alas al discurso contrario diciendo que no, que son 65.000 € al año, con lo que mienten como autodefensa del despropósito, contradicen al BOJA y nos toman por necios lanzando bulos y “fake news” a fin de manipular a favor de obra.

 

Estos expertos en propagar exabruptos no están al lado de la planificación territorial, como lo evidencia el que las Peñas pioneras trazan su programación sin acudir a las trabas de la Junta de Andalucía, que, aparte de sedentarismo corporativo y de subvencionar siempre a los mismos, padece de miopía frente a la distancia, pues ve desde lejos y contribuye desde la incompetencia a mantener abierto el espacio de la lejanía.

 

Actitud tan despótica a disposición de los afines y en contra de los divulgadores de base, no sólo condenan a las Peñas a la exclusión social y dejarlas en situación de vulnerabilidad, sino que limita el flamenco a las referencias personales y cartográficas que les conviene, sin plantearse en ningún caso la búsqueda de explicaciones que las vinculen a los territorios provinciales, entre los que obvian aquellos que también juegan un papel primordial en la caracterización decisiva del flamenco.

 

En ese mapa de propósitos sitúo al Oriente del Sur, conformado por Almería y Jaén, que enriquece, igualmente, el repertorio flamenco, principalmente con los llamados Cantes de Levante. Pero para abreviar la intención de este artículo, me ceñiré a Almería capital, con la que sólo pronunciar su nombre se reduce el espesor de la lejanía, máxime si su papel divulgativo queda vinculado por antigüedad a la Peña Flamenca El Taranto, la entidad que sin ánimo de lucro, y SIN AYUDA alguna de la Junta de Andalucía, es la más activa de cuantas hoy son y sin duda la que registra actuaciones de mayor nivel.

 

Así se justifica que sea Medalla de Oro de la Ciudad de Almería, Medalla de la Cultura de la Provincia, se le concediera la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes correspondiente al año 2019, o que la Escuela de Flamenco de Andalucía le vaya a entregar el próximo mes de noviembre el IX Premio Internacional del Flamenco Manolo Sanlúcar. Y es que son ya sesenta y un años preservando lo jondo sin ambages, propagando nuestra cultura si dobleces y transmitiendo la integridad del conocimiento.

 

 

«Son ya sesenta y un años que la Peña Flamenca El Taranto preserva lo jondo sin ambages, propagando nuestra cultura si dobleces y transmitiendo la integridad del conocimiento»

 

 

Habría que remontarse a 1963 cuando cinco visionarios –entre ellos Lucas López– crearon la Peña El Taranto, fijando su domicilio social en la calle San Antón, cerca de la Plaza de Pavía, donde la madre de Lucas, doña Filomena, tenía un local comercial. Desde entonces, López mantuvo el rol más activo que se recuerda en la determinación del territorio como área de influencia flamenca. Tanto que exploró una nueva forma de propagar el flamenco desde Almería. Y lo desmenuzo.

 

Gracias a Lucas López, el Ayuntamiento que presidía Guillermo Verdejo accedió en 1968 a ceder el local de los Aljibes Árabes, sito en la calle Tenor Iribarne que, después de más de un año de adecentamiento, marcaría en Almería una etapa que va más allá de lo que en sí representa la gesta de sus dirigentes, tanto por tener un evidente significado cultural en el tejido asociativo, ya en pleno desarrollo, cuanto por hacer florecer una afición hoy movida por el placer que le proporciona lo jondo y el codearse con lo más granado.

 

Es obvio decir que con la apertura de la sede en el centro de la ciudad, los socios subieron a casi doscientos y los recitales llegaban a una treintena al año. Hubo un ‘feeling’ fenomenal con Jesús Antonio Pulpón para la contratación en las mejores condiciones económicas de los artistas. Promovieron el conocimiento y la difusión de la cultura, fomentaron la participación de la sociedad en la vida cultural de su entorno y preservaron, por tanto, el patrimonio del territorio.

 

 

Encarna Anillo en la Peña Flamenca El Taranto, Almería. Foto: web El Taranto

 

 

Pero fueron más allá de estos resultados específicos. Editaron un boletín informativo con una tirada gratuita de unos 350. Crearon premios literarios. Impusieron la insignia de El Taranto a destacadas personalidades –me honro, modestia aparte, en tenerla prendida cerca de mi corazón–, y se creó el prestigioso Taranto de Oro, sin olvidar que conformaron un archivo que es historia viva del flamenco en esta capital del sureste español, que, por demás, sería el espejo en que se miraron las ulteriores Peñas de la provincia, como las de Huércal, Viator, Pechina o ‘La Torre’ de Adra, y, por tanto, sus presidentes y asociados se convertirían en agentes culturales que hoy representan en España un importante activo del desarrollo de Almería como realidad territorial.

 

La planificación cambió, mismamente, la programación cultural de la ciudad. Lucas López no sólo asesoró el Festival de Cante Jondo de Almería desde su primera edición en agosto de 1967, sino que negocia hasta el límite las condiciones más ventajosas para el Ayuntamiento, y es en la segunda edición cuando estrecha su amistad con Antonio Mairena, siendo el gran maestro desde entonces imprescindible en el certamen almeriense y en El Taranto, tan indispensable que con él nació en 1972 la I Semana de Divulgación del Cante Jondo, recibiendo el Taranto de Oro y la Medalla de Oro de la ciudad de Almería, y actuando en su honor, en los previos, cantaores almerienses acompañados por un nuevo valor local, Pepín Fernández, que llegaría a ser el célebre Tomatito.

 

 

«Estamos en el décimo aniversario del deceso de Lucas López. Y si el flamenco en general ha de estar conectado emocionalmente a quienes se ganaron la confianza de la cultura andaluza, la “Capilla Sixtina del Cante”, como así llamaba Antonio Mairena a El Taranto, está vinculada de por vida a su fundador»

 

 

El enfoque de El Taranto promovía tanto interés que fue solicitado para desarrollar la competencia intercultural. Recuérdese, verbigracia, cuando acogieron en 1981 el IX Congreso Nacional de Actividades Flamencas en Almería, donde Antonio Mairena recibió la Medalla al Mérito en el Trabajo en su categoría de Plata con ramas de roble, o cuando encabezados por Francisco Vallecillo, pusieron en funcionamiento la Institución Social para la Tercera Edad de los Artistas Flamencos (ITEAF), donde tuvieron un protagonismo extraordinario en esta organización que presidió Lucas López hasta su disolución en la asamblea celebrada el 27 de noviembre de 1993 en Sevilla.

 

Y así podría continuar el relato indisoluble de El Taranto y Lucas López, el almeriense que en 1983 dio a conocer a la afición local a José Mercé, que creó y patrocinó un año después el Trofeo Lucas López, diseñado por Francisco Moreno Galván, y que en 1988, coincidiendo con las bodas de plata de la entidad, fue nombrado Presidente de Honor de El Taranto.

 

Pues bien. Estamos en el décimo aniversario del deceso de Lucas López. Y si el flamenco en general ha de estar conectado emocionalmente a quienes se ganaron la confianza de la cultura andaluza, la “Capilla Sixtina del Cante”, como así llamaba Antonio Mairena a El Taranto, está vinculada de por vida a su fundador, atadura que no puede ser desunida y que se refuerza este mes de mayo con la prestigiosa 52 Semana Cultural, en la que el nombre de Lucas López es el que vertebra todas las actividades del Taranto, que en estos días evoca a su aficionado cabal de mayor nombradía y marcador de posición constante en el flamenco almeriense.

 

Pese a quienes utilizan el flamenco sólo para aparentar, la Peña El Taranto promueve y fomenta el conocimiento y la difusión como establecen sus estatutos, impulsa la formación y el aprendizaje, aviva la participación del almeriense en la vida flamenca de su entorno, preserva el patrimonio cultural y artístico de la provincia, promociona el intercambio cultural entre distintos territorios –recuérdese, por ejemplo, el Festival Flamenco por Tarantos en Madrid–, sensibiliza y conciencia a la comunidad sobre la importancia de la cultura flamenca, y contribuye, por último, a la formación de una sociedad más crítica y reflexiva a través del arte y la cultura. En conclusión, El Taranto, SIN AYUDA de la Junta de Andalucía, es para la cultura andaluza un rango de referencia y por tanto, un símbolo de garantía.

 

Imagen superior: web El Taranto

 

 

→  Ver aquí todos los artículos de opinión de Manuel Martín Martín en Expoflamenco

 


De Écija, Sevilla. Escritor para el que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Entre otros, primer Premio Nacional de Periodismo a la Crítica Flamenca, por lo que me da igual que me linchen si a cambio garantizo mi libertad.

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