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Hurok, Fernández y Pulpón, agentes visionarios

Jesús Antonio Pulpón tuvo una marca personal que consiguió notoriedad en el mundo de las variedades, pero principalmente en el exclusivo de los festivales de verano y el fortalecimiento de las peñas flamencas.


Días atrás se presentó en Sevilla el XXIII Flamenco Festival, que en la primera quincena de marzo girará por Nueva York, Miami, Boston, Los Ángeles, Chicago y Washington DC, como así publicó Expoflamenco. En la rueda de prensa me llamó poderosamente la atención que nadie pronunciara el nombre de Sol Hurok, tanto porque el ucraniano logró que el baile y la guitarra se extendiera por todos los EE. UU., cuanto porque conmemoramos en este 2024 los cincuenta años de la muerte de quien llevó a la república federal a casi 5000 artistas españoles.

 

Aquella oportunidad tan desaprovechada me obligó a preguntarle al director del evento, Miguel Marin, por la ausencia del nombre de Hurok. El gestor cultural no sabía de lo que le hablaba y, con la sinceridad que le caracteriza, admitió desconocer esa efemérides. Claro que mayor sorpresa me causó el que entre el casi medio de centenar de artistas y periodistas presentes en el Pabellón de los Estados Unidos de la Exposición Iberoamericana de 1929, hoy sede de la Fundación Valentín de Madariaga y Oya, mi intervención sonó como el diálogo entre Krishna y su discípulo Arjuna. Es decir, a canto celestial.

 

Es la dificultad temporal de la información que conservamos en los rincones de los recuerdos. Cuesta al colectivo flamenco recuperar esa información, indagar en la memoria y, sobre todo, ser agradecidos con la generosidad de quienes te han ayudado a conseguir los beneficios.

 

 

«Jesús Antonio Pulpón negoció contratos, intercambios y colaboraciones. Aportó asesoramiento comercial. Atendía a los medios y a la crítica especializada como nadie jamás lo hizo. Fomentó y creó nuevas vías de expansión para divulgar el flamenco. Consolidó trayectorias hasta convertirlos en superestrellas. Y aunque tenía buen olfato para los negocios, fui testigo de cómo empeñó sus pertenencias»

 

 

Condicionado por esta desmemoria, además de Sol Hurok se me vinieron a la mente el promotor madrileño Antonio Fernández, que vivía en la calle Barbieri, a escasos metros del tablao Los Canasteros, lo que explica que siguiendo el mandato de Manolo Caracol, a finales de los sesenta del pasado siglo le firmara una exclusiva a Camarón de la Isla, después de que lo dejara Antonio Sánchez Pecino, padre de Paco de Lucía, años en que la guitarra del cañaílla era Paco Cepero.

 

Llamado por Enrique Morente el último representante romántico, Fernández fue el que descubrió a Las Grecas hacia 1971 y el agente que durante cuarenta años llevó a los mejores artistas flamencos a los escenarios más emblemáticos de España, Europa y América, al que se le recuerda cuando desde su central, en la madrileña Gran Vía, soltaba su frase más sentenciosa: «Los flamencos son como los toreros, que cuando ganan dinero se olvidan del apoderado. Lloras, pierdes los nervios, pero te hacen gozar como nadie».

 

Antonio Fernández se despidió de este mundo hace 25 años, y como tantos otros, con su adiós su nombre y su nobleza cayeron en el olvido, de ahí que tanto a Antonio como a Hurok los recordemos desde esta ventana de Expoflamenco.

 

Hay analistas de la conducta del ser humano que, en tal sentido, mantienen la tesis de que olvidar no es malo. De hecho, es necesario y provechoso. La afirmación no es del todo convincente en la esfera flamenca, por cuanto nuestro presente histórico lo admitimos porque relata hechos del pasado o basados en un tiempo remoto. Y pondré un ejemplo conocido por un buen sector del público lector y así completo la terna de ilustres.

 

Me refiero a Jesús Antonio Pulpón González, del que me apetece recordar el centenario de su nacimiento porque en él se encerraban todos los conceptos que aún en el siglo XXI se manejan de manera diletante y confusa. Se habla, por ejemplo de promotor, que es quien da a conocer un concierto, el que promueve el espectáculo, además resolver los imprevistos de hospedaje, equipo de sonido y, en definitiva, tener el control de la organización. Y eso lo hacía Pulpón.

 

Otro concepto bien distinto es el de mánager, que no es sino el representante del artista, el que da la cara por su representado, vela por su imagen, le facilita su promoción y todo lo relacionado con el marketing, y por descontado que es su voz, sus ojos y hasta sus oídos, atendiendo igualmente a las áreas que le afectan según lo acordado, dado que un mismo artista puede tener varios agentes apoderados que atiendan a la orientación de su carrera, comunicación, derechos de imagen o a la cláusula de exclusividad, ya sea en el ámbito autonómico, nacional o universal. Y eso también lo hacía Pulpón.

 

 

«Despedí al amigo al que admiraba y quería en el cementerio de San Fernando, de Sevilla, agradeciéndole haber traído al flamenco la dignidad, el respeto y la estima de los demás, mérito que en el centenario de su nacimiento comparto con las efemérides de Sol Hurok y Antonio Fernández porque en el testamento de mi memoria los tres dejaron por escrito la minuta de una verdad: fueron tan visionarios que en 2024 no debieran caer en el olvido»

 

 

Pero para consolidar la trayectoria profesional de un artista es imprescindible la figura de lo que hoy llamamos representante, término que al presente se confunde con el de intermediario pero que, como su nombre indica, es el que lo representa para realizar negociaciones en su nombre, bien sea comercializar, promover su propuesta, su imagen o simplemente limitarse a vender su oferta, de lo que podemos deducir que para desarrollar su trabajo a pleno rendimiento ha de disponer de una economía saneada y estable. Y eso lo bordaba Pulpón.

 

Así visto, cualquiera que esté relacionado con el flamenco puede ejercer de representante, afirmación discutible por cuanto existe en la actualidad el llamado intermediario, vocablo hoy repudiado por mor de comisionistas que por el mero hecho de disponer de los contactos necesarios con los organizadores culturales de los pueblos, sobre todo, exhiben una habilidad extraordinaria en las funciones de mercadeo, pero negados a diseñar las pautas de un plan de trabajo que satisfaga las aspiraciones artísticas y los objetivos del programador. Solo persiguen como finalidad la comisión. Y ese no era Pulpón.

 

Jesús Antonio Pulpón tuvo, en cambio, una marca personal que consiguió notoriedad en el mundo de las variedades, pero principalmente en el exclusivo de los festivales de verano y el fortalecimiento de las peñas flamencas. Y de inmediato todos los profesionales lo consideraron como el agente artístico idóneo para sus aspiraciones y el más adecuado para comercializar sus propuestas. Negoció contratos, intercambios y colaboraciones. Aportó asesoramiento comercial. Atendía a los medios y a la crítica especializada como nadie jamás lo hizo. Fomentó y creó nuevas vías de expansión para divulgar el flamenco. Consolidó trayectorias hasta convertirlos en superestrellas. Y aunque tenía buen olfato para los negocios, fui testigo de cómo empeñó sus pertenencias o cuánto le costó más de un festival y alguna que otra serie de televisión.

 

Sea como fuere, Antonio, asesorado por Antonio Mairena –¡por quién si no!–, se adelantó a su tiempo y se convirtió en el mánager y representante más influyente y poderoso del mercado flamenco. Nos dijo adiós el 10 de diciembre de 1993 en Tomares. Ese día estábamos citados en el restaurante de El Corte Inglés, en la sevillana Plaza del Duque, para ultimar los detalles de su memoria, que así me la había solicitado. Cuando llegué a la cita, el maître me comunicó la triste noticia. Me fui directamente a su domicilio, en la calle Recreo, 73, para darle el pésame a la viuda, Nuria Boado, la madre de su hijo Jesús Darío. Mi gozo en un pozo. Me recibió la suegra, Loli la Canastera, y no fue posible.

 

Al día siguiente, despedí al amigo al que admiraba y quería en el cementerio de San Fernando, de Sevilla, agradeciéndole con Matilde Coral, El Lebrijano, Enrique de Melchor, José Menese y José de la Tomasa el haber traído al flamenco la dignidad, el respeto y la estima de los demás, mérito que en el centenario de su nacimiento comparto con las efemérides de Sol Hurok y Antonio Fernández porque en el testamento de mi memoria los tres dejaron por escrito la minuta de una verdad: fueron tan visionarios que en 2024 no debieran caer en el olvido.

 

Imagen superior: imagen de archivo de Jesús Antonio Pulpón González

 

 

→  Ver aquí todos los artículos de opinión de Manuel Martín Martín en Expoflamenco

 

 


De Écija, Sevilla. Escritor para el que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Entre otros, primer Premio Nacional de Periodismo a la Crítica Flamenca, por lo que me da igual que me linchen si a cambio garantizo mi libertad.

1 COMMENT
  • Pedro Cordoba 5 febrero, 2024

    No sé si les habrá quedado muy claro a los lectores quién fue el gran empresario Sol Hurok. Baste decir que fue el representante de Isadora Duncan, Anna Pavlova, Mstislav Rostropovich, Arthur Rubinstein etc, y que en 1943 presentó a “La Argentinita” en el Metropolitan House de Nueva York. También presentó a Carmen Amaya a quien calificó de “Vesuvio humano”

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