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La degradación de la Bienal de Sevilla

La Bienal de Sevilla demanda otro marco de debate distinto al matonismo o la intimidación. Urgen otros parámetros programáticos que analicen la realidad y en los que se reconozca la dignidad de lo jondo y la libertad de la creación, pero la de verdad, no la de la metafísica del fraude.


Una bailaora de acreditada fama, que además figura en la programación, me ha definido el escenario: “Chema tiene motivos para estar preocupado. Ha impuesto los espectáculos, pero insultando a la crítica nos pone a los artistas a los pies de los caballos”. Se refiere a Chema Blanco, el desahogado director de la Bienal 2022 que no para de dar coces. El alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, le ha dado la llave del caos, y lleva 100 días buscando la rentabilidad del insulto y lanzando mantras, pero no para relajarse después de pedir a Muñoz que lo destituya del cargo porque le viene grande, sino para torpedear uno de los principales valores de la sociedad democrática: la libertad informativa.

 

Hay que tener una actitud miserable para colocar mensajes insidiosos, lerda para querer matar al mensajero y bisoña para desconocer que la Bienal de Flamenco ha llegado a 2022 gracias a la labor difusora de la crítica y a la garantía del pluralismo analítico. Pero como el neófito confunde el potencial de liderazgo con la inmadurez, ha vomitado unos previos amargos e insólitos, con arremetidas despiadadas a los decanos de la crítica sevillana, Manuel Bohórquez –aunque ya no la ejerce a pie de escenario– y el abajo firmante, responsable de El Mundo, con comentarios muy extorsionadores, desafortunados y haciendo de la provocación y el insulto su estrategia como gestor.

 

Tan oscuro personaje, a más de trabajarse un discurso falso que le ha llevado a la renuncia en el cargo hasta en tres ocasiones, programando sin contar con la opinión del dócil consejo asesor y con un ataque cutre a la libertad de opinión de la crítica independiente, como quien busca poner el parche antes de que salga el grano, ha tildado a los críticos citados de hacer un ataque feroz a los artistas que, según el susodicho, no quieren acudir a la Bienal atemorizados.

 

Blanco sobre negro. Sin arrepentirse del bochorno, este Mocito Feliz de la Bienal lanza una ofensiva para salvar su perversidad, de ahí que entienda la crítica como una amenaza a sus intereses personales. Pero miente cuando la inmensa mayoría de los artistas acogen en sus dosieres las críticas de los citados. Además se burla del flamenco e insulta a Sevilla, porque distrae al personal para que no digamos que no falta ni uno solo de los suyos en la programación, con lo que falsifica la realidad con la deliberada intención de confundir a la opinión pública.

 

Adicionalmente, se ha querido recuperar de sus heridas a costa de la Prensa a tres meses vista del comienzo de la Bienal. Desconoce, pues, que la veracidad es una condición exigible para la protección constitucional de la información. Y si algunos cumplimos 45 años en el ejercicio de la crítica, ningún gestor por mucho empeño que ponga en matar el pasado va a confundir a la ciudadanía con deliberada intención, ni ennegrecer la fidelidad como límite interno de un periodismo veraz y confiable.

 

Con este ataque, insólito desde la creación del evento en 1980, la Bienal arranca desprestigiada hasta extremos inconcebibles. La manipulación no es un dato objetivo, sino interesado y tendencioso. Pero ese recurso ya lo utilizó uno de sus pupilos en la edición anterior y le salió el tiro por la culata. Recuérdese al Niño de Elche, que después de injuriar a la crítica sevillana y evidenciar su payaseo, exclamó: “Con mi último concierto en la Bienal de Sevilla 2018 rompí toda mi relación con el flamenco”. Entonces ¿por qué ese fraude cultural? Porque el negocio político por estos pagos está en hacernos creer que el Ayuntamiento de Sevilla está por el flamenco.

 

Pero lo que más sorprende es que el alicantino está harto de repetir que “yo es que no soy flamenco… soy exflamenco”. Por eso lo programa Chema Blanco para 2022, de lo que se deduce que eso de que el director no tiene ni puñetera idea de flamenco no es del todo cierto. Este sujeto sabe lo que quiere, y como ya hizo en Nimes, ahora utiliza la Bienal para sus espurios fines.

 

 

«La Bienal arranca el día 8. Según fuentes próximas al sentido común, comienza el fin de la era Chema Blanco, el prepotente que alimenta su ego insultando y haciendo el ridículo. Para 2024 la Bienal está llamada a desaparecer o a reconstruirse lejos de ese debate envenenado de intereses mercantilistas»

 

 

A Blanco no se le ha ido la pinza ni ha perdido la vergüenza. Es indecente, miserable e inmoral, la quintaesencia de la degradación moral de un gestor cultural en definitiva, el ataque contra la crítica no más presentar la programación y a falta de tres meses para el comienzo del evento. No solo desprecia la opinión que le pudiera contradecir cuando principie la programación, sino el derecho a cultivar y expresar ideas diferentes.

 

Es la misma política de Pedro Sánchez, intimidar a los críticos y pretender que los medios de comunicación no informen. Es la mejor manera que te conozcan, que te teman todos. Pero en esta declaración de guerra, Blanco va a morir –metafóricamente, claro– en el campo de batalla. Y no porque quien siembra vientos recoge tempestades, que también. Sino porque está todavía en Babia para provocar a la crítica que ya cumplimos 45 años en el ejercicio profesional. Es muy bebé aún.

 

Una información no puede verse limitada más que cuando queda constatada su falsedad. No hay, por tanto, ejercicio legítimo del derecho a la información por mor del matonismo tan habitual en macarras incapaces de afrontar sus contradicciones internas, su debilitamiento muscular cerebral. Y sólo utiliza la mentira aquel que como Chema Blanco humilla a los que le pagamos la nómina, quien necesita estabilidad interna, que no la tiene, y fortaleza en sus principios, que dudo que alguna vez los tuviera.

 

Pero observando la programación de la Bienal 2022, a la hora de redactar este artículo aún no ha completado los datos de los espectáculos contratados. Sólo nombres de artistas que quieren estar en la Bienal porque en su mayoría no quieren (o no saben) hacer flamenco, y no tienen más vocación que estar de moda y en boca de todos. Resulta, por consiguiente, cuando menos inexplicable tener apalabrada a unas compañías –que no es lo mismo que disponer de los contratos firmados–, sin que los datos del proyecto estén reflejados en la web de la Bienal para información del espectador.

 

Y es que lo suyo son ocurrencias vaporosas que llaman sin disimulo al amiguismo. Ni sabe ni entiende de lo jondo según Sevilla, solo sabe sin diplomacia de nepotismo. Y de ahí su filosofía como gestor: querer matar el pasado. Ha iniciado la guerra sucia como escudo ante el lanzamiento de una OPA hostil contra la tradición. Ha venido a abaratar el flamenco y enriquecer a los aflamencados porque para Chema Blanco la Bienal de Arte Flamenco Ciudad de Sevilla es un oxímoron: vende una cosa y contiene otra.

 

Y el alcalde de Sevilla traga y traga para no molestar a los amiguetes del director de una ‘Vietnam’ en la que persiste el déficit cognitivo y los diagnósticos psicóticos. Antonio Muñoz es la imagen de un fracaso cultural en una de las más importantes cunas del flamenco, y como alcalde no podrá irse a dormir con la tranquilidad de conciencia de haber hecho todo lo posible por contribuir al prestigio de la ciudad que representa.

 

La Bienal de Sevilla, en conclusión, demanda otro marco de debate distinto al matonismo o la intimidación. Urgen otros parámetros programáticos que analicen la realidad y en los que se reconozca la dignidad de lo jondo y la libertad de la creación, pero la de verdad, no la de la metafísica del fraude, y sin infringir un serio y peligroso agravio al flamenco sin etiquetas, al de siempre, al de toda la vida.

 

La Bienal arranca el día 8. Según fuentes próximas al sentido común, comienza el fin de la era Chema Blanco, el prepotente que alimenta su ego insultando y haciendo el ridículo. Para 2024 la Bienal está llamada a desaparecer o a reconstruirse lejos de ese debate envenenado de intereses mercantilistas de gestores que lo inundan todo y que vienen de vuelta porque no saben lo emocionante que es aprender. Saber de flamenco, Chema Blanco, no te cambiará la vida, pero si te hará menos hostil.

 

 

→  Ver aquí todos los artículos de opinión de Manuel Martín Martín en Expoflamenco

 

 

 


De Écija, Sevilla. Escritor para el que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Entre otros, primer Premio Nacional de Periodismo a la Crítica Flamenca, por lo que me da igual que me linchen si a cambio garantizo mi libertad.

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