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Pamplona, capital cultural del flamenco

Si Pamplona es la capital cultural del flamenco no es sólo porque el Festival Flamenco On Fire haya sido el currículo oculto del conocimiento durante diez años, sino porque, además, este año entiende la sostenibilidad desde su compromiso por la transformación social y por el cuidado y respeto por el medioambiente y el planeta que habitamos. ¡Sombreros al aire!


El flamenco es una manifestación que nos remite a un sistema de percepciones, de estimaciones y de acción, esto es, a un sistema cultural que, por lo general, conduce a la creación de significados, ideas, valores y símbolos, de ahí que su interés empírico radique en que evidencia los conceptos y las apreciaciones que constituyen la cultura de una época o de un territorio o colectivo en particular.

 

Hago esta entradilla porque aún quedan tontos de babero que no saben que sin público no existiría el arte, y porque encaja a la perfección con el décimo aniversario del Festival Flamenco On Fire, un evento que si en la Comunidad Foral de Navarra ha logrado el encaje perfecto –inesperado por todos, incluida la organización– es porque ha hecho de nuestra cultura un servicio cuya principal función es estimular, provocar, interesar y atraer, logro que difícilmente se consigue si en la gestión no se aplican los mecanismos necesarios.

 

El propósito inicial de este festival era recuperar el nombre y la obra del navarro Agustín Castellón Campos, Sabicas, lo que explica que la temática de este año sea el alzapúa, técnica en la que Manolo de Huelva, Ramón Montoya y Sabicas fueron tres pilares irrebatibles. Pero como fortalecer la cultura es construir ciudad y en ella subyacen connotaciones de progreso personal y social, los modelos programáticos han de armonizar la operatividad con la sensibilidad fin de promover el desarrollo del territorio.

 

El flamenco, como creador de identidad se atiene, en tal sentido, a la variedad de los contenidos culturales, que si como generadores de inclusión social Pamplona ofrece las jornadas ‘Eterno Sabicas’ –conferencias y el cine subtitulados para sordos–, como eje transversal de la cultura, la programación incluye las ‘Calles, balcones y Patios’, y va más allá del simple espectáculo o de la representación del entretenimiento.

 

Porque a lo anterior se suman cuatro bloques integradores que determinan la cosmovisión de la propuesta de 2023, donde los ‘Grandes conciertos’ –Miguel Poveda, Vicente Soto, Tomatito, Farruquito, Eva Yerbabuena, Rycardo Moreno o Estrella Morente– en Viana, Tudela y Pamplona, respectivamente, se enriquecen con el ‘Tablao on Fire’ –La Kaita, Guadiana, Iván Vargas, Nazaret Reyes o Cancanilla de Málaga–, o el ciclo nocturno en el palacio de Navarra –Manolo Franco en concierto–, y se complementa con la “heterodoxia” (sic), en la sala Zentral de Pamplona, de Soleá Morente y Tomasito, con lo que todo se vincula a la evolución y transformación de las formas de percibir, de pensar y de actuar, es decir, al desarrollo individual y colectivo de los flamencos.

 

Para alcanzar de tal guisa este décimo aniversario, Flamenco On Fire, bajo la dirección de Arturo Fernández, ha tenido que reforzar el compromiso político con el amparo decisivo de entidades privadas a fin de garantizar el máximo apoyo y acometer producciones propias, pero también la participación ciudadana, que ya tiene asegurada su crecimiento integral a través de este festival que le garantiza la potenciación y promoción de toda la diversidad cultural, con líneas de acción que abarcan desde la conservación y la preservación del clasicismo de Luis el Zambo, Segundo Falcón o Antonio Reyes, al diálogo intercultural que facilite la creatividad y la innovación, así como la detección de nuevos movimientos estéticos, nuevos lenguajes y nuevos talentos artísticos.

 

 

«Pamplona, capital cultural de un género, el flamenco, que lo ha hecho suyo como activo social, al relacionar los factores contextuales de la sociedad navarra con la producción cultural»

 

 

A esta luz, a la cultura flamenca se la concibe ya en Navarra como un factor fundamental para el progreso integral de las sociedades contemporáneas, pero también para confirmar que formamos parte de ese sector que representa el 6 por ciento del Producto Interior Bruto de la Unión Europea, por lo que ya nadie cuestiona que lo jondo tiene una creciente influencia en el desarrollo económico y social de la comunidad y hasta en el empleo.

 

De la reciprocidad de estos tres ejes de actuación –cultura, sociedad y economía–, podemos concluir con un concepto compartido: Pamplona, capital cultural de un género, el flamenco, que lo ha hecho suyo como activo social, al relacionar los factores contextuales de la sociedad navarra con la producción cultural.

 

La expresión que da lugar al titular de este artículo apunta, en consecuencia, a las reservas de símbolos, ideas, imágenes y valores que la comunidad navarra ha ido acumulando durante estos diez años. Registra, mismamente, el influjo mutuo entre las condiciones de producción y las distintas expresiones culturales flamencas. Y comprende, además, el preservar la tradición pero también admitir la creación y la experimentación estética, dado que, históricamente, el artista busca, a través de sus interpretaciones, replantear su posición y rol, o roles, en el entramado social.

 

Si el concepto de capital cultural está acotado, por tanto, a un contexto local es porque las ciudades son hoy por hoy el referente más cercano de la transversalización de la cultura, y es desde ellas donde se realizan los mayores esfuerzos para lograr un espacio público capaz de movilizar y convocar a todos los actores culturales que conforman el colectivo flamenco.

 

La evolución de estos espacios públicos es algo irrefrenable. Y lo que viene haciendo desde hace una década el Festival Flamenco On Fire es transferir modelos de comportamiento analógicos de gestión, asunto éste nada baladí y a considerar, pues debiera de empujar a los gestores culturales del flamenco, y a los opinadores ‘on line’, a abandonar una actitud de distancia ante estos formatos, sobre todo si queremos una auténtica participación aumentada.

 

El diálogo transfronterizo se hace, pues, necesario, y urge desarrollar procesos que configuren tejidos sociales amplios, redes interterritoriales que trabajen para una nueva ciudadanía cultural. Claro que el crecimiento debiera ser más en profundidad que en extensión, ya que, al ser alérgico a las falsificaciones, no comulgo con todo el histórico programático de este festival. Y no aludo al cante en los balcones imitando a Cádiz, que lo aplaudo porque lo he vivido, no me lo han contado. Tampoco dirijo mi aldabonazo a los hipersensibles que abominan de las críticas desfavorables y conminan para concluir quiénes deben ir o no a Pamplona. No. Apunto a lo que nos infesta, a ese tremendismo comercial que empuerca la condición misma de lo jondo y que está representado por personajes de altos presupuestos y bajas ideas.

 

Pero dicho esto, si llamo a Pamplona capital cultural del flamenco, no es sólo porque el Festival Flamenco On Fire haya sido el currículo oculto del conocimiento durante diez años, sino porque, además, este año entiende –anoten este dato Bienales y similares– la sostenibilidad desde su compromiso por la transformación social y por el cuidado y respeto por el medioambiente y el planeta que habitamos. ¡Sombreros al aire!

 

Imagen superior: cartel Festival Flamenco On Fire 2023
 

 

→  Ver aquí todos los artículos de opinión de Manuel Martín Martín en Expoflamenco

 

 


De Écija, Sevilla. Escritor para el que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Entre otros, primer Premio Nacional de Periodismo a la Crítica Flamenca, por lo que me da igual que me linchen si a cambio garantizo mi libertad.

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