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¿Es el flamenco música clásica española?

Me empeño en apuntar la cualidad de los cantes flamencos como música clásica, al compartir una de las principales esencias de estos repertorios: las versiones.


Este es un tema que no es la primera vez que traigo a estos artículos A cuerda pelá. Al tratarse de una cuestión con variadas aristas voy a comentar hoy una que no he desarrollado lo que merece y espero que sea del interés de los inteligentes lectores de ExpoFlamenco. Ahí va.

 

Llamamos en español música clásica (algunos aún la llaman culta) a lo que alemanes e ingleses se refieren como música artística, Kunstmusik, Artmusic, en mi opinión forma mucho más acertada de referirse a la música que yo suelo denominar académica. Pero, para entendernos en el contexto del presente artículo, Musica Clásica sería aquella que está compuesta desde hace al menos un siglo hacia atrás según los principios académicos de composición y que ha sido y es proyectada en el tiempo y el espacio por los múltiples intérpretes que la cultivan. Estos es, las diferentes versiones de las obras de Bach, Mozart, Beethoven, Brahms… por citar cuatro gigantes.

 

¿Y los cantes atribuidos a la Serneta? También fueron en cierto modo “compuestos”, es decir, las melodías que los definen como tales se crearon sobre un molde rítmico-armónico que reconocemos como el propio de la soleá (con sus diferentes cadenas de acordes según la variante), es decir, que igualmente son materia artística, no de origen académico sino oral, pero arte al fin y al cabo, preñado de cultura como cualquier lied de Schumman o de Mahler, salvando las distancias, entiéndase bien a lo que me refiero. Por todo esto llevo unos cuantos años insistiendo ante quien me quiera escuchar o leer que el repertorio flamenco es nada más y nada menos que música clásica española, creada mayormente en el periodo romántico que en su caso se extendió hasta bien entrados los años treinta del pasado siglo, y que, como digo, fue transmitida de forma oral en lugar de estar escrita. Esa es la gran diferencia, que si bien no es cosa menor. El contenido es tan ‘culto’ como el que pueda albergar cualquier otra música así considerada.

 

 

«El repertorio flamenco es nada más y nada menos que música clásica española, creada mayormente en el periodo romántico que en su caso se extendió hasta bien entrados los años treinta del pasado siglo, y que fue transmitida de forma oral en lugar de estar escrita»

 

 

Se trata en verdad de cuestiones relacionadas con el estatus social de los forjadores de cada expresión musical. Una suerte de elitismo que ha condicionado desde siempre, y sobre todo desde el ascenso de la burguesía, la opinión sobre qué es flamenco y qué música clásica. La culpa generalmente la tienen las élites culturales que con actitudes noventayochistas aun proclaman reflexiones equivocadas como las desafortunadas declaraciones del malogrado ministro Ernest Lluch, quien, con motivo de unas jornadas que organizó Félix Grande en la Complutense, afirmó sin cortarse un pelo que “dar entra­da en sus aulas al flamenco descalifica a la Universidad”. De esos polvos estos lodos. Esa mentalidad retrógrada es la que más daño ha hecho al flamenco. Pero también los flamencos han tenido parte de culpa, algunos empeñados en llevárselo al terruño puro y duro, renegando de lo artístico, considerando que la excesiva elaboración melódica prostituye la esencia del cante. Hasta el mismísimo Pepe Marchena estaba convencido que él fue el que vistió de esmoquin al flamenco, sacándolo de las tabernas.

 

Componer es un ejercicio íntimo, casi solitario, en la tradición flamenca normalmente con un guitarrista o el mismo cantaor acompañándose a la guitarra. Soy de la opinión que los cantaores deben saber tocar la guitarra aunque sea para darse lo tonos y comprobar la cabal recreación de los cantes. Recuerdo como si fuera hoy a Enrique guitarra en mano y balbuceando los cantes que iba elaborando en el sofá de la casa que en los primeros noventa tenía en el Camino del Monte. En verdad no es tanta la diferencia entre un lied de Brahms y un cante de El Mellizo. El ‘compositor flamenco’ modela los cantes metiendo en música una letra de autor, anónima o propia, tal y como hacía Schubert. Los flamencos, dentro del armazón de un estilo determinado: soleá, seguiriya, tientos… El genio vienés, según los parámetros estéticos propios de la tradición del lied clásico de los primeros años del siglo XIX, llegando a componer él solo seiscientos lieder a lo largo de sus 31 años de vida.

 

 

«En verdad no es tanta la diferencia entre un lied de Brahms y un cante de El Mellizo. El ‘compositor flamenco’ modela los cantes metiendo en música una letra de autor, anónima o propia, tal y como hacía Schubert. Los flamencos, dentro del armazón de un estilo determinado: soleá, seguiriya, tientos…»

 

 

Al que le gusta el cante sabe reconocer versiones muy dispares de infinidad de cantes de autor, aquellos forjados por Frijones o Silverio, ya en la memoria (y en los discos) para siempre. Al igual que no hay dos versiones iguales de la Marcha turca de Mozart por muy escrita que esté, tampoco las hay de la malagueña del Mellizo. Ahí está la riqueza de la música clásica, aunque muchos crean que por el hecho de estar escrita en partitura es estática y no admite variaciones, nada más lejos de la realidad. Las obras escritas admiten infinidad de reinterpretaciones, no de tonos pero sí de articulación y dinámica, agógica, ya que el tempo e intensidad de los tonos escritos quedan al libre albedrío del intérprete. Que aburrida sería si no la ópera, por ejemplo, si fuesen idénticas la versión de Tosca de Pavarotti respecto a la de Domingo, y lo mismo puede decirse de la malagueña grande de Chacón cuando la canta el propio “autor”, o cuando la recrea Morente. El disco de Enrique Homenaje a D. Antonio Chacón es un excelente ejemplo de recreación de los cantes clásicos forjados por un maestro creador como el jerezano. Si hacemos el ejercicio de escuchar los cantes originales y las versiones que realizó Enrique observaremos las notables diferencias entre ambas. De ahí que me empeñe en apuntar la cualidad de los cantes flamencos como música clásica, al compartir una de las principales esencias de estos repertorios, las versiones. Cuando dirigí la Deutsche Grammophon el entonces alcalde de Madrid, Gallardón, me increpaba que me hiciese la competencia editando al mismo tiempo la Sonata en Si de Liszt por Khrystian Zimerman y la misma obra por Ivo Pogorelich, lo que me sugirió una campaña que hice con el título de “Para gustos hay versiones”, tal y como ocurre en el flamenco, que unos prefieren la seguiriya del Viejo de la Isla con la letra de “Por tu causita me veo…” cantada por Manuel Torres, mientras otros gustan más de la de Pastora y otros la de Cagancho. Es de lo mejor que tiene la música artística. 

 

 

→  Ver aquí las entregas anteriores de la sección A Cuerda Pelá de Faustino Núñez en Expoflamenco

 

 

 

 


Musicólogo de Vigo (Galicia). Investigador y profesor. Amante de la música. Enamorado del flamenco. Y apasionado de La Viña gaditana.

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